MEMORIAS DE ASIA, VIII: EL YANGÓN HIPSTER

Tras las dos últimas visitas de ayer a lugares típicos y tradicionales de Yangón, decido que ya vale de pagodas y que voy a descubrir una ciudad algo más moderna. Para eso, armo sobre mi mapa una ruta de cafeterías, tiendas y galerías de arte que elaboro bicheando en un sinfín de páginas web sobre turismo hipster y moderneo en esta cosmopolita ciudad. Que fuera capital de Birmania tanto tiempo le ha dejado capas y capas de diversidad. He aquí una ruta de un día por algunos de los espacios de la Myanmar del siglo XXI.

Salgo muy pronto porque solo tengo hasta las cinco; luego me voy a la ciudad de los mil templos, Bagán, en autobús. Tan temprano es que no hay aún casi nada abierto, así que paro en el exclusivo hotel Strand, donde se han alojado personajes como Kipling u Orwell. Es antiguo, pero reformado siguiendo su estilo primigenio; súper lujoso, precioso. Eso sí, el café me cuesta siete euros.

Luego paro en Pomelo for Myanmar, otra tienda de comercio justo igual de bonita que la de ayer, y me compro un cuaderno, pero me hubiera llevado media tienda. En su interior ofrecen productos elaborados por artistas locales que han pasado o pasan por situaciones difíciles: desde exniños de la calle que han recibido formación en carpintería o en elaboración de jabones, mujeres refugiadas del estado de Kachín… Dicen en la tienda que intentan conectar diseño e impacto porque cada compra realizada contribuye a conseguir un cambio social y económico de las comunidades marginadas con las que trabajan.

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El edificio del periódico Myanmar Times. / © Lola Hierro

Toda una mañana de caminatas me lleva a Green Gallery, que es una cafetería que, según leo, alberga exposiciones de arte en sus paredes. Está situada en una calle desierta que me cuesta encontrar, de edificios anodinos, y encima está cerrada. Mal empezamos, aunque lo bueno de la caminata es que tengo oportunidad de ver y fotografiar muchas escenas de la vida cotidiana capitalina: con sus mercados, sus ciudadanos de aquí para allá… De ahí, a Pansodan Gallery, que está sí, tiene obras de artistas birmanos. Está en la primera planta de un edificio destartalado y parece más bien un taller estudio de artistas porque están todos los cuadros por ahí amontonados, es muy caótico, pero es genial ir husmeando por los rincones y encontrando obras de toda clase. En general, todo es muy colorido. Y diría que todo se puede comprar.

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Cuadros apilados y en venta en Pansodan Gallery. / © Lola Hierro
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En Pansodan también te ofrecen un café. / © Lola Hierro
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Más cuadros en la galería Pansodan, hay cientos. / © Lola Hierro

El dueño me recomienda ir a otro local cercano que se llama Myanmar Matika, y ahí que me dirijo. Por el camino, paso por delante de la redacción del Myanmar Times, cuyo edificio y rótulo son muy de película de Marvel; no sé por qué me da esa sensación. ¡Me parece preciosa! Matika también es difícil de encontrar porque se encuentra en un local muy estrecho y no demasiado visible. Tiene libros de segunda, tercera y octava mano, la mayoría en birmano. Polvorientos, amarillentos, con anotaciones a boli y lápiz, con las páginas muy finas por el desgaste del tiempo. Hay desde novelas románticas hasta lo que parecen ensayos sesudos sobre temas variopintos.

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Librería Matika. / © Lola Hierro
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Ni idea de qué pone. / © Lola Hierro
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Novelas de segunda mano en Matika. / © Lola Hierro
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Otro rinconcito de Matika, con cuadros, cuadernitos, libros… / © Lola Hierro

De camino a la siguiente parada cruzo una calle donde hay un mercadillo de libros de segunda mano con toda clase de obras, la mayoría viejas y un poco estropeadas por el tiempo. Pero eh, es fácil encontrar libros en inglés en buen estado en Yangón. De hecho, no conté que desde el primer día en la ciudad me he ido encontrando pequeños puntos de venta en las aceras de las calles en los que se pueden encontrar ejemplares muy interesantes e irresisitibles. Ahora mi mochila pesa unos kilos más que antes porque me he agenciado copias de A burmese Odyssey de Pascal Khoo Thwe, Burmese Days de George Orwell y On the road to Mandalay, de Mya Than Tint.

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Librería callejera. / © Lola Hierro
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Tebeos en birmano. / © Lola Hierro
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Cuatro banquetas, unas tablas y un toldo. Y ya tienes librería. / © Lola Hierro

Entre calles repletas de libros llego, ya sí, a The River Gallery, una galería ya bien moderna, con arte birmano también, sobre todo pintura y algo de escultura y artesanía. Esta me rechifla, vamos, me hubiera llevado casi todos los cuadros a casa, pero ninguno baja de 1.500 dólares y la mayoría superan los 2.500. Mi favorito: el de una mujer y un niño caminando de la mano y de espaldas al espectador.

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Una obra de arte en The River Gallery. / © Lola Hierro
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Entrada principal de The River Gallery. / © Lola Hierro
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Escultura modernísima en The River Gallery. / © Lola Hierro
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Mi cuadro favorito. / © Lola Hierro
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Más obras de The River Gallery. / © Lola Hierro

Después de una buena caminata, toca hacer parada técnica en Rangoon Tea House, mi nueva cafetería favorita de esta ciudad. Esta vez me sirven un plato de fruta que no se salta un galgo.

Como ya no sé qué más hacer y todavía no es ni la una, decido ir en taxi al lago del parque Bogyoke (se llama igual que el mercado al que fui el día anterior)  porque he visto en Internet que hay una especie de barco de oro con cabezas de dragón. Llego en taxi, pues, de lo contrario, sí que se me echaría el tiempo encima, y el conductor se mete dentro del parque, hasta la cocina.

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Parque Bogyoke, con sus puentecitos. / © Lola Hierro
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Chavales haciéndose un selfi con el palo y todo. / © Lola Hierro

El recinto está llenísimo de gente, sobretodo chavales vestidos de manera muy elegante, con longhis (una pieza de tela tradicional de este país que se anuda en torno a la cintura), sobre todo las chicas. El parque está un poco sucio, pero no le resta gracia. En el mapa es inmenso y pronto me percato de que no voy a poder acceder a la mayoría del recinto. El motivo es que varios puentes que cruzan las aguas de lado a lado están cortados por reparaciones. En el trocito que queda paseo un poco, miro lo que hacen los birmanos y ellos me miran. Por momentos, me separo de Jose, (mi compañero de viaje y vida. Aunque no le mencione casi nunca, viene conmigo), y entonces compruebo lo diferente que te tratan cuando estoy sola. Me hablan. Algunos chicos jovencitos me saludan, un un par más atrevidos me llaman guapa y una muchacha se hace una foto junto a mí. Jose llega en ese momento muerto de risa y le piden otra. Tiene gracia porque cuando voy acompañada nadie se atreve a hablarme, pero si me quedo sola se me acerca más la gente. Tanto hombres como mujeres, he de decir.

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Jóvenes modernos. / © Lola Hierro
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Chicos con camisetas del general Aung Sang. / © Lola Hierro

Varios adolescentes llevan atada una cinta roja a la cabeza con inscripciones y la cara de un señor. Resulta que es el general Aung Sang, y hoy es el aniversario de su asesinato y este parque lleva por nombre su apodo: Bogyoke. Hay quien lleva incluso camisetas con su cara. Taxi mediante, me planto en Yoga House, un lugar mitad cafetería y mitad escuela de yoga al que yo quería ir. Almuerzo una ensalada vegana deliciosas con una vinagreta de lima que tengo que aprender a hacer.

Tras un rato vagueando en el sofá, me vuelvo a pie al hotel, donde me dejan ducharme y hacer más tiempo. Y les pago, pues los pobres habían cobrado solo la mitad de la estancia sin darse cuenta.

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El parque Bogyoke es muy tranquilo. / © Lola Hierro

La estación de buses está lejos y el tráfico, es caótico, así que tengo más de una hora para observar desde la ventanilla ya por última vez, el frenesí de Yangón.

Ha empezado a llover, pero al llegar a la estación ya intuyo que el viaje va a ser llevadero por la cantidad de atenciones que están teniendo conmigo. Me ofrecen té y todo. No en vano voy en un bus VIP. Los asientos se reclinan hasta quedar casi horizontales, se ofrece piscolabis, mantita y aire acondicionado en modo venganza. Tengo nueve horas de viaje nocturno a Bagan. Vamos.

Coste de vida en Yangón (III)

  • Hostal Boon Street, habitación doble tres noches: 47.200 kyats
  • Dos longhis: 10.000 kyats
  • Almuerzo en Rangoon Tea House: 17.500 kyats
  • Taxi: 2.000 kyats
  • Taxi: 1.500 kyats
  • Yangon Yoga House, dos ensaladas y bebidas 17.500 kyats
  • Taxi a la estación de autobús: 8.000 kyats
  • Café Strand, dos cafés: 13.000 kyats
  • Billetes de autobús Yangón-Bagán: 70.000 kyats
  • Cena en bar de carretera, dos platos de sopa con fideos y verduras: 5.537 kyats
  • TOTAL: 192.237 KYATS O 114 EUROS

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