Escribo desde una cafetería de Saint Malo, la ciudad corsaria de Francia . Hemos llegado aquí tras despedirnos, con gran dolor de corazón, de Clemence y Lucas. Pero la carretera nos llama, y nos moríamos de ganas de conocer esta villa fortificada, que parece sacada de la película Piratas del Caribe.
Tengo que decirlo otra vez: me encanta Bretaña, me encanta Bretaña, me encanta Bretaña. Me he enamorado perdidamente de esta tierra. Me ha ocurrido lo mismo que cuando conocí Cantabria la primera vez. Aquí hay algo que me hace sentir como en casa. Será la gente, será la naturaleza que nos rodea, serán las tradiciones, su cultura celta, sus olores, su clima, su luz… no sé.
Saint Malo nos ha dejado boquiabiertos y ojipláticos al llegar. ¿Cómo podría describirlo? Un sol de escándalo, unas murallas de piedra imponentes dando la bienvenida, gaviotas graznando y sobrevolando a tu alrededor, un brisa fresca que hincha las velas de los barcos que salen o entran del puerto situado al lado de la fortificación…
Nada más entrar, te dan la bienvenida los restaurantes de marisco. No les hago mucho caso porque son caros, para turistas con dinero, pero –al menos estéticamente- tienen muy buena pinta. Mejillones, otras, cigalas y centollos te dicen hola desde los platos de los clientes que comen en las terrazas.
Sigues andando y encuentras la iglesia, no muy grande, no muy pequeña, pero bastante bonita, como todas las iglesias góticas de Francia. Llaman la atención sus vidrieras. Pero tampoco es lo más destacado. Quizá lo sea el paseo por encima de los muros de Saint Malo, que te permiten ver todo el paisaje bretón de alrededores. Mar y tierra, azul y verde, se reparten por igual aquí.
Otra vez abajo, llama la atención la cantidad de comercios que hay. Son la mayoría pequeños, familiares diría yo. Casi todos explotan la historia pirata de la ciudad y tienen camisetas de rayas, banderas con calaveras, espadas de mentira para los niños, de verdad para los adultos, artículos marineros de toda clase…
Algunos pocos se dedican a los artículos relacionados con la cultura celta y a la artesanía. Telas de colores con distintos motivos y cenefas, bisutería con todo tipo de símbolos, objetos de cuero, camisetas, llaveros, tazones –son uno de los souvenirs típicos de la Bretaña y puedes encontrar cualquier nombre, hasta yo encontré el mío, que no es precisamente francés-… Y luego están los mejores, los de la comida. Y aquí te puedes volver loco: galletas artesanas, especias, mermeladas, conservas de pescado y marisco, tés e infusiones… Qué pena ser pobre.
La verdad es que del todo no he podido resistir la tentación pero, en vez de coger comida, me he hecho con una pequeña bandera de Bretaña que pienso colgar en cualquier pared de mi casa y con un triskel de hierro. No es uno cualquiera; la tendera me ha explicado que está hecho con acero utilizado para forjar las herraduras de los caballos y que los fabrica un artista muy reconocido dentro del mundillo de este tipo de artesanía. Por cierto que esta tienda en concreto era una pasada, y como sé que muchos de mis amigos estáis interesados en estas cosas, he pillado la tarjeta del sitio, que tiene tienda en Internet. Se llama Art Ty Show . Vaya publicidad que les estoy haciendo, tenía que haberles pedido un descuento.
Otra de las mejores cosas que tiene Saint Malo es su playa. De hecho, justo antes de llegar a este café, es decir, el rato de la siesta, nos hemos bajado y nos hemos puesto en paños menores en medio de la arena, a tomar el sol y echar una cabezada. La gente aquí se está bañando y todo. He visto chavales haciendo snorkeling, surf y piragüismo, y por un momento parecía que estuviéramos en Málaga en vez de en el norte de Europa.
Y no sé qué más contar de Saint Malo; es uno de esos lugares que te recorres pensando todo el tiempo: “¡Ay, cuánto le gustaría esto a mi madre/novio/amiga fulanita/etc, etc”. Desde luego, tengo que volver aquí con otros amigos, en otro viaje, en otro momento. Este sitio —por Bretaña, digo— no es como para visitarlo una sola vez y luego olvidarse, es más bien para venir cada cierto tiempo y hacerte una ruta descubriendo lugares nuevos. Y mañana Caen, a ver qué nos depara el destino…
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