LA VIDA PASA BAJO LA SOMBRA DEL MANGO

Cuando estoy en Beleko me gusta ir a los huertos de las mujeres. Se llaman así porque son terrenos que gestionan exclusivamente ellas, sin que sus maridos se entrometan, y todos los beneficios de los productos que cultivan y luego venden son para ellas también. Estos huertos necesitan agua, claro, y los chicos de Geólogos sin Fronteras se encargan de dotarlas de tan esencial elemento.

El huerto de Fiankala es en el que se están desarrollando ahora los trabajos de esta ONG, aunque no es el único. El de Kolonia, por ejemplo, es aún más grande y sus dueñas son muy activas. En Fiankala, sin embargo, he estado más para ver de cerca los seis pozos que se han construido de momento, desperdigados entre los pequeños rectángulos en los que crecen cebollas, chalotas, tomates, coles y berenjenas, por ejemplo. Docenas de jóvenes y no tanto se afanan en regar convenientemente su pedacito de tierra. Y, como donde hay mujeres hay niños, aquello parece un jardín de infancia repleto de críos de todas las edades: los bebés van durmiendo plácidamente a espaldas de sus madres, abuelas o hermanas mayores.

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5 respuestas a «LA VIDA PASA BAJO LA SOMBRA DEL MANGO»

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  4. J.T.

    Esto también podría llamarse «Viajera del tiempo» porque muchas veces da la sensación que escribes desde otra época; desde lugares con, quizás, no demasiadas distracciones pero que precisamente por eso uno puede fijarse y sacarle jugo a situaciones que habitualmente pasan desapercibidas en la vorágine de nuestro día a día, aquí en el mundo donde abrimos un grifo a 3 metros de la cama y sale agua potable. Supongo que tiene que ser un jetlag emocional constante.
    Gracias por compartirlo. 🙂

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    • Lola Hierro Autor de la entrada

      Sí, es que es verdad que cuando me voy a zonas rurales lejanas me da la sensación de que he retrocedido en el tiempo. Ahora lo recuerdo todo como si lo hubiera soñado 🙂

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