Filming in Albania: Del barco a la cama

Ya tenemos los pies puestos en suelo albanés. Alberto y yo, una vez llegados a Bari, pasamos la tarde en la mejor pizzería de la ciudad: barata, buenísima  y con Wifi. Claro que primero tuvimos que pasear las maletas por media ciudad, y no veáis qué gracia hace cuando arrastras un muerto con ruedas de quince kilos por los empedrados medievales de la ciuta vecchia.

¡Pa’ dentro! (C) Lola Hierro

Tras la cena, nos dirigimos a nuestro ferry, el que nos llevaría a Albania cruzando el Adriático. Yo estaba emocionada porque, salvo una vez que fui a Mallorca en plan crucero de muy pequeña, solamente había montado en un chisme así de grande con 19 años cuando fui a Dinamarca  y fue poco interesante porque el trayecto no duró ni media hora.

Mi entrada fue triunfal, como un niño cuando visita por primera vez el parque de atracciones. Tuvimos suerte y estuvimos solos en el camarote de cuatro camas que nos tocó. Fuimos en la clase económica, y a mi esa maraña de pasillos, escaleras, puertas y más pasillos me recordó a los escenarios del Titanic en los que Leonardo di Caprio correteaba feliz de la vida sin saber que iba a palmarla. Cotilleé todo el ferry con Alberto resignado detrás de mí.

El saloncito del barco. / (C) Lola Hierro

¿Alguien recuerda el barco de Vacaciones en el mar?

En realidad, la juerga duró poco porque estábamos doblados de tanto viaje y tanto paseo por Bari, así que nos fuimos a planchar la oreja a las diez y media de la noche. Yo me puse el despertador para ver la salida del sol desde el mar pero mi móvil se quedó sin batería y me desperté casi a las ocho con una megafonía que rogaba a los pasajeros que fueran a recepción para recoger sus pasaportes. Aún así, salté a tiempo de mi camastro y llegué a ver un precioso amanecer.

Precioso amanecer. / (C) Lola Hierro

Nada más pisar tierra ya me encontré esos rasgos característicos de Albania que había olvidado con el tiempo. Para empezar, una cola de rudos albaneses en el barco que querían salir, igual que yo. Todos, con sus caras de idiotas, me miraban cargada con la maleta, se decían cosas entre ellos, riéndose y por supuesto no me ayudaba nadie, sino que encima intentaban colarse. En la cola de los pasaportes, lo mismo, hasta que, harta ya, les dije en inglés: Las damas primero, “señores” (lo del entrecomillado lo plasmé adecuadamente en el tono de mi voz), y pasé de largo. Malditos catetos machistas maleducados y engreídos.

Albaneses apresurándose a sus autobuses. / (C) Lola Hierro

Lo siguiente que he visto son los niños pidiendo por la calle. Nada más llegar, fuimos abordados por dos críos a los que di un paquete de galletas que llevaba encima. Nuk ka lekes, les decía (que no hay dinero, vaya),  y era verdad. Me dan mucha pena, y más me ha dado el haberme encontrado a un niño que no tendría más de cuatro años durmiendo solito en medio de un parque sobre unos cartones, cuando venía a mi hostal, a eso de las diez de la noche. De los padres ni rastro, y a la policía mejor no llamarla porque puede ser peor el remedio que la enfermedad.

Último cigarro antes de partir hacia Tirana. / (C) Lola Hierro

Por fin llegamos a Tirana en un autobús de línea. Lo primero que hicimos fue ir a ver a mi querida princesa albanesa Erna. Ha sido una alegría reencontrarme con ella. El día prometía mucho pero se ha quedado en nada. Me explico: después de comer, Alberto no se sintió muy bien y me dejó un par de horas libres para irse él a dormir. Yo quedé con Berti, mi amigo e intérprete, a quien tenía muchas ganas de ver de nuevo. Cuando ya casi daba la hora de quedar para trabajar, Erna me telefoneó diciéndome que el jefe estaba malísimo y que fuera pitando a su casa. Y era cierto. Al pobre le ha debido sentar mal algo que ha comido -aunque no sé qué porque hemos tomado lo mismo, creo- y está con el estómago hecho un trapo. Ha vomitado mucho y está un poco atontado pero no es grave, ni siquiera tiene fiebre. Yo creo que se le ha juntado también el cansancio que viene acumulando desde Senegal.

Ya hemos llegado a Tirana. / (C) Lola Hierro

El caso es que él ha estado en cama toda la tarde y yo me he entretenido aprendiendo a hacer pendientes artesanales de hilo y alambre. Erna me ha enseñado. Luego he probado una cena albanesa que Elona, la compi de piso, ha cocinado. Con nuestra ayuda, eso sí. Y tras esta tarde tan tranquila y feliz, me he venido a mi albergue a dormir un poco. Alberto está un poco mejor, ya no vomita y supongo que mañana estará bien y podremos hacer cosas.

Textos sobre el primer viaje a Albania:

  1. Filming in Albania: Un cumpleaños balcánico
  2. Filming in Albania: La difícil tarea de establecerse
  3. Filming in Albania: ¡Habemus bebé!
  4. Filming in Albania: ya estamos de entrevistas
  5. Filming in Albania: Muchas emociones
  6. Filming in Albania: Entrevista con un ¿asesino?
  7. Filming in Albania: Aprenda albanés en cuatro días
  8. Filming in Albania: Persiguiendo la noticia
  9. Filming in Albania: Live fast, die hard…
  10. Filming in Albania: Tengo un dèja vu
  11. Filming in Albania: Vuelta a casa. Faleminderit, Shqiperia

 Más relatos sobre el segundo viaje a Albania:

  1. ¿Volverá ‘Filming in Albania’?
  2. Filming in Albania: Del barco a la cama
  3. Se acabó lo que se daba
  4. San Valentín a la albanesa
  5. Albanian sagas: De mercadeo
  6. Las madres de Tirana

Textos sobre mi tercer viaje a Albania:

  1. He soñado a la muerte, y ha venido
  2. Albania, cuánto me dueles

BONUS: Las fotografías del viaje

3 respuestas a «Filming in Albania: Del barco a la cama»

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