Uno de los mejores recuerdos que guardo de Marruecos es su gastronomía. Durante los 10 días que recorrí el país tuve la oportunidad de probar varios platos, y todos ellos me encantaron: dulces y salados, postres y guisos, desayunos o cenas… no sabría quedarme con uno. No es posible conocer el país a fondo sin conocer también sus platos. Se trata de una cocina sencilla de realizar que comparte características con la de Oriente Medio, la mediterránea y la africana, pero se diferencia de otras del magreb porque no está influenciada por la turca. Es decir: olvídate de comer un kebab en Marruecos. Haberlos, haylos, pero son igual de auténticos que los que te puedas comer en Madrid o Berlín.
Diría que uno de los principales rasgos de esta gastronomía es la mezcla de lo dulce con lo salado (véase la pastilla o pastela) y el uso de especias en absolutamente todo. Fundamentalmente probé platos cocinados y pasé de ensaladas y productos crudos debido a la poca confianza que me da el agua del grifo del país. No quería pasarme la mitad del viaje yendo al baño, así que tomé las precauciones necesarias, pero he de confesar que un par de veces caí en la tentación de comerme una buena ensalada y no me pasó nada.
A continuación, una pequeña selección de la carta marroquí:
Desayunos: En general, son muy buenos en cualquier sitio al uno se dirija. Suelen constar de un par de rebanadas generosas de pan o de una especie de crepe, mantequilla y una mermelada de albaricoque que en muchos sitios la ponían casera. En otros, como en Chefchaouen, era melaza. Para beber, sirven zumo de naranja y té verde. Es un menú abundante, muy adecuado para comenzar el día, y muy barato.
Cuscus: El plato típico por excelencia, con uno ya comes para tres días, es mejor compartirlo. A mi me recuerda al típico cocido madrileño pero en plan marroquí. Consta de unas minúsculas bolitas de sémola que van acompañadas de verduras como zanahoria, patata o judías verdes, y carne de cordero, ternera o pollo.
Pastilla: Un invento raro no apto para estómagos sensibles. Es una masa de hojaldre de forma circular y rellena de cebolla, carne de pollo (o paloma!) perejil y almendras. Por encima lleva azúcar glas de adorno y está especiada con canela, por lo que al final se te hace en la boca una mezcla muy curiosa de dulce y salado. Es de dimensiones importantes y se suele servir los días de fiesta. Yo recomiendo pedir una para compartir o que sea plato único.
Tajines: Hay una gran variedad y no me cansé de probarlos. Son guisos de carne de cordero, pollo o pescado con vegetales, legumbres, ciruelas, almendras, salsa de tomate con especias… Se cocina en un recipiente de barro característico con forma cónica y se especia con canela o azafrán. Mis preferidos son el de carne con ciruelas y el de pollo con aceitunas, pero hay muchos más.
Sandwich: De todos los colores. Es muy recurrente comerse uno de estos cuando estás pateando alguna medida. El pan es parecido al del kebab, y los ingredientes varían: vegetales como lechuga, tomate, cebolla o pepinillos, queso, pollo, cordero y salsas variadas. A veces te meten hasta las patatas fritas dentro del pan. Muy sabrosos.
Ensaladas: Probé un par de veces. Una de ellas en Fez, nos sirvieron una ensalada mixta con muchísimos ingredientes que no tenía nada de reseñable. La segunda fue en el desierto. En el hostal nos sirvieron una sencilla ensalada de tomate, lechuga, pimiento verde y pepino cultivados en el oasis que comparten todas las familias de Hassi Labied . Es la mejor ensalada que he probado en mi vida. Cada vegetal sabía a lo que tiene que saber, no como los tomates del Mercadona, que están insulsos.
Harira: Una sopa de legumbres, verduras y especias que se toma como reconstituyente. La sopa de la abuela. La incluyo porque es muy importante en la gastronomía marroquí pero reconozco que no llegué a probarla. Edito (agosto de 2014): la he probado en Melilla y es deliciosa!
Puré de verduras: Suelen ofrecerlo en varios restaurantes y son variados, nunca se sabe qué llevan. El de Chefchaouen a mi me gustó, y a mi acompañante le pareció que sabía a salmuera. Kefta: Muy similar a las salchichas de çofte de Albania. Es carne picada y muy especiada hecha bolitas, a veces te la sirven como pinchos morunos. Muy sabrosa.
Tortilla bereber: Uno de los platos más deliciosos de la cocina bereber, que no es la misma que la marroquí. Lo probamos en el hostal de nuestro amigo Lahcen, en el desierto de Erg Chebbi. Es como una tortilla francesa pero mucho más elaborada. Lleva vegetales como cebolla, pimiento, tomate o calabacín en un sofrito y luego se echan los huevos por encima. Y especias, claro. Deliciosa.
Aceitunas: Marruecos es el paraíso de los aceituneros. Las hay de toda clase y condición, especiadas de mil maneras. Recuerdo con especial cariño unas rojas picantes y unas negras muy chiquititas que probé en el desierto de Hassi Labied y que eran adictivas.
Dulces morunos: Hechos a base de pasta de almendra, agua de azahar, azúcar glas… los hay de muchísimas clases. Yo de he reconocer que no soy muy fan, me empalagan, pero había que probarlos.
Y para beber… Me hinché de té a la menta. No lo he probado igual de bueno en ningún otro sitio del mundo, es realmente adictivo, y muy barato además. También recomiendo muchísimo los zumos de naranjas recién exprimidas que ofrecen en todas partes y tampoco son caros. En los puestos de la plaza Djema El Fnaa de Marrakech te sirven un vaso por 3 dirham.
El alcohol: En Marruecos no está prohibido beber alcohol, el islam lo prohíbe a los musulmanes y, al ser religión mayoritaria, se cumple a rajatabla y en casi ningún sitio lo venden. Nosotros compramos algunas latas en Ouarzazate y el dueño de nuestro hostal nos pidió con educación que las bebiéramos fuera de su establecimiento.
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