15 curiosidades que hacen única a Edimburgo

Una de las cosas que más me gusta en el mundo es hacer listas, sí. Listas de tareas, listas de películas que ver, listas de países y ciudades que quiero visitar, de la compra, de llamadas que devolver, de libros que leer, de restaurantes rarunos que probar… qué sé yo. En esta entrada junto de dos de mis filias: las fotos y las listas. Cuando recorría Edimburgo me di cuenta de que había muchos momentos que quería inmortalizar, muchas mini historias que contar basadas en personajes y lugares con encanto que me encontré. Esto, seguramente, se iba a traducir en un post aburridísimo y larguísimo, así que con esta lista de cosas que hacen única a la capital de Escocia, voy a intentar ser amena. Esto no es nada del otro jueves; solamente algunos instantes que quiero compartir con la humanidad 🙂

1. Tiendas de souvenirs

Cualquier cosa susceptible de llevar cuadros que uno pueda imaginar se encuentra aquí: faldas de tartán, camisas, camisetas, gorros, bufandas, calcetines, medias, llaveros, imanes… Los souvenirs de Escocia son, por lo general, feos y malos, salvo los auténticos kilts escoceses, que puedan encontrarse de calidad y con mucha facilidad en cualquier tienda. Por supuesto, también se venden las famosas galletas de mantequilla Walkers en todas sus formas y tamaños.

Una tienda en High Street, Edimburgo. ©Lola Hierro

 

2. Señores en kilt

No es que abunden, pero me crucé con cinco o seis durante mi periplo escocés. Hace mucha ilusión encontrarte a señores tan elegantes con su camisa, chaqueta, mocasines y… ¡falda! Para mi gusto tienen un aspecto un poco cómico, pero eso no puede decirse en voz alta por allí ya que ellos toman muy en serio este atuendo, que proviene de sus más profundas raíces culturales. Aunque se usa sobre todo en bodas y otros acontecimientos así de importantes, su precio se ha popularizado lo suficiente como para que muchos hombres lo usen a diario. Consta de hasta ocho metros de tela plisada y la elección del estampado no es casual, ya que cada clan tiene su propio diseño con colores y repeticiones de cuadros diferentes. Si no me equivoco, el de este señor es el del clan Mc Arthur.

Un señor con kilt esperando a que el semáforo se ponga verde. ©Lola Hierro

 

3.  Ambiente hindú

El Reino Unido acoge población de antiguas colonias como el Caribe, India o Pakistan y, hoy en día, la población india en Escocia es significativa: unos 4.000  indios estudian en Escocia y otras 55.000 personas de origen asiático viven en este territorio, es decir, un 1% de su población, según su portal oficial de turismo. No es raro que se haya construido un buen número de templos hindúes, sobre todo en Glasgow, Edimburgo y Dundee. En los últimos 20 años también se han levantado mezquitas y han proliferado los restaurantes y comercios indios, y varios cines  como el Edimburgh Cineworld pasan películas de Bollywood. Por haber, hay hasta festivales que emulan el famoso Khumb Mela indio, esta el  Edinburgh Mela Festival y el Glasgow Mela. Ambos se celebran en verano e incluyen exhibiciones de teatro, de cine, actuaciones de danza, puestos de comida y artesanía… son el lugar perfecto para disfrutar el sabor de India sin salir de Escocia.

Una bella mujer india en Edimburgo. ©Lola Hierro

 

4. Tabernas

Este es un clásico básico. Las hay por doquier y la inmensa mayoría están decoradas de de una manera tan acogedora y atractiva que suponen una verdadera tentación para el viajero o visitante que se encuentre ávido de una buena pinta de cerveza. Hay que tener mucho cuidado en estos lagares ya que, a la mínima, te encuentras rodeado de animados escoceses que no tienen fin en eso de empinar el codo. Es muy fácil perderse… empiezas con una pequeña levadura y acabas bebiendo whisky escocés a palo seco con un montón de Mc Arthurs y Mc Donalds igual o más beodos que tú. Además, la mayoría de estas tabernas cuentan con música en directo que contribuye a animar aún más el ambiente. Siempre encontrarás una cerca de tu hotel, si es que este mismo no cuenta con una.

Un grupo de caballeros se adentra en uno de los muchos templos de la perdición que hay en Edimburgo. ©Lola Hierro

 

5.  Artistas callejeros

En la Royal Mile uno encuentra de todo:  pintores, malabaristas, payasos, músicos, guías turísticos y hasta la señora con más piercing en la cara del mundo mundial, una latinoamericana de enormes dimensiones a la que casi no se le ve la cara porque tendrá, lo menos, cien pendientes colgando de ella. (No hay foto porque exige dinero).  Estos artistas dan mucha vida a la ciudad, y los hay con verdadero talento. También en otras ciudades como Inverness se aprovecha el más mínimo rayo de sol para sacar toda la parafernalia. Otra cosa que también abunda en la Royal Mile escocesa son los puestitos de artesanía, que destacan por la calidad de sus productos: desde joyería de plata con motivos celtas hasta bolsos y mochilas de cuero. Todo bueno y bonito, aunque nada barato.

Una mujer se deja retratar por un pintor callejero. ©Lola Hierro

 

6. Gaiteros

Otro clásico básico. El de la imagen se llama Peter y aprendió a tocar gracias a su abuelo, según me contó. Los gaiteros en Escocia son casi como los gitanos con guitarra y cajón en Sevilla. Se ponen a tocar en los lugares más insospechados: en plena calle de Edimburgo o a las puertas de un castillo perdido en medio de las Highland. Supongo que para los escoceses no son nada del otro mundo pero a mi me maravilló lo bien que tocaban y, sobre todo, cuánto tiempo pueden estar dale que te pego sin descanso. ¡Me dejé unas buenas propinas en este viaje!

Peter, el gaitero de la Royal Mile. ©Lola Hierro

 

7. Gente joven

Parece una tontería, pero es algo en lo que me fijé en Edimburgo y que me gustó muchísimo: la ciudad está llena de gente joven. Será porque tiene cuatro universidades que acogen a más de 100.000 estudiantes (la quinta parte de la población), será por que es una ciudad muy animada y con muchas ofertas de trabajo, por sus festivales veraniegos, porque no es tan grande como para agobiarse ni tan pequeña como para sentirse un marginado del mundo… no lo sé, pero el ambiente es una pasada.

Un chaval whatsappeando… Seguro, ¡vamos! ©Lola Hierro

 

8. Cabinas telefónicas

No son únicas de Londres, sino que están en todo el Reino Unido, incluyendo Escocia, claro está. Estas míticas cabinas son parte del mobiliario urbano de las islas británicas pero también son un elemento importantísimo de su acervo cultural. Sin embargo, van a quedarse para el recuerdo porque su dueño, British Telecom, planea sacarlas de las calles para venderlas a particulares que las quieran instalar en sus jardines, comercios, etc. ya que su uso está de capa caída: las llamadas desde los teléfonos públicos han caído un 80% desde 2007 y no aportan beneficios, más bien al contrario: un 60% de ellas provocan pérdidas, según la compañía. En 2012 quedaban 11.000 de las 70.000 que había a finales de los años sesenta.

Cabinas ‘made in England’. ©Lola Hierro

 

9. Orgullo patrio

Si en España sacas una bandera española, eres un facha. Si sacas una ikurriña o una estelada, eres un nacionalista-terorrista. En Escocia tienen más sentido común y ondean sus banderas orgullosamente en todos los sitios susceptibles de colgar una: en lo alto de los edificios, en el castillo de Edimburgo, en cualquier edificio público (esto como en España), pero también en bares, librerías, tiendas de ropa, de souvenirs, casas particulares… la bandera escocesa, también llamada saltire o Cruz de San Andrés, es azul con un aspa blanca y nunca se pierde de vista. La primera evidencia histórica que se guarda es de 1385, pero su leyenda es muy anterior: se cuenta que en el 832, el rey Angus II de los Pictos dirigió a los escotos a luchar contra los anglos. Pronto se vieron rodeados por estos últimos y pensaron que iban a morir, así que se pusieron a rezar. Durante la noche, San Andrés se apareció al rey y le prometió la victoria. Al día siguiente, una cruz blanca como aquella en la que había sido martirizado el santo apareció sobre el cielo azul, en el campo de batalla, y esto dio a los escoceses una valentía que hizo que derrotaran a los ingleses. Desde entonces, es su emblema.   

La bandera escocesa, en una esquina de la Royal Mile. ©Lola Hierro

 

10. Tribus urbanas

En una ciudad con tanta gente joven, no es raro encontrarse heavies, punkis, góticas, hippies, rastafaris y demás fauna urbana. Está muy bien que la ciudad sea tan variada; hay muchas tiendas de música especializadas, por ejemplo, y de ropa, amén de garitos y música de todo tipo.

Un jevi con boina y sus colegas. ©Lola Hierro

 

11. Black cabs

Igual que las cabinas de teléfono, este clásico también se mantiene. Los relucientes taxis negros recorren la ciudad vieja y la nueva día y noche. Son como los de Londres: elegantes, cómodos y grandes, ya que caben cinco personas mas el conductor. Pero ojo, si vas con el presupuesto justo, mejor toma el autobús o camina, ya que no son baratos: la bajada de banderas son 2 o 3 libras, dependiendo si es de día o de noche, y por cada 200 metros cobran 0,25 libras.

Mujeres cargadas de maletas, a la caza del taxi. ©Lola Hierro

 

12. Amables conductores

Si no te da para coger un taxi, monta en alguno de los cientos de autobuses que recorren Edimburgo las 24 horas del día. No fueron sus dos pisos los que me llamaron la atención sino la extrema amabilidad de sus conductores. Allá donde me dirigí, esto fue una constante. Un aviso: salvo en los Airlink que van a al aeropuerto, hay que pagar con el importe exacto. El billete sencillo cuesta 1,5 libras.

Un conductor de Lothian Buses en plena faena. ©Lola Hierro

 

13. Gente pelirroja

Menos mal que ya no se quema a las pelirrojas en la hoguera como en los tiempos medievales, porque en Escocia se quedarían solos: un 13% de su población tiene el pelo de este color. He de decir que me encantan las cabelleras rojas, desde las que son casi burdeos o caoba hasta las que son naranjas chillonas; me parecen súper bonitas, qué le voy a hacer, sobre gustos no hay nada escrito. El caso es que en esta ciudad es muy habitual cruzarse con hombres y mujeres de llameantes cabelleras, es una maravilla 🙂

Una chica pelirojísima y su colega. ©Lola Hierro

 

14. Biciclismo

Muchos edimburgueses utilizan la bicicleta para desplazarse por ser un medio de transporte barato, ecológico y que permite recorrer las distancias de una ciudad que no es muy grande. Está tan asentado que hasta existe un mapa interactivo de rutas ciclistas súper útil. Por lo que he sabido, no es difícil hacerse con una bici de alquiler, pero ojo, hay que ser buena gente, no como en Vietnam, donde todo vale. En Escocia usa caso, luces delanteras y traseras siempre, y no hagas maniobras peligrosas ni vayas por sitios prohibidos. Los escoceses son muy majos pero, si ven que estás haciendo alguna pirula, te pitarán y te gritarán; son muy estrictos con las normas de circulación.

Muchachos con su bici. ©Lola Hierro

 

15. Los closes

En cualquier otra ciudad serían los bajos fondos sin más, pero en Edimburgo tienen personalidad propia. Siglos atrás, estos callejones fueron el escenario de brutales asesinatos, robos y otros crímenes, ya que los maleantes se aprovechaban de que eran zonas oscuras y solitarias, pero hoy en día su fama es bien distinta, pues se han convertido, en muchos casos, en pequeñas obras de arte arquitectónicas y son muy codiciados; de hecho, algunos son privados y no se pueden ver. Merece la pena adentrarse por los que aún son públicos, ya que desde varios de ellos se puede gozar de muy buenas vistas de Edimburgo y muchos tienen, además, alguna tienda o tabernita escondida. Cada uno lleva por nombre el gremio a cuyas casas o comercios se accedía a través de ellos. así, está el de los abogados, el de los pescadores, el de los carniceros, el de Jackson (que será por una familia llamada así, supongo).

Closes de la Royal Mile de Edimburgo. ©Lola Hierro

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2 respuestas a «15 curiosidades que hacen única a Edimburgo»

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  2. Angie

    ¡Me han encantado! Lo de los conductores de autobús también me llamó mucho la atención cuando me mudé a Edimburgo, nada que ver con mi ciudad, Barcelona. Desde entonces, allá adonde voy intento repartir un poquito simpatía en todos los autobuses, a ver si a las demás ciudades también se les contagia un poco, jaja, ¡ni que sea dar los buenos días!
    Me voy a leer otras entradas de Escocia, que tienen muy buena pinta.

    Un saludo!

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