Dejé de escribir en este blog durante la pandemia de la covid-19. Podría haber contado tantísimas cosas desde entonces… Me marché de este espacio sin querer, sin darme cuenta. Fui posponiendo las historias, las anécdotas, las reflexiones y los viajes, claro, porque esos nunca han desaparecido.
El silencio administrativo vino principalmente porque no suelo encontrar el momento de sentarme a escribir, ni las ganas tampoco. Se da la circunstancia de que la escritura es uno de mis mayores amores, pero también es la herramienta con la que me gano el pan. Y sucede que, cuando acabo de trabajar, el cuerpo no me pide ponerme a teclear otra vez. El periodismo se lleva todas mis energías y un poco también la creatividad, porque intentas ser objetiva, rigurosa y ecuánime para que tus lectores confíen en ti y se sientan bien informados. Y esto, en cierto modo, le corta las alas a la inventiva. También es cierto que hasta hace relativamente poco tiempo me sentía limitada para publicar libremente en este blog porque sufrí presiones. Por ejemplo, no me atrevía a contar aquí las aventurillas de los viajes de trabajo. Pero este problema, felizmente, ha desaparecido, y ahora nadie me intimida.
Hace mucho que no practico aquello de escribir por escribir. Lo que salga, lo que se me pase por la cabeza en ese momento. A ello quiero volver.
Tengo infinidad de historias en la guantera: viajes a sitios inimaginables, complicados procesos vitales, opiniones políticamente incorrectas que estoy deseando soltar… Puede que algunas ayuden a alguien, y otras no valdrán para nada más que satisfacer mi necesidad de soltar lastre, que es para lo que nació en buena parte este blog, allá por 2010. No prometo contarlas todas. De hecho, no prometo volver a pasar por aquí en otros dos o tres años.
Además, esto ya no es lo que era. La manera de comunicarnos a través de internet cambia con una rapidez vertiginosa. ¿Dónde se han quedado los tiempos en los que nos dábamos a conocer a través de foros, de blogs y poco más? Las redes sociales han sustituido a estas bitácoras. Buscamos la inmediatez. Ahora no leemos; vemos vídeos en TikTok o Instagram.
Y mantener un blog es mucho más enrevesado que antes. Cuando abrí Reportera Nómada, todo lo que había que hacer era sentarse a escribir, subir algunas fotos y poner un título. Ahora, WordPress me regaña porque el SEO de la entrada es malo; la legibilidad, peor. Me ordena que añada enlaces, que rellene casillas que no sé para qué son y me pide que determine cómo debería verse mi entrada en los resultados de búsqueda. Y que revise las estadísticas, que introduzca no sé qué bloques y hasta me ofrece probar la inteligencia artificial. Ni muerta esto último.
Creo que me estoy haciendo vieja, pero también creo en eso de renovarse o morir, así que intentaré subirme al carro de la modernidad.
¡Enhorabuena rubia!
Siempre es un placer leerte.
Rodrigo