Ya no me quedan muchas aventuras indias en el tintero, pero hay una que quiero plasmar aquí antes de que se me olvide del todo. Quiero escribir del día que conocí a una familia parsi en Bombay, una ciudad de 20 millones de habitantes donde se encuentra la mayor comunidad de seguidores del zoroastrismo que hay en el mundo. Ellos me hablaron de su religión y de su costumbre de entregar los cuerpos de sus difuntos a los buitres en las llamadas Torres del silencio.
Son parsis Noshi, Dinesh, Shirin y Aspi, las personas que conocí cuando intentaba acercarme a esta comunidad para que alguien me contara de primera mano en qué consiste esa religión tan desconocida para mí como llamativos sus rituales. De primeras y sin información previa —información abundante en Internet, que nadie piense que he descubierto la pólvora—, me resultaba chocante eso de que hubiera unas plataformas en Bombay donde la gente pone a sus muertos para que se los coman las aves carroñeras. Se me hacía un poco gore, pero luego comprendí todo mucho mejor e, incluso, me di cuenta de que en realidad es lo más higiénico que se puede hacer, mucho más que enterrar un cuerpo en un cementerio para que acabe lleno de gusanos. Ahora es cuando recuerdo el día en que mi profesor de Lengua de 6º de EGB me enseñó que la palabra cadáver viene del latín, de la frase caro data vermibus, que significa «carne dada a los gusanos».
Vuelvo a los parsis y vuelvo a Bombay, a una calurosa tarde del mes de abril sobre el cerro Malabar, una de las zonas residenciales de esta metrópolis. Un letrero en hindi y en inglés marcaba los límites del recinto donde viven los parsis y donde se encuentran las torres del silencio o dokhmas, que hoy día no pueden verse más que desde los rascacielos cercanos porque está prohibido el acceso a todo el que no pertenezca a esta comunidad. A pie de calle resulta imposible porque están bien ocultas, envueltas en el tupido follaje que cubre el monte.
En la puerta, haciendo guardia, conocí a Noshi y Dinesh. Ellos hablaron conmigo, respondieron algunas y preguntas y me regalaron un librito en inglés con mucha información sobre sus tradiciones y su cultura. El zoroastrismo es una religión antiquísima, surgida en el siglo II a. C. más o menos y basada en las enseñanzas del profeta iraní Zoroastro o Zarathustra (como el libro de Nietzsche, sí). Su divinidad es Ahura Mazda, el creador de todo, el fuego es el elemento más venerado (una curiosidad es que no pueden fumar porque estarían haciendo fuego de una manera nociva, no sé repetir la explicación que me dieron) y sus textos litúrgicos sagrados están recogidos en el Avesta.
Aunque el zoroastrismo viene de Irán, la mayoría de parsis se encuentra en India porque emigraron de allí a partir del siglo VII, cuando el islam se expandió por el país y los árabes quisieron acabar con ellos. Así, dentro del zoroastrismo quedaron algunos en Irán, mientras que los parsis huyeron a India, sobre todo a Bombay. En todo el mundo quedan unos 100.000 y se están extinguiendo porque no es una religión proselitista; no te van a adoctrinar para que te unas. Solo se casan entre ellos o, como mucho, un hombre parsi puede contraer matrimonio con una mujer no parsi y sus hijos sí lo serán, pero no al revés. Shirin y Aspi me contaban que las jóvenes cada vez se casan más con chicos que no son parsis y por eso quedan fuera de la comunidad; si siguen así, en unos años apenas quedarán. Así, ahora se enfrentan a la diatriba de desaparecer manteniendo pura su comunidad hasta el final o sobrevivir a costa de abrirla a extraños.
Los parsis tienen unos preceptos que me gustan bastante; los más importantes son la igualdad de todos, el respeto a los seres vivos, por lo que son contrarios a la crueldad contra animales y a su sacrificio, la ecología (dan mucha importancia a la naturaleza), el trabajo duro, la caridad, la lealtad y la fidelidad a la familia.
Sabiendo esto, se empieza a entender por qué se deshacen de sus cuerpos como lo hacen. Esto me lo explicó muy bien Shirin, una mujer de origen iraní de unos cuarenta y tantos que me llevó a su casa, situado dentro del recinto al que quien no es parsi tiene prohibido acceder. Ya esto fue una experiencia única: el lugar es muy grande, como se hacia de noche no se veía casi nada, pero me encontré con que esta comunidad vive de manera muy arreglada en una especie de chalecitos ochenteros o setenteros adosados unos a otros, a los que había que acceder escalera mediante. Algunos lucían hileras de luces de colores, como las de navidad, aunque no sé la razón. Todos estaban rodeados de plantas tropicales y reinaba mas silencio y confort que en el resto de la ciudad; sin lugar a dudas, es un sitio privilegiado para tener tu casa si te ha tocado vivir en una ciudad tan bulliciosa como Bombay.
Con un zumo de lichis y, sentados en su saloncito, Shirin me presento a su marido, Aspi, y ambos me dieron una lección sobre las pompas fúnebres de los parsis. Para ellos, entregar los cuerpos a los buitres responde al principio de igualdad, ya que se van del mundo todos de la misma manera, tanto pobres como ricos, como al de la ecología. Para los parsis, la muerte es el triunfo del espíritu maligno de su religión, Ahriman. Cuando alguien se muere, el demonio entra en su cuerpo y se apodera de éste, por lo que se vuelve impuro y contamina cualquier cosa que entre en contacto con él. De ahí que no puedan tocar ningún elemento sagrado para ellos como la tierra, el agua o el fuego. Así, un cuerpo no puede ser enterrado ni incinerado ni arrojado al mar.
Para evitar esa contaminación, las leyes zoroástricas marcan un protocolo muy rígido que se debe seguir al pie de la letra. En el momento de la muerte, el cadáver es bañado con agua y vestido con ropas blancas de algodón. Aquí aún la familia puede rezar por él, y eso harán durante unas horas en una sala donde se quema incienso y sándalo para prevenir la contaminación. Es importante que en esta etapa un perro vea el cadáver para garantizar que esa persona ha fallecido de verdad. Para el zoroastrismo, el perro es sagrado; se buscan los que tienen dos manchas sobre los ojos, pues simboliza que tienen cuatro ojos y que pueden ver el más allá.
Llegado el momento de despedirse del cadáver, dos nassesalars o porteadores vestidos completamente de blanco y con todo cubierto salvo la cara para no contaminarse, recogen el cuerpo y se lo llevan en un recipiente metálico a las torres del silencio. A estas construcciones ni siquiera pueden entrar los familiares, solo acceden los muertos y quienes les transportan. «Ha de ser a plena luz del día, porque el sol participan en el proceso de descomposición», me explicaba Shirin en el saloncito de su casa mientras me ponía otro zumo, esta vez de frutas variadas. Recuerdo con cariño la casita, toda ordenada y limpia, con un toque kitsch; me recordaba al apartamento de la playa que unos tíos míos compraron en los años ochenta.
Las torres son edificios funerarios altos y achatados. Recuerdo que Noshi, el guardián de la puerta y también porteador, me contaba lo duro que es subir tantas escaleras cargando con un cadáver. La plataforma superior de estas construcciones tiene tres círculos concéntricos. El mayor, que es el de fuera, para depositar a los hombres; el siguiente para las mujeres y el más pequeño para los niños. Ahí se depositan los cuerpos, a los que se les despoja de toda ropa. «Desnudos llegamos al mundo y desnudos nos vamos», sentenció Shirin. A partir de ahí, el tiempo, el sol y los buitres hacen el resto. Los carroñeros comerán las partes blandas y el sol y el viento blanquearán el esqueleto que queda, un proceso que puede durar hasta un año. Es entonces cuando los restos ya limpios son depositados en un osario situado en el centro de la torre. Con ayuda de cal se desintegrarán hasta que finalmente solo queden partículas muy pequeñas que serán arrastradas por el agua de la lluvia a través de varios filtros de carbón vegetal y de arena, se pierdan en el interior del subsuelo y, finalmente, acaben en el mar, ya como polvo.
Lo que ahora se hace sobre enormes torre comenzó siendo una práctica que tenía lugar en lo alto de las montañas, siglos atrás. Cuando los buitres se comían el cuerpo, los restos se llevaban los osarios, y con el tiempo estos fueron sustituidos por las torres del silencio, que se construyeron sobre las mismas cumbres a las que los parsis llevan a sus muertos, lejos de zonas habitadas. Sin embargo, con el paso del tiempo esas zonas aisladas han sido engullidas por las ciudades, como ha ocurrido en Bombay, donde ahora se encuentran rodeadas de civilización y a la vista de cualquiera que se suba a un rascacielos.
Los parsis de Bombay tienen otro problema: que la población de buitres se ha reducido drásticamente por el uso del diclofenaco, un medicamento utilizado en mamíferos e incluso humanos para reducir el dolor y que es mortal para estas aves. Se prohibió en 2005, pero los estragos fueron tremendos. Además, Aspi me contó que las generaciones parsis mas jóvenes abogan por enterrar los cuerpos o incinerarlos como hacen en otras religiones, y están enfrentados a los miembros de la comunidad más ortodoxos y, por lo general, más ancianos. Ahí está el debate.
Después de todas estas explicaciones me quede sin ver las torres del silencio, pero al menos pude conocer un montón de detalles de primera mano gracias a Shirin y a su esposo. Fueron extremadamente amables, hospitalarios e instructivos. No puedo contar mucho más de mi vista porque fue breve, pero tengo claro que si vuelvo a Bombay les buscaré de nuevo para saber más acerca de su religión.
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He caído sobre este interesante aartículo pues voy a escribir un libro sobre los orígenes comunes del nazismo y el sionismo. Ambas ideologías son excluyentes, totalitarias y racistas. Son los elegidos por la Naturaleza—en el caso del nazismo—o por un dios—en el caso del sionismo. Ambas se consideran razas superiores, con el derecho de eliminar físicamente al resto. Entonces recordé a los parsis, que también tienen sus raíces sumerias y así llegué a este artículo. La diferencia en los parcis es que ellos son bondad y prefirieron emigrar a luchar contra los islamitas de Persia.
Aprendí sobre las costumbres funerarias de los parsis leyendo una estupenda y documentada novela titulada Las Torres del Silencio, recientemente publicada en Amazon, su artįculo está muy bien escrito,
Gracias Larissa! Fue toda una experiencia, la verdad. Buscaré ese libro. Un abrazo!
Me ha encantado el articulo
gracias!
Me encantó. Hoy voy a un almuerzo en casa de una mujer Parsi y no sabía nada de esta hermosa comunidad. Gracias por compartir.
Espero que me cuentes qué tal fue ese almuerzo, me suscita mucha curiosidad la cultura Parsi. abrazos!
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