SUDÁFRICA III: CIUDAD DEL CABO ES UN PARAÍSO HIPSTER

Ha merecido la pena pegarse un madrugón para coger un vuelo a Ciudad del Cabo, que será nuestra base durante, casi, el resto del viaje y que ha resultado ser un paraíso hipster.  La compañía Fly Safair funciona estupendamente y hemos llegado puntuales y con nuestras maletas a cuestas; no hemos tenido ni que facturar. Y una cosa que me ha llamado la atención: En el aeropuerto no te obligan a sacar todos los trastos de la maleta cuando pasas por el control de seguridad, qué va, he pasado mi abultada bolsa con cámaras, neceser y ordenador. El de Johanesburgo es el aeropuerto más rápido del mundo mundial.

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El centro de Ciudad del Cabo./ © Lola Hierro
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Long Street, muy animada. / © Lola Hierro

Nos quedamos en un hostal muy cuco que se llama MOY Guesthouse & Backpackers, por Mountain Ocean Yoga. Está decorado en modo rústico bonito, todo de madera y metal, colores claros, hierro forjado… Tiene una sala de estar y una cocinita de uso común, y nuestra habitación es pequeña, pero muy acogedora.

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Batavia, un restaurante de Bo Kaap. / © Lola Hierro
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Casas decoradas y pintadas de colores, vecinas vestidas con recato. Es Bo Kaap. / © Lola Hierro
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Un taller de motos retro. / © Lola Hierro

Como nuestro hostal, así es un poco esta ciudad por lo que he visto en los ratos que hemos sacado para ir y venir por sus distintos barrios. Nuestra primerísima salida ha sido hacia Bo Kaap o el barrio malayo, ese tan pintoresco y fotografiado por sus casitas de colores que se sitúa al pie de la montaña conocida como Signal Hill. Este fue el barrio donde se establecieron hace al menos tres siglos las familias traídas del sureste asiático por los colonos holandeses para trabajar casi como esclavos, o sin casi, pues la población local se negaba. Y ya se han quedado aquí, las calles tienen mucha personalidad. Se percibe el carácter de quienes viven en él, la comunidad malaya fundamentalmente, que también es musulmana, y por eso se encuentra aquí una de las mezquitas de la ciudad.

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Las casitas de Bo Kaap al pie de Signal Hill. / © Lola Hierro
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Los inconfundibles colores de Bo Kaap. / © Lola Hierro
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Vecinos que pasan de todo el tema turístico. / © Lola Hierro

La calle principal de Bo Kaap es la más transitada por turistas porque también es la más colorida, pero las callejuelas aledañas, en forma de cuadrícula y con algunas cuestas, también merecen una visita porque esconden viviendas muy curiosas, ya no solo por sus colores llamativos sino por las construcciones en sí mismas, y también por la gente que entra y sale de ellas, porque algunas están cuidadas y otras menos, porque algunas son reivindicativas y cuelgan carteles defendiendo el barrio de la gentrificación… Aquí también ha llegado este fenómeno, sí.

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Murales entre callejones. / © Lola Hierro
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Y más. Solo hay que callejear un poco. / © Lola Hierro
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No podía falta la foto Instagram. / © Jose Cerván

De hecho, lo primero que una se encuentra en la citada calle principal es una tienda de ropa y decoración y complementos de artistas sudafricanos (y de Cape Town, creo) que es modernísima y carísima. Las gafas de sol de madera no bajan de  200 euros. Justo encima hay un restaurante que también es lo más hipster del mundo y en el que sirven unas hamburguesas para caerse de espaldas. Y en el local contiguo, una mini cafetería con mucho estilo, Deluxe Expresso, atendida por un barbudo con tatuajes. Y así un poco todo… Hay varios comercios a la última.

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Turistas con bicis. Al fondo, un cartel alertando de la gentrificación. / © Lola Hierro
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Así de mona es la cafetería Deluxe Espresso. / © Lola Hierro

Muy cerca de Bo Kaap está Long Street, la calle más conocida del centro de Cape Town, que a mí me ha recordado un poco al casco antiguo de Nueva Orleans por esos edificios de herencia colonial que lucen soportales de hierro forjado con columnas muy ornamentadas, y mucha madera aquí y allá, mucho establecimiento estiloso… En sus aceras todo son restaurantes, hostales de mochileros, cafeterías chulas, tiendas más chulas… Aquí también se hallan las principales agencias de alquiler de vehículos y mucha gente yendo y viniendo. Y no solo en Long Street, también en sus calles aledañas. Están diseñadas también como una cuadrícula, así que es fácil orientarse.

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Long Street o la Nueva Orleans de Ciudad del Cabo. / © Lola Hierro
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Los edificios con trabajos de forja en la fachada son la norma. / © Lola Hierro
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Otros están pintados un poco a lo loco. / © Lola Hierro

En esta calle turística almorzamos el primer día, en un restaurante que se llama Lola’s y donde sirven comida de aires asiáticos, aunque la decoración del garito no tiene que ver. En fin, que es que me canso de contar lo estiloso que es todo.

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La camarera de Lola’s. / © Lola Hierro
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Jose leyendo el periódico en Lola’s. / © Lola Hierro

UN PASEO ENTRE JARDINES

A una caminata de no más de cinco minutos desde Long Street se empiezan a encontrar los restos del que fuera el primer asentamiento colono en Ciudad del Cabo. El Jardín de la Compañía o Company’s Gardens, que es el más antiguo de Sudáfrica, sobreviven aún hoy desde que fueron fundados en 1650 por la Compañía de las Indias Orientales como huerto para abastecer a la flota colonial, la Compañía Oriental de las Indias, de frutas y verduras. Ahora es un parque por donde todo el mundo pasea sin ninguna preocupación y te puedes encontrar padres con niños, indigentes durmiendo entre los setos, estudiantes y gente joven de cháchara sobre el césped…

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Entrada al Jardín de la Compañía. / © Lola Hierro
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Una familia juega a un ajedrez gigante. / © Lola Hierro

Recientemente se ha destinado un espacio para cultivar frutas, verduras y plantas medicinales, en honor a aquel antiguo huerto. Además, hay una enorme estatua del político británico Cecil Rhodes y de otros personajes ilustres, aquí hay un peral de 364 años que sobrevive gracias a que le han realizado una cirugía para sanearlo y a que está amarrado con alambres para que no se le caigan las ramas.

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Un operario trabaja en el huerto. / © Lola Hierro
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Cecil Rhodes oteando el horizonte. / © Lola Hierro

Por cierto, que las ardillas abundan y no tienen miedo alguno de los humanos. En mi paseo me topo con varias y todas me dejan acercarme hasta donde quiero para fotografiarlas bien, no parece importarles mucho mi cámara ni mis intenciones, sino más bien rebuscar algo que comer por el suelo…

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Artesanía en los jardines. / © Lola Hierro
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Una ardilla desvergonzada. / © Lola Hierro

A partir de este jardín se llega a los lugares más emblemáticos y turísticos de esta ciudad. Lugares como museos y otros interiores que yo no visito porque hace buen tiempo y prefiero pasearme y ver todas las cosas nuevas que hay a mi alrededor. Esta es una ciudad perfectamente desarrollada, con sus aceras, iluminación, limpieza, servicios… Parece cualquier urbe europea o americana, no es como otras africanas que he conocido hasta ahora: no tiene la mugre, ni el caos, ni el ruido de Kampala, Nairobi o Bamako. Qué cosas. Es una versión de África que no había visto hasta hoy. 

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GreenMarket Square, así en general. / © Lola Hierro
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Las tiendas de fruslerías africanas. / © Lola Hierro
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Un ciclista pasa por GreenMarket Square. Al fondo, San Jorge. / © Lola Hierro

Una breve exploración me lleva a descubrir la catedral de Santa María, de estilo gótico, y no muy lejos la de San Jorge. También el impresionante Ayuntamiento, donde han colocado una no tan impresionante (sino más bien hortera) estatua de Nelson Mandela en el mismo lugar donde el 11 de marzo de 1990 el premio Nobel y líder anti apartheid se asomó para dar un discurso ante más de cinco mil personas después de haber pasado los últimos 27 años encarcelado. 

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El Ayuntamiento. En pequeñito, la estatua terrible de Mandela. / © Lola Hierro
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La otra acera del Ayuntamiento. Muy normal todo. / © Lola Hierro

Está el museo de la esclavitud, el Ayuntamiento y una plaza muy coqueta y animadísima llamada GreenMarket Square con un mercadillo de cacharros de supuesto estilo africano que vienen todas de China… Son lugares para pasear y, si queda tiempo, para visitar por dentro. Yo, en esta ocasión, no he tenido ganas de meterme en las galerías de arte ni en las catedrales; de estas últimas voy servida después de los últimos viajes por Europa.

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Estudiantes pasan de largo junto a un museo. / © Lola Hierro
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Dos mujeres caminan junto a la catedral de Santa María. / © Lola Hierro

DÓNDE COMPRAR UN FERRARI

Más allá de todo esto hay que hablar del Victoria & Alfred Waterfront, nombres que corresponden a la reina Victoria y el príncipe Alfred. Si Long Street era Nueva Orleans, esto es Euro Disney. Este complejo inmenso construido en 1860 ocupa toda la zona del puerto y de muelles de Ciudad del Cabo. Antes eran un nido de perdición, droga y crimen, hasta que las autoridades decidieron renovarlo a lo bestia. Ahora es el Puerto Banús marbellí pero en gigante. Y un poco también me recuerda a los elegantes y modernos muelles de Oslo. Aquí hay concesionario de Ferrari, sin ir más lejos. También está el Museo de Arte contemporáneo, que merece un capítulo a parte y es de los lugares que más recomiendo de esta ciudad.

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El Victoria & Alfred Waterfront y su gente bien vestida, con la torre del reloj al fondo. / © Lola Hierro
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Paso levadizo para que se turnen personas y embarcaciones. / © Lola Hierro

Solo pasear por allí ya hace que huelas a dinero. Hay una urbanización de lujo, Marina se llama, que tiene sus propios canales de navegación privados por los que la gente pasa haciendo piragüismo o en lanchita motora para acceder a su vivienda. Hay docenas de tiendas, centros comerciales, un acuario, un mercadillo con toda clase de marcas de ropa, decoración, comida y todo lo más moderno, hipster y chic que pueda haber en el país… No sé ni cómo contarlo.

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Zona residencial pijísima. / © Lola Hierro
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La gente pasa por aquí con la piragua. / © Lola Hierro

En este lugar hemos cenado una noche y elegimos una especie de mercado de San Miguel (el de Madrid) a la sudafricana. Es un poco caro, pero todo está delicioso. Probamos el botie botie, que son unas albóndigas gigantes con muchas especias, también la carne de springbox (un tipo de gacela, no un jugador de la selección de rugby sudafricana)… Yo me hubiera comido el mercado entero. Imposible contenerse ante tanta suculencia.

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Un grupo de mujeres te recibe con música en el V&A. / © Lola Hierro
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Turistas y ciudadanos, por los muelles. / © Lola Hierro

Por estos muelles todo el mundo parece feliz: la gente va muy bien vestida, los niños juegan y ríen, pasean con los padres, los adolescentes y no tanto practican skate en parques ad hoc, todo está limpio y cuidado… Hasta hay una noria muy, muy alta desde la que se puede ver toda la ciudad y, si no está nublado el día, te topas casi de morros con la mítica Table Mountain, la montaña más famosa del país. Y a fondo, en dirección opuesta, el inmenso mar.

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El auditorio y la noria. / © Lola Hierro
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Table Mountain desde lo alto de la noria. / © Lola Hierro
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Pistas de patinaje para los chavales. / © Lola Hierro

DE BAR DE MARINOS A CIUDAD MODERNA

Aunque hoy sea muy cosmopolita y moderna, Ciudad del Cabo ha visto muchas cosas porque es vieja, muy vieja: aquí vivían tranquilamente indígenas khoi y san hace milenios, hasta que fueron colonizados por navegantes holandeses (y toda la nación detrás) en 1652. Durante 150 años el asentamiento prosperó y se convirtió en parada obligatoria para navegantes rumbo a Oriente. Pero a principios del siglo XIX se acabó lo bueno para los colonos con la entrada de tropas británicas, que tomaron el mando. Por resumir mucho, Ciudad del Cabo se integró en 1910 en la llamada Unión Sudafricana, la predecesora de la República Sudafricana actual. En 1960 el país alcanzó su independencia de Reino Unido, aunque se mantuvo el apartheid.

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La Ciudad del Cabo bonita. / © Lola Hierro
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Una calle perpendicular a Long Street. / © Lola Hierro

Ciudad del Cabo está dividida en barrios. Algunos fueron antiguos suburbios pobres que hoy se han integrado en la ciudad; otros siguen siendo míseros y marginales. Estos, por cierto, surgieron a partir de que en 1901 se culpara a la población negra de la expansión de una epidemia de peste bubónica. Luego se demostraría que la enfermedad llegó en barco desde Argentina, pero por entonces el Gobierno británico aprovechó la ocasión para establecer la segregación racial: Mandaron a los negros a los muelles y a la zona oriental de la ciudad, donde se asentaron los primeros barrios chabolistas. A este hecho le siguió la historia del racismo y la segregación de este país, que tuvo su máxima expresión con el establecimiento oficial del apartheid en 1944, que dotaba de menos derechos a la población negra, y que duró hasta 1991.

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Inmensos suburbios en Ciudad del Cabo./ © Lola Hierro
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Afueras de Ciudad del Cabo./ © Lola Hierro

Estos son todos los relatos de Sudáfrica:

I. Colonialismo entre pinos y eucaliptos
II. ¿Dónde están los leones de Kruger?
III. Ciudad del Cabo es un paraíso hipster
IV. Cómo llegar al fin del mundo
V. El frío da más miedo que los tiburones
VI. Los rincones más bonitos de Ciudad del Cabo
VII. Soweto rico, Soweto pobre
VIII. Tres museos imprescindibles de Sudáfrica
EXTRA: ¿Cuánto cuesta viajar a Sudáfrica?

2 respuestas a «SUDÁFRICA III: CIUDAD DEL CABO ES UN PARAÍSO HIPSTER»

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