…O Počitelj. En Bosnia se vive con humildad, con alegría, con recogimiento. La religión predominante es la musulmana y, por eso lo que nunca falta ni en el pueblecito más insignificante, es una mezquita. En Positelj, de hecho, es casi lo único que hay. Hubo tiempos mejores en los que sus edificios de estilo otomano de los siglos XVI y XVII lucían orgullosos. Pero la ciudad fue extensamente bombardeada por los croatas en 1993, quizá el año más crudo de la guerra. Tras el bombardeo, estas obras arquitectónicas islámicas fueron dinamitadas y la mayoría de la población fue asesinada o trasladada a campos de concentración. Fue uno de los ejemplos más brutales de la limpieza étnica que los serbios llevaron a cabo en el país.
Para recordar por siempre la expulsión de los bosnios y la masacre que se hizo con los monumentos islámicos, se erigió una enorme cruz que hoy en día aún puede verse en el lateral de una carretera cercana a la villa.
Después de haber quedado tan arrasada y vilipendiada, Positelj se sumió en el olvido, y hoy en día lo único que se ve al llegar es un puñado de casas de piedra blanca irregular apretujadas entre sí. Y entre ellas, su pequeña mezquita, de la que, sin tener más información al respecto, puedo imaginar que ha sido reconstruida.
Cuesta arriba por un camino de baldosas encontramos el castillo,; una fortaleza medieval que conoció días mejores y de la que ahora solo quedan un par de muros medio derruidos. Y la mezquita, por supuesto. En su entrada, hombres y mujeres salidos de a saber dónde se reúnen, por separado, eso sí. Nos miran con curiosidad, no dicen nada. Poca gente sabe inglés en Positelj.
Pero los hay más atrevidos. Un grupo de albañiles que está reconstruyendo un muro nos sonríen y dicen ¡Slicko! (foto, en su idioma). Y posan sonrientes, con la frente cuajada en sudor y una sonrisa de oreja a oreja en sus bronceada tez. No solo ellos nos hablan. Saludamos a un pareja de agricultores con un educado ‘Szdreavo!’ (hola). Y, adivinando nuestra procedencia, nos dicen “Bravo!!”, muy contentos.
Y cuando ya creo haberlo visto todo aquí, aparece por un camino un anciano que me demuestra que los viejetes bosnios y los españoles son muy parecidos . Con boina y chaqueta de jubilado, el hombre hubiera pasado perfectamente desapercibido en cualquier pueblo de La Mancha, por poner un ejemplo.
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