Glencoe: una belleza que hace daño

Ahora entiendo por qué se describe a Glencoe  como un lugar dramático. La tierra es casi negra, como negros son los ríos que surcan el valle. La vegetación, crecida, es verde, amarilla y marrón, como si estuviera muriendo. No hay apenas árboles, sopla el viento entre las montañas, que son altas, escarpadas como cuchillas y bastante alejadas unas de otras, como si se odiaran. Entre ellas, interminables parajes baldíos donde no hay no se ve ni una casa, ni un hombre, ni una oveja. Es el vacío, la desolación.

El valle de Coe, o Glencoe. Aquí hubo una gran masacre entre clanes en 1692. ©Lola Hierro

Lagos negros. ©Lola Hierro

La única casa de todo el valle. ©Lola Hierro

Las montañas lloran riachuelos que descienden vertiginosamente desde los picos, huyendo de algo que parece asustarles, y las nubes, grises, densas, pesadas, se enredan en las cimas, y ahí permanecen, quietas. Glencoe posee la misma atmósfera de tensa calma de un cementerio. Parece que los espíritus de los 38 miembros de los Mc Donalds, masacrados aquí por el clan rival de los Campbell en 1692 por no haber jurado lealtad al nuevo rey Guillermo de Orange , aún estuviesen custodiando estas tierras. Glencoe es de una belleza abrupta que daña la vista.

Nubes que se enredan en las cimas. ©Lola Hierro

Montañas que lloran. ©Lola Hierro

Es una suerte que el autobús que se dirige a Edimburgo desde Fort William coja la carretera A82, que atraviesa este evocador valle, del que se dice que es uno de los más espectaculares de todo Reino Unido. En él me encuentro, feliz porque voy a dejar de pasear la mochila después de siete días sin parar. En la capital de Escocia voy a quedarme hasta el día de mi partida a España.

Paisajes desde el autobús. ©Lola Hierro

Este autobús nos ha obligado a hacer un transbordo muy raro. Se ha detenido en una parada, en medio de la nada, donde solo se ve el valle, la carretera y tres casas contadas. Pero ha sido muy cómodo porque no habían pasado ni 30 segundos cuando ha llegado otro autobús que nos ha recogido. Este sí, este nos lleva a Edimburgo. Mientras, el conductor del vehículo que nos había llevado hasta entonces ha esperado hasta vernos a todos montados en el nuevo. Incluso se ha bajado para decirle a su colega que yo llevaba un billete combinado que me sirve para llegar hasta el final de la ruta.

Se avecina tormenta. ©Lola Hierro

Ejecutivos esperando algo o a alguien en Fort William. ©Lola Hierro

Ha sido una pena no poder ir a Glencoe de excursión con Kira, mi amiga alemana, pero como ya nos imaginábamos anoche, ha llovido a todo llover desde primera hora de la mañana. Nos ha sido imposible salir con este tiempo. Al menos he visto el paisaje desde el autobús, algo es algo, pero creo que hacer una ruta por estos pagos debe ser alucinante.

Noticias funerarias en Fort William. ©Lola Hierro

Por el mal tiempo, Kira ha decidido adelantar su viaje a Glasgow y se ha marchado a las once de la mañana. Yo hubiera hecho lo mismo, pero me salía muy caro cambiar mi billete, así que me he quedado en la pequeña ciudad de Fort William haciendo tiempo. Fort William es una villa de unos 9.000 habitantes cercana al Ben Nevis, la montaña más alta de Reino Unido. Esta pequeña población está considerada la meca del turismo rural y de aventura. Me he visto todos los comercios de High Street —la calle principal—, que venden sobre todo ropa de montaña o cerveza porque son pubs.

¡Hágase un traje de escocés al mejor precio! ©Lola Hierro

Fort William lluvioso.©Lola Hierro

La pequeña iglesia de St. Andrews, de 1817, estaba hoy desierta pero impecable, con sus vidrieras de colores y una mampostería envidiable.  Los muros, levantados con granito de Caen (Francia) conforman una única nave central que terminan en un altar muy elegante. El baptisterio, en la parte trasera, tiene un aire medieval y está coronado por una fuente preciosa. El templo, que forma parte de la iglesia episcopal escocesa, está separada del bullicio de la calle principal por un tranquilo cementerio, así que, una vez dentro de sus muros, el silencio es total.

Iglesia de St. Andrews. ©Lola Hierro

En el pequeño cementerio de St. Andrews. ©Lola Hierro

Interior de St. Andrews. ©Lola Hierro

El baptisterio.©Lola Hierro

El West Highland Museum (gratuito) es el espacio que más sorprende de Fort William si no se tienen en cuenta los paisajes y las actividades al aire libre. Es muy completo y ayuda a comprender mejor la historia de las tierras altas escocesas. La visita comienza en una sala que recoge objetos y documentación sobre la historia de los commanders, un destacamento de élite del Ejército británico que durante las dos guerras mundiales llevaron a cabo importantes hazañas.

El museo. ©Lola Hierro

La sala de los ‘commanders’. ©Lola Hierro

A continuación, otra sala describe cómo era la casa del gobernador de Fort William, otra está dedicada a la historia de los jacobitas, que fueron los que apoyaron la línea sucesoria de los Estuardo y cuyo nombre tomaron del rey Jacobo VI de Escocia. También hay documentación sobre la matanza de Glencoe, incluyendo un manuscrito donde los Campbell dan cuenta al rey de su fechoría, y sobre todo de la historia de Bonnie Prince Charlie o el príncipe Carlos de Estuardo, que plantó cara a Reino Unido con el levantamiento jacobita de 1745. Fue un príncipe muy amado por los clanes escocés, pero finalmente fue vencido en la sangrienta batalla de Culloden en 1746. Cuando su rebelión fue sofocada, cualquier cosa que tuviera que ver con las Highlands pasó a estar proscrita, incluso los cuadros de su líder, que consiguió exiliarse. Este museo alberga auténticas curiosidades, como un diminuto retrato que a primera vista solo es una mancha, pero que si se coloca delante de un espejo cilíndrico, se descubre la imagen del príncipe. Bonnie Prince Charlie salió del país con ayuda de Flora Mcdonald, una heroína para los escoceses, perteneciente a la nobleza que simpatizaba con su causa y que le llevó hasta la isla de Skye disfrazándole con ropas de su criada, desde donde él huyó a Francia.

Objetos de Flora Mcdonald a la izquierda. A la derecha, el retrato oculto de Bonnie Prince Charlie. ©Lola Hierro

También existe una sala destinada a la flora y fauna de las Highlands que está llena de réplicas de animales autóctonos. La más impresionante es la de un águila dorada, una especie en peligro de extinción de la que solo quedan 500 ejemplares. Luego, la sala de las vestimentas alberga trajes de la época victoriana y también los típicos kilts escoceses con toda su parafernalia y complementos.

Kilts de otros tiempos. ©Lola Hierro

Ropajes victorianos y hasta una bici de por entonces. ©Lola Hierro

En la sala de la arqueología sorprenden los restos de un galeón de la Armada Invencible española que se hundió en las costas de la Uig, en la isla de Skye.

Una gaita muy, muy, muy antigua. ©Lola Hierro

A mi salida del museo me he frustrado porque seguía lloviendo bestialmente, me he calado hasta los huesos en las pequeñas carreras que me he pegado entre tienda y tienda por la calle principal. Los últimos momentos en Fort William los he dedicado a despedirme de los dos chicos españoles que trabajan en el hostal donde he dormido. Son muy majos y están muy contentos de tener un trabajo allí que les permite no depender de sus padres, aprender inglés y estar ocupados con algo. Aunque sea fregar el suelo. El ambiente que existe en el hostal es buenísimo y se ve a la legua que lo están pasando fenomenal. Eso sí, ¡qué mal he dormido en esta cama! Por primera vez desde que llegué a Escocia he pasado frio por la noche, y no he parado de dar vueltas en la cama toda la noche porque se me clavaban los muelles en la espalda.

Dos despistados por High Street. ©Lola Hierro

High Street empapada. ©Lola Hierro

Por hoy solo me queda decir que he hecho un descubrimiento maravilloso: los supermercados Morrison, baratos y llenos de cosas ricas. Me he hinchado a la hora de comer. Cómodamente apoltronada en el autobús que me llevaba a Edimburgo, he almorzado una pasta al pesto, unas ricas samosas hindúes y unas aceitunas aliñadas con algo muy sabroso y con trozos de queso feta. ¡Qué bueno está todo!

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4 respuestas a «Glencoe: una belleza que hace daño»

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  2. Lidia

    Me parecen geniales tus articulos y las fotos que los acompañan. Estamos pensando en la posibilidad de ir a Escócia a partir de la segunda quincena de Septiembre o principios de Octubre, lo único qué me preocupa és si en és a época aún encontraremos los famosos midges. Tengo importantes reacciones alérgicas a las picadas de mosquito y parece que Escócia és el paraiso de éstos insectos. Sabes si en esa época del año aún persisten? No qusiera pasarme todo el viaje con esa mosquitera en la cabeza! Si tienes alguna informació sobre ello, por favor, dimeló. Felicidades de nuevo por tus articulos. Gracias

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    • Lola Hierro Autor de la entrada

      Hola Lidia, yo no vi mosquitos pero deberías buscar información más fiable que la que te pueda dar yo, que solo soy una persona anónima que vivió una experiencia puntual. Que yo no los sufriera no significa que no haya. Te recomiendo que no intentes solucionar este tipo de cosas preguntando a blogueros, no somos nadie ni tenemos la verdad absoluta, solo opiniones que no van a ninguna parte. Busca información más fiable en fuentes oficiales. Por ejemplo, en la oficina de turismo de Escocia. O consulta a tu médico de cabecera para que te diga qué hacer en caso de que te piquen. Un saludo y gracias por escribirme.

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