La maternidad se decide, no se impone

Nuestro ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, soltó ayer en el Senado una nueva perla en su lucha encarnizada contra el aborto: «La maternidad libre hace a las mujeres auténticamente mujeres». Esto es, que si no soy madre nunca, ¿no seré una mujer de verdad? Si alguna vez aborto voluntariamente, ¿me quedaré en mujer a medias?

Me sorprende y me escama la preocupación obsesiva de este hombre defendiendo lo indefendible. Ya fue sonado que dijera que existe en España una violencia estructural contra las mujeres que se quedan embarazadas y no desean abortar, aunque sin concretarla. Es una visión completamente sesgada de la realidad. Siempre ha habido presiones, por uno y otro lado, cuando una mujer se ha quedado embarazada en un «mal momento», por decirlo así. Todos conocemos algún caso más o menos cercano: Una adolescente que se quede embarazada a menudo tiene que oír a su alrededor opiniones de todo tipo: que aborte, que no aborte, que menuda burrada cargarse al niño, que si no se lo quita de encima se arrepentirá toda la vida, que dónde va con un crío ahora, que si aborta se deprimirá para siempre jamás… A la gente le encanta opinar sobre todo, con o sin conocimiento de causa, y un tema tan polémico como este no iba a ser menos. El mismo argumento de Gallardón se podría utilizar al revés.

Obligar a una mujer a tener un niño que no desea es tan grave como impedirle que continúe con una gestación deseada. Y a estas alturas parece que nadie entiende que esta es una decisión muy difícil y muy personal, que cada mujer conoce mejor que nadie las razones por las que toma una u otra decisión. Nadie, por muy ministro, médico, padre o juez que sea, tiene derecho a decidir qué debemos hacer con nuestro cuerpo en una situación tan delicada. Se aceptan consejos, pero no imposiciones.

Gallardón, con sus peregrinos argumentos, intenta defender su futura reforma de la ley del aborto, prevista para otoño de 2012: volver a la ley de plazos de 1986 en la que una mujer solamente puede abortar en tres supuestos: que haya sido violada, que el feto sufra malformaciones o que el embarazo suponga un riesgo para la salud de la madre. Hasta ahora se puede abortar hasta las 14 semanas de embarazo, -hasta la 22 si hay riesgo para la vida de la madre- y las menores de 16 y 17 años no necesitan consentimiento paterno. Gallardón, entre otras cosas, se carga esto último, haciendo que las menores no puedan interrumpir la gestación sin que sus padres las autoricen.

Más que una violencia estructural, en España existe una dejación evidente a la hora de ayudar a quiénes son o quieren ser madres. En estos momentos de grave crisis y elevada tasa de paro, echo en falta ayudas económicas por niño nacido, por ejemplo. Si Gallardón quiere presumir de medidas progres de verdad, le animo a que deje en paz la ley del aborto actual y eche un vistazo a la legislación de países como Suecia, donde hay importantes subvenciones, donde las mujeres tienen amplios periodos de baja maternal y reciben compensaciones económicas durante los primeros años de vida de los hijos.

Hay que insistir más es en la prevención, que es donde reside el problema de fondo de los embarazos no deseados. Fomentar los programas de prevención, la sensibilización de los más jóvenes sobre el riesgo que supone practicar sexo sin protección -no solo embarazos, sino Etts- debería ser prioritario.  Sin embargo, nada de esto se tiene en cuenta.

Tristemente, el titular sigue siendo que el Gobierno recortará los derechos reproductivos y sexuales de las mujeres.

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