12. DESPEDIDA DE UN VIAJE AGRIDULCE

Nota para el lector: Este es el décimo segundo episodio de una serie de apuntes que escribí en septiembre de 2018 durante un recorrido por Letonia y Rusia en compañía de mis padres. No se trata de un relato viajero corriente, sino de la transcripción de un diario personal de aquellos días que estuvieron marcados por la pérdida de nuestra mascota. Es, por tanto, una serie de textos muy subjetivos, alejados en muchas ocasiones de descripciones de los lugares que visitaba y más centrados en emociones, sentimientos, estados de ánimo y anécdotas sin importancia. Salvo los datos históricos y prácticos relacionados con algunas visitas turísticas, todo lo que se cuenta en los siguientes capítulos es puramente opinativo, y como tal deben tomarse.
Estos son todos los capítulos:
1. Un viaje que comienza regular
2. Una vuelta por Riga
3. Viajar con padres es surrealista
4. San Petersburgo, rebonica del tó
5. Al encuentro de la princesa Anastasia
6. En busca de la pierna incorrupta del abuelito
7. Pánico en el Hermitage
8. La ansiedad que se borra con un atardecer
9. Moscú a vista de tour guiado
10. Como Vilma y Pedro Picapiedra por Moscú
11. Madre e hija mano a mano por Moscú
12. Despedida de un viaje agridulce

Vuelo entre Moscú y Madrid, 9 de septiembre de 2018

A apenas 30 minutos de aterrizar en Madrid, ya solo me queda cerrar este diario con algunas reflexiones finales que me pasan por la mente tras diez días de viaje por Letonia y Rusia con mis padres. Y con mi pena, porque esta ha sido el denominador común de esta semana y media.

La muerte de Barry es una losa para mi ánimo. Aún no asimilo, y ya han pasado 12 días. He logrado contener las lágrimas, pero cada vez que me acuerdo de él, de su vida, de sus cariños y, sobe todo, de la forma en que lo mataron, algo me muerde el estómago y me encoge el corazón, me falta el aire.

Esta tristeza y este cabreo que llevo dentro han condicionado todo, desde el disfrute puro y duro de las vacaciones hasta la relación con mis padres. Porque estoy muy enfadada con el mundo por cómo toda una cadena de casualidades acabó con mi perro muerto. Y, sobre todo, me ha dolido mucho escuchar a mi hermano destrozado cuando le dimos la noticia por teléfono. Esa noche, junto a la Plaza Roja, hablé con él y lloré mucho. Pero también dije a mis padres que esta era nuestra responsabilidad. No teníamos que haber dejado a nuestro perro con esa señora ni con nadie.

Volviendo al viaje, tengo que decir que me da lástima no haberlo disfrutado más. Pero mi ansiedad se ha disparado y mi ánimo se ha hundido hasta los niveles anteriores al día que colapsé, en abril de 2017, cuando toqué fondo y hube de empezar a reconstruirme desde cero. Yo creía que estaba más fuerte, mentalmente hablando, para enfrentarme a una experiencia así. Pero o no lo estaba, o lo estaba y lo de Barry me dejó sin defensas, no sé. El caso es que he sufrido muchos nervios, enfados y agobios. Llevo 11 días sin pasar sola más de una hora seguida y no puedo más. Cuando viajas en compañía recibes y se te requiere atención, a veces de forma demasiado constante. Y ahora yo no puedo darla; en este viaje más que nunca he visto cuánto necesito yo el silencio, la soledad, la sensación de poder hacer lo que quiera in miradas ni compañías… He recordado mis días en Namibia y Rumanía, lo bien que me sentí.

Al mismo tiempo tengo un sentimiento de culpa por ser y pensar así, debería sentirme feliz de viajar con mis padres y, a ver, sí que me suele gustar mucho y en este viaje también hemos pasado muy buenos ratos, pero el hecho de notar que vuelvo con más estrés del que me llevé me preocupa.

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Padres sonrientes en San Petersburgo. / © Lola Hierro

Y ellos, he de decir, se han portado muy bien. Mi padre se ha preocupado mucho por no ser una rémora para nosotras porque le cuesta andar y se cansa muy rápido. Lo ha hecho muy bien, mucho más de lo que yo esperaba. Ha ido hasta donde ha podido y, cuando no ha aguantado más, no le ha importado quedarse solo, aparcarse en cualquier sitio, como él dice, para que nosotras pudiéramos caminar a gusto y visitar más sitios, y ha sido muy cariñoso conmigo.

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Madre haciendo fotos con el móvil en la Plaza Roja de Moscú./ © Lola Hierro

Mi madre, por su parte, es muy despistada y muy amiga de pegar la hebra con quien se le ponga por delante, aunque no hable su idioma. Pero me ha seguido el ritmo y no se ha quejado. Y además es muy curiosa, tiene hambre de saber y de conocer más, así que es muy enriquecedor llevarla al lado porque todo le sorprende, todo lo mira con ojos frescos. La verdad, los dos han tenido mucha paciencia conmigo y me siento culpable por no disimular mejor mi tristeza y mi cansancio.

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Padre haciendo el canelo./ © Lola Hierro

Y con este estado de ánimo tan chungo he conocido los países 49 y 50 de mi lista. Letonia me da un poco igual. Como ya dejé por escrito, los letones son bordes y paso de volver. Pero Rusia ha sido un sorpresón de los buenos. Yo tenía una imagen de una Rusia gris, soviética, sucia, fea, de borrachos y mafiosos, y me he encontrado un país muy diferente. Bueno, debería decir unas ciudades muy diferentes, pues soy consciente de que Moscú y San Petersburgo, y sobre todo las zonas turísticas por donde me he movido, deben representar la cara amable del país, la que ponen para el visitante, y que debe haber una Rusia mucho menos glamourosa y más real.

Pero, como dice mi madre, que se quite París donde esté Moscú porque esta ha sido la sorpresa más agradable. Ciudad pulcra, señorial, elegante, cargada de historia, de arte, de jardines, de secretos… Tan faraónica, tan clásica y tan moderna… Qué pasada. Y pensaba que cinco días nos sobraría, y me ha faltado tiempo. No hemos salido casi del centro, y lo que me ha faltado por ver…

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Un puesto de refrescos con el tendero buscando algo./ © Lola Hierro

Perdón y gracias

Pido perdón a los rusos por mis prejuicios, eso que vaya por delante. Soy víctima de la educación impartida en el lado capitalista del mundo en el que más o menos se dejaba caer que todo lo que provenía de la ex URSS es malo: que si los rojos, el comunismo, Putin, las mafias rusas… Por esta educación y esta sociedad en la que te dicen que entre el bien y el mal, tu lado es el bueno y «lo otro» (Rusia) es lo malo, pues eso, tenía una imagen chunga de este país, como de gente sin gusto por nada más que beber vodka y montar mafias para hacer el mal. Y hay una parte así, claro, pero sobre todo, me parece que Rusia posee una Historia, una cultura y una población fascinante. Es un pueblo que también ha sufrido lo suyo a lo largo de los siglos y es de justicia recordarlo.

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Los atardeceres en Moscú son muy bonitos cuando hace buen tiempo./ © Lola Hierro

Ahora tengo otra visión de Rusia, que se me ha abierto ante mis ojos como todo un mundo desconocido que me intriga y que quiero explorar. ¡Porque es que no sé nada de Rusia!

Así, mientras veo desde la ventanilla del avión los tejados de Madrid, voy a dedicar estas últimas líneas a dejar por escrito mi compromiso de volver a Moscú y a otras regiones rusas para seguir aprendiendo de primera mano sobre esta parte tan importante de nuestro mundo y de nuestra historia, la de la humanidad. Ojala vuelva y lo haga con menos tristeza y con mejor ánimo.

Y ya está, aquí acabo este cuaderno con mucho gusto, pues este boli pinta fatal y ha sido un tormento escribir. Hemos llegado a Madrid, el avión acaba de aterrizar. Hoy es 9 de septiembre de 2018 y son las 16.11 horas.

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