Yogyakarta: arte batik, templos y marionetas – Parte I

Después de pasar dos días en Bukit Lawang partí con una mezcla de pena y pereza; lo primero por abandonar un lugar tan especial y, lo segundo, por tener que afrontar una nueva kilometrada hasta Yogyakarta. Fui a Medan en un autobús, bastante cómoda, por cierto, pues estaba casi vacío, aunque la música dichosa de los autobuses indonesios a todo trapo no me dejó disfrutar mucho del trayecto.

En este viaje me acompañaba Alí. Él también tenía que ir a Medan y, además, tenía que pagarle por la aventura del día anterior, ya que en Bukit Lawang no hay cajeros automáticos.

Algunos conductores de ‘ojek’ son unos listillos. Timan todo lo que pueden.

Una vez llegué a mi odiada ciudad, él me buscó una forma de ir al aeropuerto, donde debía coger un vuelo a Jakarta. Aquí es donde tuvo lugar lo que viene a llamarse una putada de proporciones épicas. El señor que debía llevarme en moto-taxi (ojek en la jerga local) decidió reírse de mi, ilusa e ignorante, y me depositó después de pagarle 20.000 rupias en lo que para él era un aeropuerto pero para el resto del mundo era un Carrefour. Sí, me dejó en la puerta de un Carrefour a unos tres kilómetros de mi verdadero destino. Al final conseguí llegar pagando otras veinte mil rupias a otro ojek.

Centro comercial en Yogyakarta. Bendito aire acondicionado.

Ya en Jakarta, cogí un bus directo a la estación de trenes. Por 230.000 rupias saqué un billete a Yogyakarta en un tren que creía que disponía de camas por ser nocturno y tan caro. No sólo no tenía sino que el aire acondicionado estaba a menos de 10 grados. Queda claro que, en Indonesia, transporte y comodidad no van de la mano. Me ha dado un poco de lástima no visitar la capital del país, sólo vi lo que pude desde la ventanilla del autobús. Pero el tiempo apremia, y Jakarta es demasiado grande para mi, de momento. Quizá en otro viaje.

Me he encontrado con que Yogya es una ciudad alegre y llena de color.

Llgeué a Yogya de madrugada y mal dormida. Cerca de la estación hay un barrio llamado Sosrowijayan en el que se pueden encontrar alojamientos baratos, tiendas, restaurantes y agencias de viajes. Está en el extremo de Malioboro, una calle principal repleta de mercadillos, centros comerciales y puestos de comida indonesia. Descansé un par de horas y salí a conocer la ciudad, pues con el poco tiempo del que dispongo no puedo perderlo en dormir durante el día.

Mi primer destino era el Kraton o palacio del sultán. Allí me dirigía cuando un simpático paisano me abordó para informarme de qué visitas debía hacer. Así, sin pedirme dinero a cambio. Aún quedan altruistas por el mundo. Éste me contó que no podía perderme el N.O.V.I. Batik Art Centre of Yogjakarta.

En el taller se venden los trabajos de alumnos y maestros.

¿Y qué es este lugar? Pues un centro de aprendices del batik , que es un arte excepcional, raro y tan complicado como bello. Consiste en decorar tela, de algodón o de seda, mediante la utilización de ceras de colores y parafinas que se van aplicando a base de capas. Para llegar a ser maestro de batik hay que estudiar del orden de siete años y, viendo los resultados, no es de extrañar. En el centro me recibió uno de los maestros más reconocidos de la ciudad; me explicó cómo se hace esta disciplina artística e incluso me llevó a conocer a una chica que estaba en plena faena. Hacía unos dibujos muy finos sobre un paño, una especie de cenefa. La chica estaba haciendo su primer año, pero a mí me pareció complicadísimo.

Alumna de ‘batik’.

El maestro pintor que me atendió, con uno de sus cuadros.

Por supuesto, el maestro me animó a comprarme un lienzo y me lo pense mucho porque no puedo gastar, pero al final acepté. Los hay de muchos precios, desde los tres euros hasta los superiores a mil. Yo cogí uno de los más baratucos porque no tengo para más, pero me pareció que merece la pena tener un recuerdo así de Indonesia.

Este hombre es un maestro del arte batik. Tiene unos cuadros impresionantes.

Lienzo batik. Su precio, unos 3.000 euros.

Una vez salí de allí fui caminando hasta el Kraton, que es el complejo donde vive el sultán. Está amurallado y en su interior viven 25.000 personas. Parece de cuento, pero es verdad: hoy en día Yogyakarta es la única ciudad de Indonesia donde todavía consideran a su gobernador un sultán con poder casi divino. La verdad es que no me pareció un lugar demasiado interesante porque casi todas las estancias están cerradas al público y lo que se ve no llama demasiado la atención.

Mujer vendiendo comida en el recinto del palacio.

Sólo se pueden visitar un puñado de patios interiores donde lo más atractivo que hay son unos conjuntos de instrumentos de música tradicionales muy raros. Encima, es obligatorio contratar un guía. El precio es un donativo , y la que a mi me tocó no se lo ganó en absoluto porque no me contó nada que no viniera en la Lonely Planet.

Un vigilante que no vigilaba; meditaba.

Sala de música del sultán.

La segunda parte de la visita fue más interesante porque tuve oportunidad de conocer las dependencias del palacio en las que se fabrican y venden las famosas marionetas balinesas. Su nombre original es wayang kulit, están hechas con piel de búfalo de Borneo y pintadas con tintes naturales provenientes de semillas, flores e incluso crisálidas de insecto.

Primero se corta la piel de búfalo y se le hacen los agujeros y relieves con un punzón.

El artesano pinta la piel con tintes naturales.

Últimos retoques a la marioneta.

Resultado final. El espontáneo no va incluido.

Y así queda cuando las ponen a contraluz.

Al parecer, el sultán es un auténtico forofo de los teatrillos, y estas marionetas sirven para amenizar a la familia real y a sus invitados varias noches a la semana. Es increíble ver con qué precisión las troquelan y las entintan. Me dieron ganas de llevarme una, pero ya sí que no llevaba dinero para más caprichos.

Mi excursión por Yogya continuó, pero esto lo contaré en otra entrada, que esta ya se está haciendo larga.

2 respuestas a «Yogyakarta: arte batik, templos y marionetas – Parte I»

  1. NABIA OREBIA

    Sí, sigo en Indonesia, donde también se manejan rupias, pero rupias indonesias, que son diferentes a las indias. Aquí, 20.000 rupias es un euro y medio más o menos, todo es muy barato salvo en Bali o las islas Gili, donde los precios pueden alcanzar a los occidentales. Hablaré de ello en un próximo blog, gracias por seguirnos!

    Responder
  2. INCENSO

    Verdaderamente un templo espectacular… esto sigue siendo Indonesia no? Al hablar en rupias parece muchisisimo dinero, mas o menos cuantos son 20.000 rupias? En india se usa la misma moneda, o es diferente?

    Un abrazoo!

    Responder

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