Botín recibe el tradicional rapapolvo de sus accionistas minoritarios

Una Junta General del Banco Santander no sería nada si no fuera por el turno de intervenciones de sus accionistas minoritarios, un clásico de las reivindicaciones históricas de estos pequeños inversores que, un año más, no tuvieron piedad a la hora de plantear sus quejas, peticiones y denuncias a Emilio Botín. En esta ocasión, los intervinientes pidieron, entre otra cuestiones, justicia para los inversores del fondo inmobiliario Banif, el cese como consejero de Alfredo Sáenz, una explicación de la vinculación del banco con la industria armamentística o la rebaja de los sueldos de los directivos.

El turno de intervenciones se auguraba escabroso simplemente con el rapapolvo del propio Botín, quien se refirió a los accionistas que iban a participar como «los de las 500 acciones, que siempre tienen que cuestionar y tratar de impugnar las decisiones del banco».

Una primera y muy dura intervención vino por parte del accionista Javier Sotos, quien se refirió a Banif como un «corralito impresentable» y denunció la actuación que la entidad ha tenido con 43.000 clientes, «personas que pusieron sus ahorros en manos del Santander pensando que el banco nunca les fallaría». «Ahora no pueden llevar una vida normal porque su dinero está retenido» afirmó Sotos. En esta línea, acusó también al señor Saénz de que bajo su «condición de máximo responsable», ha «eludido sus responsabilidades, ocultado la situación del fondo y lucrado con la situación», críticas que provocaron que Botín se enfadara amenazándole con quitarle el turno de palabra.

Junta de accionistas del Santander.

Junta de accionistas del Santander.

Botín, “no sea usted zafio”

Y si con esta intervención subió la temperatura de la sala, más lo hizo con las palabras de Antonio Panero, quien mostró su desacuerdo con la reelección de Sáenz Abad por la condena que pesa sobre él por un delito de acusación y denuncia falsa, y la pregunta de por qué en la memoria anual del Banco no se ha dado información sobre la sentencia. «Señor Sáenz, la sentencia dice que usted debería estar en la cárcel, es imposible metafísica y éticamente que esté presente y por eso pido que se desaloje inmediatamente a este señor de la silla que ocupa», dijo. Estas manifestaciones llevaron a Botín a amenazar, una vez más, con quitarle el micro, y a Panero a increpar al presidente de la entidad con un «no sea usted zafio».

El accionista Camilo Soler Checa se unió al coro de acusaciones contra Sáenz, calificando como «indignante» y «una ignominia» que ocupe el cargo de presidente del Consejo de Administración, y advirtió que aunque no quieran que se moleste o desacredite al directivo, «lo cierto es que está condenado». «Y si fueran ustedes honestos, seguirían el mismo camino que él debe seguir«, añadió.

Además, cuestionó la importancia que el Banco da a sus asociados, dado que la acción «baja y baja» —actualmente tiene un valor de algo más de ocho euros— y sin embargo la entidad dice estar presentando «los mejores resultados de su historia».

«Por una vez defienda los intereses de los accionistas y gánese el sueldo, que por cierto ha subido, siendo los mas altos de España», acusó, para terminar con una pregunta: «Con la situación actual del país, ¿no les parece vergonzoso haber cobrado 36 millones de euros y haber incrementado su fondo en 12 millones más?».

El resto de accionistas presentaron peticiones, quejas y propuestas de toda índole, como la de Jordi Calvo, que quiso conocer las relaciones del Banco con la industria armamentística. Calvo aseguró que el grupo ha financiado el sector a partir de la participación accionarial en empresas de fabricación de armas mediante la concesión de créditos y también mediante la financiación de exportaciones, y puso como dato de especial relevancia la vinculación del Santander con una empresa americana que se dedica íntegramente a la fabricación de misiles y bombas de racimo, algo que Botín negó con rotundidad.

Doscientos folios en inglés

También hubo quien quiso poner su caso particular en conocimiento del banquero y del resto de accionistas, como un padre disconforme con el despido de su hijo que amenazó con llevar el caso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, u otro accionista que planteó que en una oficina de Madrid había pedido información sobre sus inversiones y le dieron 200 folios en inglés. «Yo no sé el idioma, así que por favor, ¿me puede decir donde me dirijo con estas 200 hojas para que me las traduzcan?», preguntó.

El punto de vista de la mujer estuvo representado por la particular visión de la accionista Cristina Ruiz Pelayo, quien comentó que le parecen excesivos los sueldos que se da a los consejeros delegados porque cuando se da tanto sueldo a un hombre «no se le aguanta como marido», afirmó. Y añadió más: «Cuando un hombre tiene una economía muy alta, es horroroso el tipo de mujer que se le acerca, es una realidad palpable en la sociedad española actual».

Por último, los derechos de los trabajadores de la entidad estuvieron defendidos por el representante sindical de los mismos, quien denunció la interminable cantidad de horas extra no remuneradas que realizan anualmente -ocho millones, según sus datos- y la abusiva jornada laboral de ocho a ocho que no sólo «no concilia la vida laboral y familiar» sino que es una excusa para «encubrir jornadas de 12 horas».


Esto era un artículo que servía de apoyo para otra historia en Diario Crítico y que al final no ha sido publicado porque mi jefe, Fernando Jáuregui, consideró que era demasiado duro con el señor Botín. Por eso está un poco incompleto en cuanto a algunas informaciones. El caso es que no quería que quedase por ahí olvidado, y por eso lo publico aquí. Hoy he ido a la Junta Anual de Accionistas del Banco Santander y ya he visto que no todo es bonito y precioso.

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