Ayer me despedí hablando de la casa de Nico, nuestro anfitrión en Brest. Dormimos muy bien, y por la mañana, el pobre nos había preparado la mesa con el desayuno y había comprado ‘pain au chocolat’ en una panadería cercana a su casa que olía de muerte.
Tras un opíparo desayuno, Nico se ofreció a enseñarnos algunas de las zonas de costa más guapas de su tierra, y con él nos fuimos. Y tenía razón, menudas playas nos encontramos. Primero estuvimos dando un paseo por un lugar llamado Lilian, un paisaje de costa, con piedras y barquitos, y con un faro enorme, por lo visto uno de los más grandes de Europa. Después nos llevó a otra playa donde había surfistas. Me recordó a Fuerteventura, a Corralejo. Quién me iba a decir a mi que iba a encontrar un paisaje parecido tan lejos y tan al norte de las Canarias.
Allí estuvimos jugando al golf –hasta palos lleva Germán en el coche-, al bumerang, y estos valientes se metieron en el agua y todo. Yo no, yo me dediqué a recorrerme los chiringos de playa para comprar un crêpe —tengo mono desde que llegamos—. Encontré un sitio pero los dueños no eran muy amables, y tras casi media hora esperando a que quisieran hacerme caso, me volví por donde había venido.
A eso del mediodía nos despedimos de Nico con muchas promesas de volver a vernos. Me gusta como es, me gusta como piensa, tiene muchas ideas en común conmigo respecto a política, religión, sociedad… como su familia es de Pau, cerca de la frontera, no descarto que algún día nos venga a visitar a Cantabria.
Tras esta genial experiencia en Brest, un lugar dónde nunca pensé que iría, partimos hacia Dinan, ya por fin al corazón de la Bretaña. Para una fanática de la cultura celta como yo, esta región es lo mejor que puede haber en el mundo mundial. Estamos en el corazón de una Francia no tan conocida por la mayoría de la gente; una Francia celta, llena de tradiciones paganas, de música, de bretones que hablan su propia lengua, de gentes muy en comunión con la naturaleza que les rodea. Así es Didier.
Didier es quien nos ha alojado en Dinan. Tiene una esposa muy -pero que muy- guapa, de grandes ojos azules que se llama Azélaine y que nos ha dejado a todos hechizados con su mirada, su sonrisa, su manera de tocar el arpa… Porque toca el arpa y todo. Ellos viven en un chalet de una zona residencial de Dinan, a 53 kilómetros de Mont Saint Michel. Y son unos hippies en toda regla. Me ha encantado conocerles, con Didier he podido hablar de la Cantabria prerrománica, le he contado lo poco que sé acerca de nuestra mitología, de Corocotta, la costumbre de suicidarse con el fruto del árbol del tejo cuando uno era ya anciano y no podía contribuir a nada en el clan…
También le he enseñado música que podía gustarle –y que le ha encantado- como Luar Na Lubre, y también CrystalMoors. Me ha dado una alegría porque resulta que conoce Cantabria, ya estuvo por la tierruca hace muchos años. Dice que iba camino de Galicia y que por el camino descubrió Asturias y Cantabria y se quedó muchos días por allí porque le encantamos (normal…) Y luego Galicia le decepcionó. (normal también… si es que como Cantabria no hay nada).
Estuvimos hablando hasta bien entrada la noche, él también nos enseñó música celta de Bretagne, como un tío llamado Alan Stivell que es una auténtica pasada. Lo recomiendo a todo fan de la música folk celta.
Y lo mejor de todo fue que nos abrió una botella de lo que aquí se llama vin de sureau, es decir, un brebaje hecho a partir de la flor de saúco y que está buenísimo, y nos sacó también un poco de hidromiel. Y así estuvimos un buen rato, escuchando música celta, bebiendo hidromiel y saúco y contándonos cosas súper interesantes. Además, y como dije, su mujer toca el arpa, y nos hizo una demostración, y nos quedamos alucinados. Fue precioso.
Didier y Azéline no viven solos, sino que tienen una gran familia. Tienen una nena de 3 años llamada Yuna-Diyha, dos chicos de 4 y 8 llamados Justin y Noan, y han sido papás hace un mes de otro niñuco llamado Galaan. Son todos nombres muy raros y muy bonitos, si es que me encanta esta familia. Por lo visto, Galaan era el escudero de Lancelot, el de la mesa redonda, y fue el primero en sostener el santo Grial. Es el personaje favorito de Azéline, que como buena bretona, se declaró amante de las leyendas artúricas.
En fin, que estuvimos como reyes en casa de estos hippies celtas. Tanto lo son, que hasta la baza no es de agua, sino de serrín. Nunca había visto una de esas, y bueno, ya puedo decir que he hecho mis necesidades en un váter seco. La verdad es que al principio me daba cosilla, pero lo tienen muy bien montado y me terminé por acostumbrar. Lo cierto es que era para echarle una foto, se trata de una habitación minúscula que sólo tiene una caja enorme de madera pintada con muchos colores: la baza. Y a su lado, un compartimento que se abre y hay un montón de serrín y una lata. Uno hace lo que tenga que hacer y luego echa un cubo de virutas por encima y hale, a correr.
El resto de la casa también era una pasada, estaba entera cubierta de telas de colorines, de cortinas transparentosas, adornos , espejos pintados, figuras de duendes y otros seres fantásticos… vamos, que una pasada. Me he enamorado de esta familia, espero verles de nuevo porque me han descubierto todo un mundo aquí, en Bretaña, el corazón de la cultura celta.
Más información sobre este road trip
- Road trip à France, I: Biscarrosse
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- Road trip à France, IV: Brest-Dinan
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Lola..simplemente INCREIBLE!!