SUDÁFRICA I: COLONIALISMO ENTRE PINOS Y EUCALIPTOS

Entre pinos y eucaliptos llegué al Parque Nacional Kruger, en una esquinita de Sudáfrica, a unas cinco horas de coche de la ciudad de Johannesburgo. Que no pensaba yo que me fuera a encontrar árboles como estos por aquí, pero resulta que sí que los hay, que los trajeron los españoles y los portugueses hace un par de siglos con la idea de obtener papel y también madera para sus barcos.

Esta no es la única presencia extraña que observo durante las primeras horas del viaje semanasantero que he iniciado por Sudáfrica. Este país de casi 56 millones de habitantes y primera economía del África se me parece mucho a Estados Unidos. O al menos, lo que hay en los márgenes de sus carreteras. Amplios espacios deshabitados, salpicados de cuando en cuando por chalets y opulentas casas de campo; centros comerciales gigantescos con Mc Donald’s, Kentucky Fried Chicken y otros establecimientos de comida rápida y cafeterías, camionetas de estilo pick up y todoterrenos a gran velocidad por las bien asfaltadas carreteras; diferentes cultivos aquí y allá: mandarinas, plátanos, aguacates, nueces pecanas y de Macadamia, lichis… Dicen que esta, la región de Gauteng, es el huerto del país, y se entiende a la primera por qué. El caso es que, con todos estos elementos, yo me siento más en Estados Unidos que en cualquier otra parte.

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Rodeada de árboles durante todo el viaje. / © Lola Hierro

Tampoco he visto mucha gente negra hasta ahora, ni india, ni mestiza. A Sudáfrica la llaman la nación del arcoíris por la cantidad de culturas y etnias que conviven en ella (solo oficiales tiene 11 idiomas…) pero, de momento, no he encontrado esa mezcla. Y si he visto negros, ha sido en los puestos de trabajo del sector servicios atendiendo a blancos. La cajera del súper, la camarera de la cafetería, el guía del safari, el recepcionista del hostal, el operario de las obras en la autopista… No obstante, sé que Sudáfrica no es así ya; lo que ocurre es que Gauteng es la región con mayor porcentaje de blancos del país. Si te vas hacia el interior el paisaje cambia, o eso nos ha dicho Etienne, que es el conductor del safari que he contratado.

Cuenta que se ven muchos townships, es decir, poblados de chabolas con techo de metal donde la población es bastante pobre. Ya vi algunos de esos a la salida de Johanesburgo: kilómetros de miseria que me recordaron a los invernaderos de Almería o los suburbios de Bombay, ambos espacios tan exagerados que se distinguen incluso desde un avión.

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Dos mujeres y una niña, junto a una de las carreteras entre Johanesburgo y el Parque Nacional de Kruger. / © Lola Hierro

He leído un poco sobre la historia de Sudáfrica, sobre la segregación racial y el racismo del apartheid, sus pérfidas normas y el daño tan grande que hizo en este país. Un daño que, pese a los esfuerzos de los premios Nobel de la Paz Nelson Mandela, Frederik de Klerk o Desmond Tutu, aún persiste.

LAS HISTORIAS DE ETIENNE

Esto me cuenta Etienne, vamos. Él es blanco, de ascendencia afrikáner, es decir, el grupo étnico de origen neerlandés que empezó a colonizar el sur del continente a partir del siglo XVII. Pero, por su manera de pensar y su estilo de vida, se diría que este Etienne es más bien un ciudadano del mundo. A este nombre responde un fortachón entrañable de ojos azules, barba rala y revuelta, sobrepeso evidente, un tatuaje de un oso panda y otros que no logro identificar desperdigados por sus brazos y piernas. Vapeador incansable, siempre va descalzo —en tres días que llevo con él no le he visto con zapatillas o chanclas en ningún momento—, es amigo de sus amigos, amante de los animales y venera a sus perros; de ellos se puede tirar horas hablando.

Dice de sí mismo que es un ser sociable, que le gusta conocer gente para que le cuenten cosas diferentes, aprender de todos… Quizá por esas ganas de saber habla seis o siete idiomas, ya no recuerdo cuántos dijo, entre ellos suajili, que se utiliza en Kenia, Tanzania, Uganda… A miles de kilómetros de donde él vive.

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Pasamos por áreas realmente frondosas. / © Lola Hierro

En fin, Etienne es un personaje que cuenta historias de sus viajes por todo África y que sabe explicar de manera muy clarificadora el contexto sudafricano en el que nos movemos en estos tiempos. Él es quien me cuenta que están aumentando mucho las tensiones en el país porque el problema del racismo está más sensible que nunca. A una política, exalcaldesa de Ciudad del Cabo, casi se la comen hace un par de años por decir que el colonialismo trajo algunas cosas buenas (en el sentido de desarrollo económico, infraestructuras, etc…).

Sin embargo, cuando un líder de la oposición dice a la prensa que hay que matar a los granjeros blancos, que una bala por cada blanco (el lema del Congreso Panafricanista de Azania, hoy sin escaños), nadie se escandaliza. O que están cambiando los nombres de algunas ciudades para desterrar el pasado colonialista blanco. Así, por ejemplo, Neelspruit ahora es Mbombela. Etienne piensa que no se debe hacer este cambio porque la historia no se puede modificar y lo que hay que hacer es aprender de ella, no enterarla.

A mí me pilla todo de nuevas y no me atrevo a opinar.

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¡Nuestra primera foto en Sudáfrica! / Cortesía de un turista anónimo
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Esculturas de animales a la venta en una carretera camino del Parque Nacional de Kruger. / © Lola Hierro

Y mientras, en estos tres días que llevo aquí, yo he visto barrios ricos con gente blanca y barrios pobres con gente negra. Un ejemplo es Numbi, un pueblo cuyo nombre también lo toma una de las puertas de acceso al Parque Kruger. Ya solo el olor a basura quemándose te sitúa en un escenario diferente. Casas humildes, algunas con el ladrillo o el hormigón sin recubrir, puestos de comida callejeros (bendito olor a barbacoa…), caminos de arena, mucha vida en la calle y mayor densidad de población, comercios con su producto pintado en la pared… Hasta se ve que la gente viste de manera distinta, con más mezcla de colores y estampados, sobre todo las mujeres y los niños.

Y todo esto voy pensando mientras me paseo por carreteras flanqueadas de pinos y eucaliptos colonialistas.

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Una puesta de sol sudafricana entre nubes. / © Lola Hierro

Estas son todos los relatos de Sudáfrica:

I. Colonialismo entre pinos y eucaliptos
II. ¿Dónde están los leones de Kruger?
III. Ciudad del Cabo es un paraíso hipster
IV. Cómo llegar al fin del mundo
V. El frío da más miedo que los tiburones
VI. Los rincones más bonitos de Ciudad del Cabo
VII. Soweto rico, Soweto pobre
VIII. Tres museos imprescindibles de Sudáfrica
EXTRA: ¿Cuánto cuesta viajar a Sudáfrica?

4 respuestas a «SUDÁFRICA I: COLONIALISMO ENTRE PINOS Y EUCALIPTOS»

  1. Pingback: ¿CUÁNTO CUESTA VIAJAR A SUDÁFRICA? | Reportera nómada

  2. Pingback: SUDÁFRICA V: EL FRÍO DA MÁS MIEDO QUE LOS TIBURONES | Reportera nómada

  3. Silvia

    Te sigo desde que instske el Instagram, me encantan tus historians, pero es la primera vez que lo yu blog. Me encanta que cuentes todo lo que ves, lo bueno lo malo, que te intereses por las personas que cornices yd des vidibilidad y vez.

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