Ayutthaya viene a ser el Toledo de Tailandia. Fue capital del Reino de Siam durante muchos cientos de años y llegó a tener un millón de habitantes. Se encuentra a unos 70 kilómetros de la capital tailandesa y en ella quedan numerosos vestigios de palacios y templos, hoy convertidos en ruinas, pero igualmente muy bonitos. Tanto, que en 1991 fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Son 289 hectáreas de imponentes de arte thai aplicado a la arquitectura religiosa de aquella época que se pueden visitar en un solo día si vas y vienes desde Bangkok.



Ir en bici es lo mejor que hemos hecho. Andando es un peñazo, demasiada distancia entre los templos, y taxi o tuk tuk es una exageración. El terreno es plano, así que sobre dos ruedas se va muy bien, no te cansas.


Me quedé con ganas de verla en 2011, cuando pisé Tailandia por primera vez. Ahora por fin he podido, y la experiencia no ha decepcionado. Para hacer la excursión se puede contratar una empresa que te lleva desde Bangkok, te pasea y te devuelve por la tarde, u optar por la opción más económica y que deja más libertad: hacerlo por cuenta propia en un día. Esta nos ha salido redonda: diez minutos antes de su salida, hemos cogido el tren desde la estación de Hua Lampong (el billete de ida cuesta 20 baht o 55 céntimos de euro). En dos horas más o menos hemos llegado allí sin calor porque hemos ido sentados junto a una ventana abierta, y en seguida también nos hemos apañado para cruzar el río (por 5 baht o 14 céntimos de euro que no hemos encontrado a quién pagar) y alquilar una bici en la misma orilla en la que te bajas. Aunque también se puede coger una junto a la estación, es mejor después, porque así no la tienes que arrastrarla en el minúsculo ferry que te pasa de un lado a otro del río.


Una vez allí, puedes ir pagando por entrar a cada uno de los recintos de los templos — valen entre 20 y 50 bath— o por un ticket que vale para siete de ellos. El horario de apertura es de ocho y media a seis de la tarde, aunque conviene verificarlo antes de ir. Te dan un mapa donde alquilas las bicis y ya solo queda echarse a pedalear entre las numerosas construcciones.


Por situarnos, el antiguo Reino de Ayutthaya alcanzó su florecimiento hacia 1351, algo más de cien años después de que se fundara la Tailandia que conocemos hoy en día. Las cosas fueron bien y esta monarquía se expandió a lo largo de los siglos, pero en 1767 las tornas cambiaron: Ayutthaya fue invadido y saqueado por el ejército birmano, la capital se desmanteló y pasó a otro lugar llamado Thon Buri, pero esta es ya otra historia. Los 35 reyes que gobernaron Ayutthaya mandaron construir más de 1.500 templos y 4.000 estatuas. Hoy quedan docenas y docenas de construcciones, y no da tiempo a verlas todas, pero sí las más importantes.


El primero que hemos visto ha sido el que nos ha impresionado más porque tiene al famoso Buda (su cabeza más bien) enredada entre las ramas de un árbol, o raíces. Se llama Wat Maha That y se ordenó construir hacia 1374, aunque no es seguro, para albergar las reliquias de Buda. Sobre la testa que sobresale entre las ramas, hay dos versiones: una es que cuando los birmanos decapitaron todas las estatuas de este templo, esta cabeza cayó cerca del árbol y este la rodeó con sus ramas para protegerla durante los años de abandono. Y por eso hoy es sagrado. La otra dice que un ladrón la escondió ahí con idea de recuperarla después, cosa que al final no hizo.


Los demás, también, casi todos son impresionantes, no imagino cómo debieron lucir cuando Ayutthaya vivió su época de mayor esplendor. Está. por ejemplo, el templo de Wat Chai Watthanaram, construido por un rey llamado Prasat Thong en honor a su madre e inspirado por los de Angkor, en Camboya. El nombre significa templo del largo y glorioso reinado.


Nos hemos hinchado a hacer fotos, que intuyo muy espectaculares porque el sol y el cielo azul nos han acompañado todo el día, y a recorrer ruinas de aquí para allí. El día se ha pasado en un santiamén y nos ha dado tiempo a ver todo lo que hemos querido, incluido el súper Buda reclinado al aire libre, que yo tenía muchas ganas de visitar.


Lo único que no me gusta es que tengan elefantes para pasear turistas, odio que los exploten. Reconozco que es muy exótico y pintoresco, y quedaría genial en Instagram una foto de un paquidermo enjaezado y paseando a un montón de tíos por allí. Pero me he negado a sacarla, estoy en contra de esa práctica. Sí me he acercado a donde tienen aparcados a los pobres animales y me ha dado lástima tremenda ver que la mayoría están metidos en unos cubículos, más aburridos que una mona, y luego tenían a un par de elefantitos más graciosos en un espacio accesible para turistas. Allí pueden comprar un cubo de pepinos para alimentarlos. Los pobres deben estar hasta el gorro de comer lo mismo.
Entre otros palacios, hemos visitado Wat Yai Chai Mongkhon, que fue construido para albergar a los monjes que volvían de estudiar teología de la antigua Ceylan, aunque también se dice que se erigió para conmemorar la victoria de un rey sobre el ejército birmano. Luego, es importante Wat Phanan Choeng porque se trata de los pocos que no están en ruinas y tiene la estatua del Buda más grande de Tailandia, dicen: 19 metros de altura. Además es protector de los marineros.


Wat Phanan Choeng. / © Lola Hierro
En el llamado Wat Ratchaburana nos hemos cruzado con unos españoles jovencitos que, desde lo alto del templo, decían que habían bajado por unas escaleras a no sé dónde y que era un infierno. Salían agotados y asfixiados. Con un poco de miedo nos hemos dispuesto a bajar y lo único que ocurre es que tras 50 o 60 peldaños muy estrechos y altos, la verdad, solo hay una pared porque el sitio, por lo visto, es la cripta del templo. La juventud está floja. Este, por cierto, tiene dos torres muy altas. Cuentan que se construyó en memoria de dos hijos del rey Intharachathirat (estos nombres los estoy buscando en internet porque es imposible acordarse de semejantes palabros) que murieron en combate justo en ese lugar.


En Wat Phra Si Sanphet, que tiene tres enormes estupas y dicen que cada una de ellas alberga los restos de tres grandes reyes, nos hemos topado con una excursión de cientos de escolares, y todos nos decían “hello”. Son como hormigas, los ves por todas partes.

Ya hacia el final de la visita, hemos entrado en un templo cuyo nombre no recuerdo y que no tiene nada muy especial salvo un sinnúmero de esculturas feísimas de gallos. Cientos de ellos. Encima nos han cobrado a parte la entrada, otros 200 baht. Pero bueno, en general hemos visto lugares muy bonitos y evocadores. Sobran turistas, claro, pero qué se le va a hacer si estamos en turistalandia.


Hemos decidido volver en un buen momento: a puntito de llover. Cuando hemos alcanzado la estación de tren ya estaba chispeando, y nada más sentarnos a almorzar, a las cinco de la tarde, se ha puesto a caer agua a cántaros. Unos curris y unos cafés después nos hemos vuelto a Bangkok en tren, y he pasado casi todo el viaje durmiendo.



Hemos regresado a pie a nuestro hostal porque yo quería aprovechar el paseo para atravesar Chinatown, que es como Manhattan pero en chino. Yo recordaba el ajetreo, la muchedumbre, la fritanga a pie de acera, la fruta cortada, la mugre, los olores buenos y malos mezclados… Pero aún así, sigue impresionando tanto jaleo como si no hubieras estado antes. Me despido derrengada y con ganas de dormir porque al día siguiente nos movemos a Kanchanaburi. ¡El viaje sigue!

Coste de vida en Ayyuthaya
- Tuk tuk del hotel de Bangkok a la estación de trenes : 150 baht
- Tren de Bangkok a Ayutthaya ida y vuelta: 40*2=80 baht
- Alquiler de bicis día entero: 50*2=100 baht
- Entradas a los templos de Ayutthaya: 220*2=440 baht
- Entrada templo: 20*2=40 baht
- Dos helados: 45*2=90 baht
- Agua grande: 25 baht
- Barco para cruzar de la estación de Ayyuthaya a la zona histórica 2*5=10 baht
- Almuerzo en Seven Seas Riverside: 2 curris, cerveza Singha, agua grande y piña: 350 baht
- TOTAL: 1.285 BAHT o 38 EUROS