Saigón, recuerdos de guerra

Abandoné la modernísima ciudad de Singapur tras haber pasado una noche de perros durmiendo en el aeropuerto. Mi destino era Vietnam, y concretamente la ciudad Ho Chi Min City o Saigon, que es donde me encuentro ahora. De Vietnam me asustaba encontrarme un lugar tan ruidoso, sucio y desagradable como Medan, esa asquerosa ciudad de Sumatra a donde no pienso volver. Y no ha sido así. Saigón (me gusta más llamarla por su nombre antiguo) es un poco sucia, es muy ruidosa también, pero en ella se respira un ambiente distinto. Creo que Vietnam es, aunque suene muy a cliché,  un país marcado por el aura de la guerra. Para un viajero que sepa un poco de la historia reciente del país, se hace muy difícil no imaginar a cada paso los sufrimientos y atrocidades que vivieron los vietnamitas.

Pese a su enorme crecimiento, en Vietnam sigue habiendo mucha miseria.

Los vietnamitas tienen un modo de vida muy anárquico.

Ese regusto de un pasado inolvidable se puede palpar fácilmente en los mercadillos, los edificios gubernamentales, los templos… Todos ellos mezclados, sin orden ni concierto aparente, con la modernidad de un país que está viviendo un vertiginoso crecimiento económico. Interminables rascacielos, centros comerciales equipados con todo lujo de detalles o escaparates de las marcas más exclusivas del mundo se convierten poco a poco en los nuevos dueños de la calle. Aún así, en el escaso tiempo que llevo aquí he observado que hay muchísima gente que vive y trabaja en condiciones muy precarias, en la calle prácticamente. Lo del trabajo, sobre todo, me ha impresionado, porque no sé si es por gusto, por tradición o porque no queda más remedio, pero la mayoría de comercios y negocios están a pie de acera: desde un cerrajero hasta un peluquero. Se vive y se trabaja de una forma muy anárquica y eso ya no me gusta tanto.

Pese a la modernidad, lo tradicional todavía pesa en Saigon.

Dejando de lado esta cara más sofisticada de Vietnam, me encaminé a mi llegada a un barrio famoso por albergar a mochileros sin recursos como yo. Se llama Pham Ngu Lao, es un barrio que ha crecido sin ningún orden arquitectónico y está lleno de familias que te ofrecen una habitación por precios irrisorios. Por cuatro dólares la noche me he hospedado en una de las famosas casitas, la de una señora llamada Nhu que vive con su marido, cuyo nombre no recuerdo.  Es una pareja de lo más amable, siempre pendientes de que no me falte de nada. La habitación no es gran cosa, pero tengo hasta baño para mi sola. Aún así, se me hace un poco raro estar ocupando un cuarto mientras ellos duermen sobre una esterilla, en el salón de la casa. Allí es lo normal; la gente hace la vida en el salón-comedor, donde duermen, comen, ven la tele… y que generalmente da a la calle, donde tienes a los vecinos de enfrente haciendo lo mismo que tú. La verdad es que me gusta esa forma de vida tan abierta al barrio.

La gente hace la vida en la puerta de su casa.

¡Por fin he visto señoras con sombreritos cónicos!

Mi estancia en Saigón está siendo más que fructífera. He visitado el Palacio de la Reunificación, que fue la sede presidencial de Vietnam del Sur hasta que el 30 de abril de 1975, el ejército comunista plantó sus tanques frente a la entrada principal. Aún siguen colocados allí, a modo de recuerdo de ese momento histórico.

Fachada principal del Palacio de la Reunificación.

Tanque en la entrada del Palacio de la Reunificación.

Otro juguetito de los americanos, de la época de la Guerra de Vietnam.

El edificio no ha debido cambiar mucho ni por dentro ni por fuera, y es de lo más sobrio y aburrido del mundo: unas cuantas estancias oficiales con cuatro muebles desperdigados y poco más que contar. Ya estaba yo arrepintiéndome de haber pagado los doce mil dong (40 céntimos de euro) de la entrada, cuando la visita cambió por completo. El tramo final corresponde a las estancias subterráneas, que son idénticas a un búnker de guerra. Vi el despacho que ocupó el presidente durante la guerra, lleno de mapas aún con las chinchetas puestas en los lugares estratégicos. Vi también una sala de prácticas de tiro, emisoras de radio, despachos militares y hasta el dormitorio de máxima seguridad del presidente, únicamente equipado con una cama y el mítico teléfono para emergencias, aunque en este caso no es rojo.

La última tecnología de os 60.

Sala de comunicaciones.

 

Dormitorio de máxima seguridad, con los teléfonos y todo.

A pesar de la importancia de este edificio, he de decir que no estaba ni está entre los top ten de lugares que no debo  perderme durante este viaje. Sí que lo está el Museo de los Vestigios de la Guerra, situado muy cerca del Palacio de la Reunificación.

Llegué creyendo saber a lo que iba, pero no tenía ni idea. Vale que la historia la escriben los vencedores y por eso aquí he visto mucha propaganda comunista, pero esto no quita para que este museo sea también el látigo en la conciencia que recuerda las barbaridades sucedidas durante la guerra.

Ya en la entrada se puede ver una muy conseguida colección de tanques, cazas, helicópteros y demás vehículos de combate del ejército de Estados Unidos. Hasta aquí, bien. En un lateral del museo se pueden ver reproducciones de algunos de los peores métodos de tortura utilizados contra los prisioneros del Viet Cong;  hay reproducciones de las llamadas jaulas de tigre y fotos y paneles en los que se explican torturas que sufrieron: les arrancaban las uñas o los dientes, les hacían rodar sobre metales al rojo vivo, les asfixiaban con agua, les clavaban clavos en la cabeza… y estos sólo son unos pocos ejemplos. Aquí ya no te quedas tan bien.

Estudiantes atendiendo a las explicaciones de su profesor sobre la guerra.

Una vez entras en el museo, encuentras varias salas. En la planta baja se exponen carteles y fotografías de varios países del mundo en los que se pedía el fin de la guerra y la retirada de Estados Unidos. En los pisos superiores hay una completísima colección de rifles, granadas y minas junto a fotos en las que se pueden ver los resultados que ese armamento causó en la población civil. Y esto no es cosa del pasado porque a día de hoy todavía muere gente a causa de las minas que quedan enterradas por ahí.

Más estudiantes, estos flipando con las armas expuestas en el museo.

Lo más duro, no obstante, fue adentrarse en la sala dedicada a las víctimas del agente naranja. Este defoliante fue rociado por el ejército americano por todo el país con la intención de destruir los bosques donde se escondían las guerrillas enemigas. Pero esta toxina resultó ser muy perjudicial para los hombres, y no sólo en el contacto directo sino en posteriores generaciones, creando mutaciones genéticas que los vietnamitas y los hijos de muchos soldados americanos siguen sufriendo a pesar del paso de los años, pues nacen con malformaciones terribles y enfermedades gravísimas y crónicas. Las fotografías son realmente duras, pero aún así pienso que es muy bueno que se siga haciendo hincapié en lo que pasó, en las consecuencias del uso de armas químicas y en el esfuerzo para no olvidar a las víctimas.

Hasta que el museo cerró  -momento en que nos echaron  a todos en cuestión de segundos- vi otra sección dedicada al fotoperiodismo. Se trata de una exposición permanente llamada Requiem que fue ideada y montada por dos fotoperiodistas que cubrieron las guerras de Vietnam e Indochina: Tim Page y Horst Faast.  Pero de esta exposición hablaré ampliamente en un próximo artículo ya que me impactó muchísimo.

Son un poco chapuceros.

Es difícil salir de este museo y ver a los vietnamitas de la misma manera. Es más que loable el hecho de que una nación esté resurgiendo del auténtico caos en el que estuvo sumergida, y sobre todo porque siendo un país pequeño y poco importante como han sido, fueron capaces de plantar cara a los chinos, a los franceses y a los americanos, echándoles a todos y consiguiendo su libertad y su independencia a costa de un gran sacrificio y de la pérdida de muchas vidas.

Como este post ya se hace muy largo, mañana continuaré contando más cosas de Saigón.

Una respuesta a «Saigón, recuerdos de guerra»

  1. VIETNAMITAS EN MADRID

    Hola Lola,
    Nos ha gustado mucho el artículo, la verdad es que hemos encontrado tu web de casualidad.
    Nos gustaría ponernos en contacto contigo.
    Un saludo
    Vietnamitas en Madrid

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