Sarajevo – Mostar – Dubrovnik…

…Y en medio, un antiguo bar de carretera reventado.

A continuación, un texto que escribí (y envié a los más allegados) una vez posé el trasero en mi confortable cama del hostal de Dubrovnik:

«Ayer conocimos un poco el centro de Sarajevo, el barrio turco sobre todo. Me impresionó mucho el grito del muyaidín llamando a los fieles a la oración. No lo había oído nunca y hasta se me puso la piel de gallina. Por lo demás, ese barrio es muy exótico, parece que estás en Turquía. Está formado por un sinnúmero de calles estrechas y empedradas con casitas bajas a los lados que en su planta baja tienen tienducas con todo tipo de cacharros: cosas de cobre, plata, telas varias, souvenirs, babuchas, ropa, abalorios y bisutería… yo qué sé, de todo.

Lugares de Sarajevo

Una fuente, una lámpara de Aladín y una mezquita. Así es Sarajevo. / © Lola Hierro.

El vendedor de todo. / © Lola Hierro.

Hora de rezar. / © Lola Hierro

Travesuras en la mezquita. / © Lola Hierro.

Por lo demás, lamento decir que Sarajevo es una ciudad bastante fea en su conjunto. Las mezquitas sí impresionan pero, aparte de ellas, no hay mucho que ver. Es curioso el contraste entre los musulmanes más conservadores y los otros tipos de personas que se ven por allí, sobre todo jóvenes, que van muy modernos por la vida, a la última. Mis amigos dicen que las tías bosnias son las más macizas del mundo y no hacen más que babear, pero los hombres no son muy guapos… Todavía no he visto ni uno que merezca la pena.

Chicas guapas. / © Lola Hierro.

Este hombre vendía toda su ropa, parece ser. / © Lola Hierro.

Chicas modernas en Sarajevo. / © L. H.

Mujeres charlando en la entrada de una mezquita. / © Lola Hierro.

Hoy temprano hemos salido hacia Mostar. El camino nos ha enseñado un poco más de Bosnia. Me ha llamado la atención la cantidad de cementerios musulmanes que hay. Son muy sencillos, simples pedazos de piedra blanca rectangulares acabados en punta. y son muchísimos. También me ha llamado la atención lo contaminados que están los ríos; las orillas están llenas de basura y eso me ha dado ganas de llorar; he recordado lo verde y preciosa que es Cantabria y me he sentido afortunada, por otra parte. En fin, los estragos de la guerra… Las casas en los alrededores de la carretera están en su mayoría hechas trizas, llenas de agujeros y abandonadas, y por otra parte, abundan los silos de paja, los cuales no recordaba ni que existían.

Los cementerios están por todas partes. Este, en el centro de Mostar. / © Lola Hierro.

Silos. / © Lola Hierro.

Una casa reventada en algún lugar de Bosnia. / © Lola Hierro.

Letrero con las rebajas. / © Lola Hierro.

También nos hemos encontrado por el camino más de un negocio familiar consistente en: cuatro maderos formando algo parecido a una mesa, una pila de frascos con cosas de colores dentro (¿miel?, ¿mermelada?, ¿fairy?) y un cartón anunciando la mercancía.

Los frascos de cosas. / © Lola Hierro.

Bosnia es un país montañoso y todavía hay mucha nieve, y entre montaña y montaña y curva y curva hemos dado con un lago ENORME de aguas turquesas. Eran tan guapo que al final nos hemos bajado del coche para hacer unas fotos. Junto a él había lo que en su día debió ser un bar, ahora lleno de cristales rotos, totalmente abandonado y destrozado. Me he colado dentro para husmear y he encontrado una foto de dos señores que por supuesto me he agenciado y unos vasos de cerveza Sarajevsko (la que se bebe aquí) llenos de toda la mierda que pueda existir en este mundo, y también me he llevado uno. No creo que nadie eche de menos eso.

La aterradora soledad del lago Jablanica. / © Lola Hierro.

Antes de Dubrovnik hemos llegado a Mostar, ciudad famosa por su puente, que reconstruyeron los cascos azules españoles tras la guerra. Y para que no se olvide, una simple piedra en una esquina de la construcción martillea la memoria del que pasa por ahí con sólo una frase y una fecha: «Don’t forget, ’93».

Pues eso… / © Lola Hierro.

Juguetes de mal gusto: bolis bala, llaveros bala, cartas con la cara de Sadam Hussein… / © Lola Hierro.

¡Y más parafernalia militar!. / © Lola Hierro.

No obstante, la ciudad es una pasada, así medieval y toda empedrada, una maravilla. Eso sí, hay demasiadas tiendas de recuerdos y eso desvía la atención; la gente se para en las tiendas en vez de contemplar la ciudad. Hemos comido allí y Rafa ha quemado la traca porque hemos ido a un restaurante típico y en la carta todo tenía algo llamado ratatouille, y Rafa decía que eso era carne de rata y se lo ha preguntado al camarero; le ha dicho si era «mouse». Menos mal que no le ha entendido, ¡¡yo me quería morir!!!

Así es Mostar. / © Lola Hierro.

Terracillas para comer al sol. / © Lola Hierro.

Calles llenas de souvenirs. / © Lola Hierro.

Alfombras de todos los tamaños. / © Lola Hierro.

Jaranas aparte, lo cierto es que el puente impresiona y no da la sensación de que esté reconstruido. El casco viejo, con sus mini tiendas de estilo oriental, sus callecitas empedradas y con toda la vida que fluye a uno y otro lado del puente, es totalmente ideal. Eso sí, salte del casco viejo y observa el resto de la ciudad, la de los edificios y las calles con tráfico rodado. Eso te devuelve a la realidad de un plumazo… y si no, ojito a la foto de la puerta del garaje que encontré, parece un queso gruyere, y no por el color amarillo.

El famoso puente de Mostar. / © Lola Hierro.

Puerta aún destrozada desde la guerra, en Mostar. / © Lola Hierro.

Aún se ven las marcas de los disparos. / © Lola Hierro.

Tras el incidente, hemos salido corriendo hacia Dubrovnik, ciudad a la que hemos llegado a la hora azul. Y qué decir: esta ciudad es la más bonita que he visto en mi vida, mucho más que cualquiera de las otras que he visitado antes. Es… es como Gondor, para los fans de El Señor de los Anillos. El casco viejo, que es donde estamos, se encuentra rodeado de una muralla altísima y, la verdad, muy imponente. Es toda de piedra blanca, y da al mar. Por dentro, toda la ciudad es peatonal, de suelo empedrado, las casas son también de piedra blanca, todas de la misma altura, con el mismo número de ventanas. Hay una calle principal y las que están a los lados son cuesta arriba, muy estrechas y llenas de escaleras… es una mezcla de Venecia y Florencia, una cosa muy rara. El contraste del blanco de la ciudad con el azul del mar es precioso. Tengo que hacer miles de fotos entre hoy y mañana. Es un lugar que despierta la creatividad y la inspiración de cualquiera. Mañana quiero madrugar para darme un paseo yo sola por las murallas, a ver si no me duermo…

Primera imagen de Dubrovnik. / © Lola Hierro.

Hemos encontrado un hotelillo muy chulo; es de una señora llamada Anka que es como una mamma gorda y sonriente con mofletes colorados. Nos ha dado toallas y comodidades de todo tipo. Es muy hospitalaria. Ahora vamos a salir a conocer el casco viejo un poco más. Estos tres gañanes que me acompañan se están acicalando. Yo voy en chandal, tan a gusto.

Me dejo muchísimas cosas por contar, pero ya se os debe estar haciendo interminable este maldito e-mail. No creáis que lo hago por vosotros, lo hago para ir apuntando cosas de las que quiero acordarme de este viaje y que de otra forma olvidaría, jejeje. ¡Ah! Hemos aprendido unas cuantas palabras básicas en serbocroata. Sé decir: hola-szdreavo; por favor-molim; gracias-hvala; si-da, no-nein; buenos días-doberdamn y, por supuesto, cerveza: pivo. Eso sí, la cerveza local, la Sarajevsko, está mala y no sube nada. Como hoy es San Patricio vamos a ver si lo celebramos por aquí, y si encontramos una que sea mejor.

Mmm… y no sé qué más. Que estoy muy bien, muy contenta, muy sana y muy asombrada en este mundo que es tan diferente al que conocemos. Mire donde mire, me sorprende algo».

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3 respuestas a «Sarajevo – Mostar – Dubrovnik…»

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