He soñado a la muerte, y ha venido

La otra noche soñé con la muerte. Soñé, más bien, con la sensación de que me moría, y que era de golpe. No era a causa de una enfermedad, no era morirse de vieja ni morirse tranquila habiendo asimilado que el fin estaba cerca. En mi sueño, yo me moría de repente, no sé en qué circunstancias pero, desde luego, eran inesperadas. La sensación era muy angustiosa, muy real. Me decía: «¿De verdad esto está pasándome? ¡Se acaba aquí todo! ¡Ya no hay más de nada!». Tan intensa fue la pesadilla que me levanté con la seguridad de que esto había sido una premonición y que voy a morir pronto de verdad.

Esa misma noche, mientras yo me moría figuradamente, un amigo se moría de verdad. Solo que no ha muerto: lo han matado. La noticia me ha llegado hace 24 horas escasas y desde entonces mi mente se pasea entre el  shock, la incredulidad, la tristeza y la rabia. Necesito escribir que la muerte de Miri es totalmente injusta; fruto de este mundo de mierda en el que vivimos. Y no me salen las palabras porque creo que estoy un poco en estado catatónico, y no paro de repasar mentalmente toda la información que he recibido en este día y medio… Es como una obsesión.

Saimir

Miri, en agosto de 2010. / Lola Hierro

Mi amigo se llamaba Saimir, aunque para nosotros era Miri. Hace unos años hablé mucho de él y de su familia en este blog: él era uno de los protagonistas de una historia que ayudé a documentar en Albania: las deudas de sangre, el Kanun. Solo hay que bucear un poquito en esta bitácora para encontrar toda su historia, una historia que ha acabado este sábado cuando dos tíos le han acribillado a balazos con fusiles kalashnikov en la puerta de su casa; la misma por la que yo he entrado y salido mil veces.

Miri era el primogénito de la familia Ziza. Su madre es Melita y sus hermanos son Rabje y Shpetim. Rabje es mamá de una preciosa nena que nació cuando yo estaba recién llegada a Tirana. Yo elegí su nombre y soy su madrina. Shpetim es el menor de los tres y lleva seis años cumpliendo cadena perpetua por haber matado a un niño de 10 años en 2007. Lo secuestró, lo violó y lo colgó de un árbol. En el juicio admitió ser el autor material de semejante atrocidad pero siempre ha sostenido que fue obligado a hacerlo por tres hombres que le amenazaron con matar a su familia si se negaba. En aquella época, los periódicos contaban que uno de esos tres hombres tenía una hermana que fue raptada por una red de trata de mujeres, red que dirigía el padre del niño que Shpetim asesinó. Sin embargo, nada de esto fue probado en el juicio y el hermano de Miri fue condenado a cadena perpetua. Es importante decir que este chico padece cierto retraso mental. Yo no puedo asegurar que la historia verdadera sea la que él defiende, pero sí tengo serias dudas al respecto; hubo muchas sombras en ese caso.

No me sirve de nada explicarme a mí misma por qué ha pasado esto, la teoría me la sé. Sé que en Albania todo es posible, sé que las deudas se cobran. Sé que el Kanun está vivo y lo está porque a muchos les vienen muy bien invocarlo para tomarse la justicia por su mano. Lo de Miri ha sido una vendetta, una venganza, una deuda de sangre que ayer su asesino se ha cobrado. Pero él no había hecho nada, tan solo ser hermano de un chico que se metió en líos y que va a pagarlo entre cuatro paredes el resto de su vida. La culpa de Miri es haber nacido en Albania, un país donde siguen aplicando la ley del Kanun porque el sistema judicial está tan corrupto que no satisface a nadie pero también porque el código está arraigado en lo más profundo de las tradiciones y la cultura albanesa.

Tiempos felices

Tiempos felices… / Lola Hierro

El Kanun es un código de leyes que escribió el príncipe Leke Dukaijini en la Edad Media. Sirvió para regular todos los aspectos relacionados con la vida individual y comunitaria del hombre: desde las bodas hasta el reparto de tierras. Y también el asesinato. Sobre este asunto, el Kanun dice, en resumidas cuentas, que si yo te mato a ti, tu familia tiene derecho a matarme. Esto se sigue aplicando hoy en día. En teoría, porque hay que reparar el honor de la familia de la víctima. En la práctica, se utiliza como excusa para que quien quiera se tome la justicia por su mano. La familia de Bekim Cengas, el niño que mató Shpetim, juró vengarse, aplicar el Kanun, recuperar el honor mancillado. Con el asesino en la cárcel, Miri era el primero en la lista. Siempre lo supimos, pero yo nunca fui consciente del todo de lo cerca que nos rondaba la muerte. Pasaban los años y la cosa estaba aparentemente olvidada, así que creo que, poco a poco, bajamos la guardia. Yo, al menos, hacía mucho que no pensaba que Miri pudiera estar en peligro. No sé si él sentía miedo o vivía tranquilo, nunca me lo dijo.

Si pienso en Miri, lo recuerdo siempre sonriendo. Tenía dos años menos que yo y sonrisa de listillo. No era especialmente alto pero sí grandote, fuerte, y era guapo; a mi me recordaba a un oso pardo, quizá también porque siempre estaba muy moreno. Nos costaba comunicarnos con él porque él solo hablaba albanés y yo aprendí lo justo en mis días allá, pero durante ese tiempo, Miri fue una constante. Casi siempre que yo iba a su casa de visita, él estaba. A veces salía con su moto por Tirana, no sé muy bien a qué. Por entonces él ya sabía que podían matarlo, que había una gente con ganas de cobrarse la deuda pendiente. En esos tiempos, Miri era el único hombre de la casa porque el padre de familia vivía (y vive) en Grecia, el marido de Rabje puso pies en polvorosa cuando supo la amenaza bajo la que se encontraba esta familia y Shpetim, el hermano menor, en la cárcel.

La última vez que lo vi se le caía la baba con su sobrina, mi ahijada, que aún no sabía caminar. Tenía una mirada muy cariñosa, aún me acuerdo. Luego fui sabiendo de él a menudo porque me escribía a través de Facebook. Nuestras conversaciones siempre empezaban igual: con lo poco que yo sabía entender y decir en albanés. Él me preguntaba invariablemente: «Lola, si je mire?» (Lola, estás bien?). Yo respondía: «Shume mire. Si je mire, Miri?» (Muy bien, tú estás bien, Miri?). Y me decía que sí a su vez. Entonces yo preguntaba por la niña y por su hermana. Y me decía: «Shume bukur«; o sea, que estaban muy guapas. Luego, tirábamos de un traductor de internet. La última vez que me escribió, yo estaba ingresada en el hospital y no leí su mensaje, decidí dejarlo para más tarde porque estaba entero en albanés y tenía que traducirlo. Luego, se me olvidó. Y ahora que han borrado su cuenta, no puedo saber qué me dijo.

Me he enterado de la muerte de Miri porque un amigo en común al que quiero muchísimo, Berti, me avisó con un mensaje. No doy crédito aún. Lo han matado como a un perro, a sangre fría, con toda la crueldad que puede caber en una persona, si es que a su asesino se le puede considerar como tal. Llegaron dos hombres a su casa y llamaron a ese enorme portón verde de chapa que da al patio empedrado. Yo he visto a Miri y a su amigo Tafá poner las losas con sus propias manos. Era de noche, y salió Rabje a preguntar quién era. Dijeron a la chica que eran dos amigos de Miri y que querían verlo. Ella se lo creyó y le avisó. Cuando mi amigo abrió la puerta, le dispararon. Dice la prensa local que, mientras abrían fuego, los asesinos gritaron el nombre del niño que Shpetim mató años atrás. Se marcharon de allí sin ser vistos. En la casa estaban Rabje y su hijita, pero también la mujer de Miri. Porque se había casado hacía dos años y tenía una niña de uno. Miri murió un rato después en el hospital.

Miri y Tafá. Enero de 2011. / (C) L. H.

Este sábado mi amigo ha sido enterrado y, al mismo tiempo, la policía ha detenido a todos los miembros de la familia Cenga que encontraron. A los de Tirana, los de Durres, los de Dibra… pero como no tienen claro quien ha sido, hoy todos han sido puestos en libertad. Imagino que habrá una investigación, pero no creo que sirva para mucho. No tengo una gran confianza en la justicia albanesa.

Esta es la historia de mi amigo Miri. Para muchos solo habrá sido un suceso más en la página de un periódico; para otros, ni eso. Pero yo necesito contar quién fue y por qué murió. Quiero que conste en acta que era un buen chico, un hombre ya,  y que tenía personas que le querían y que ahora le lloramos. Que su muerte es injusta, que no hizo nada para merecerla salvo tener la desgracia de nacer pobre y nacer en un país como Albania, tan maravilloso y cruel a la vez que te hace reír y llorar al mismo tiempo. Que Miri fue un valiente porque se podía haber salvado marchándose de Albania. Lo hizo durante unos meses, pero volvió a casa porque no le gustaba estar lejos de su madre y de su hermana; quería ocuparse de ellas y no podía hacerlo desde Grecia o Bulgaria.

Siempre recordaré su sonrisa socarrona, sus manos manchadas de la escayola que utilizaba cuando estuvo construyendo la casa familiar en ese humilde descampado donde viven las mujeres Ziza. Recordaré siempre que en el momento más inesperado me llegaba un mensaje suyo preguntándome cómo estaba. No nos veíamos desde 2011 y él no podía contarme mucho ni yo a él pero, aún así, llamaba a mi puerta con frecuencia solo para saber que yo estaba bien. No puedo hacer nada por traerte de vuelta, querido Miri, pero haré lo que pueda por mantener vivo tu recuerdo. Hablaré de ti a quién me pregunte por el Kanun, serás el ejemplo que me servirá para contar lo que ocurre en tu país y lo poco que nos interesa al resto del mundo. Ojalá supiera escribir más bonito… Descansa en paz, amigo.

Textos sobre el primer viaje a Albania:

  1. Filming in Albania: Un cumpleaños balcánico
  2. Filming in Albania: La difícil tarea de establecerse
  3. Filming in Albania: ¡Habemus bebé!
  4. Filming in Albania: ya estamos de entrevistas
  5. Filming in Albania: Muchas emociones
  6. Filming in Albania: Entrevista con un ¿asesino?
  7. Filming in Albania: Aprenda albanés en cuatro días
  8. Filming in Albania: Persiguiendo la noticia
  9. Filming in Albania: Live fast, die hard…
  10. Filming in Albania: Tengo un dèja vu
  11. Filming in Albania: Vuelta a casa. Faleminderit, Shqiperia

 Más relatos sobre el segundo viaje a Albania:

  1. ¿Volverá ‘Filming in Albania’?
  2. Filming in Albania: Del barco a la cama
  3. Se acabó lo que se daba
  4. San Valentín a la albanesa
  5. Albanian sagas: De mercadeo
  6. Las madres de Tirana

Textos sobre mi tercer viaje a Albania:

  1. He soñado a la muerte, y ha venido
  2. Albania, cuánto me dueles

BONUS: Las fotografías del viaje

7 respuestas a «He soñado a la muerte, y ha venido»

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