Vagueando por Hanoi – Parte I: el templo de la literatura y el phò

Mi paso por Hanoi ha sido breve e insulso. No he hecho prácticamente turismo porque estaba muy cansada, así que pasé el primer día durmiendo y reponiendo fuerzas. Y después de la accidentada excursión a Halong Bay, de lo único de lo que tenía ganas era de salir pitando a Laos.

Así, he invertido los días de Hanoi en descansar, y sin ninguna culpa porque pienso que viajar no es ir corriendo de un sitio a otro para ver todo lo que sale en la guía. Viajar también es sentarse en un bullicioso puesto callejero lleno de vietnamitas tomando café y echarse unas partidas a las cartas, por ejemplo. O dar paseos, sin más intención que ver la vida transcurrir en un entorno tan diferente al que conocemos.

Vías de tren en pleno Hanoi.

Al fresco en la calle se está muy bien.

Por eso, mi primer día en la capital del país, a pesar de haber llegado de buena mañana, se redujo a cenar el más famoso plato de la nación: Pho o sopa. ¿Alguien pensó que iba a ser el perro? Pues no, amigos, porque he de decir que me voy a marcha de Vietnam con una enorme frustración porque no he encontrado ni un solo sitio donde lo sirvieran. Tan famoso que es, tanto que hablan de ello, y yo no lo he visto por ninguna parte. No pensaba comerlo, eso por descontado, pero quería verlo con mis propios ojos. Sólo he visto gusanos y una especie de anguilas dentro de un barreño. Pero de perro, ni rastro.

Pho auténtico de Hanoi.

No obstante, descubrí que la sopa vietnamita, o Pho, está muy buena. Ahora me arrepiento de haber tardado tantos días en atreverme a probarla. En un puesto callejero y con unas condiciones higiénicas mas que cuestionables, saboreé un tazón enorme de caldo con verduras, pollo, fideos de arroz y a saber qué más. Nunca hubiera imaginado que una sopa pudiera saber a tantas cosas a la vez.

Que no falte el incienso.

Esto fue mi primer día, luego viajé a Halong, y a la vuelta, ya con ganas de salir de Vietnam, permanecí un par de días más en la ciudad mientras la embajada de Laos me tramitaba el visado.

En este tiempo he visitado las dos mayores atracciones turísticas que hay. Una de ellas es el Van Mieu o Templo de la Literatura, un bellísimo edificio del siglo XI considerado una joya de la arquitectura vietnamita. Se construyó en el 1070, en principio solamente para la adoración de Confucio (el que inventó la «confución» según una súper modelo latinoamericana…) y otros santos del confucianismo, pero pocos años más tarde se destinó también al estudio. Primero se reservó exclusivamente a los príncipes, pero más adelante se amplió para dar cabida a los estudiantes más brillantes. Fue sede de la primera universidad nacional, y de hecho, durante casi mil años se formaron entre estos muros los que más tarde serían dirigentes del país.

Estas no las tienen en Ikea.

Un sabio.

Otro sabio.

Y una empleada aburridísima.

En los jardines del templo, estas chicas se hacían fotos con los turistas por un módico precio.

Hoy en día, Van Mieu está muy bien conservado y tiene paneles informativos en inglés y francés donde se cuenta cómo y cuánto estudiaban los jóvenes aquí, cómo se examinaban… Era de lo más solemne, de hecho, el último examen oral, que te convertía en un súper sabio o algo así, ¡te lo hacía el rey en persona! Las asignaturas eran muy poéticas; tenían, por ejemplo, el libro del otoño y la primavera, muy evocador todo.

Contraluces interesantes.

Esta mujer parece recién salida de un cuadro de Goya.

El templo es bastante grande, y hay que estar atento cuando se visita porque de primeras parece mucho más pequeño, con sólo un edificio al que se accede desde el jardín principal. No obstante, un segundo vistazo te lleva a descubrir que por los laterales se puede acceder a los cuatro patios restantes, donde hay otras tantas dependencias. En su conjunto, puede visitarse en cuestión de hora y media o dos horas, en función también de lo que se quiera detener cada uno con los detalles.

Aún se quema incienso para honrar a los sabios confucianos.

Todos los detalles se cuidaron al máximo.

Tardé bastante en salir porque hice muchas fotos, ya que tanto la arquitectura como la decoración me parecieron muy llamativas. La abundancia de rojos y amarillos, las luces tenues, las puertas de madera, el humo del incienso, las esculturas de sabios… Todo está cargado de un gran simbolismo y todo se me hizo muy fotogénico. Eso sí: se han pasado un poco plantando en cada esquina una tienda de souvenirs y recuerdos… Y, encima, son caros y feos.

¡Mama, quiero un souvenir!

Que no falten las postales.

Ni los souvenir chorras.

Las tortugas.

También me llamaron mucho la atención unas tortugas enormes de piedra sobre cuyos caparazones descansan unas estelas. En ellas aún están grabados los nombres de algunos de los estudiantes más ilustres que pasaron por estas aulas.

2 respuestas a «Vagueando por Hanoi – Parte I: el templo de la literatura y el phò»

  1. NABIA OREBIA

    muchas gracias, también te agrego al mio ahora mismo! y voy a leerte atentamente, porque América es uno de mis destinos pendientes!!

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  2. JR ALVARO GONZALEZ

    Te había perdido la pista desde hace unas semanas pero me alegro de haber recuperado tu rastro. Hanoi es una ciudad muy agradable para pasear y descansar, justamente lo que has hecho. La zona del lago Hoa y el mercado cercano son geniales para perderse. A partir de ahora no me perderé más tus pasos porque te voy a agregar a mi blogroll. Buen viaje y muchos saludos desde mi periplo también pero por tierras americanas.

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