Ouarzazate: El Hollywood de Marruecos

Desde que viajamos con María y Nacho lo estamos pasando genial, pero también es verdad que apenas saco tiempo para escribir este cuaderno de viajes, es lo que tiene estar de casquera todo el día. Hoy nos hemos metido un buen desayuno entre pecho y espalda y a continuación nos hemos ido a ver la kasba Taourirt, en el centro de Ouarzazate, con las chicas holandesas, que yo creo que nos acompañan para controlar que no nos apalanquemos demasiado.

Por el camino me he dado cuenta de que Ouarzazate es un pueblo muy cómodo. No es el más bonito del mundo, eso seguro, pero tiene servicios de toda clase para el turista, desde súper mercados hasta agencias de alquiler de coches,  y además es agradable para recorrerlo a pie. La Avenida Mohamed V es su principal arteria y es muy amplia, con comercios varios donde comprar souvenirs de toda clase.

Nos hemos pegado un buen pateo hasta llegar. Ouarzazate también es famosa por albergar los estudios Atlas, unos de los más grandes del mundo,  y el museo del cine. Con todo su atrezo y sus decorados de cartón piedra, aquí se han filmado algunas cintas muy importantes. De las más conocidas, la primera fue Alí Baba y los 40 ladrones en 1954 y la última ha sido el Príncipe de Persia de jake Gyllenhaal en 2010.

Taourirt es también la sede de una organización encargada de la conservación del patrimonio arquitectónico del sur de Marruecos,  y se dice que es una de las más bellas de todo el país. Es una fortaleza de grandes dimensiones, toda ella llenita de muros y torres. Su interior estaba antaño decorado con maderas profusamente talladas y  policromadas , pero hoy en día no queda nada de eso, aunque sí se pueden admirar sus gruesas paredes de adobe, perfectas para mantener las habitaciones frescas en verano y calientes en invierno.

Nosotros hemos tardado muchísimo tiempo en recorrerla, y nos hemos perdido dando vueltas por todos sus cuartitos, escalerillas y corredores sin salida. Es tan grande que en su interior hay hasta un anfiteatro de estilo romano, y en algunas de sus salas, las más grandes, albergan exposiciones de pintura y escultura de artistas locales que, dicho sea de paso, no lo hacen nada mal. Lo que más me ha gustado de esta kasba es su luz, cómo inciden los rayos de sol en las paredes y galerías y qué fotos pueden hacerse por allí a nada que tengas un poco de buen ojo, que no es mi caso.

Por algo se dice que esta ciudad y la cercana kasba de Ait Ben Haddou, a la que nos dirigimos ahora,  son el Hollywood de Marruecos.

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