UN DÍA EN LA CLASE DE DOUSSOU FANÉ

Uno de esos días en los que el calor aprieta y te quita las ganas de hacer cualquier cosa. Ni leer, ni escribir, ni actividad física alguna, por supuesto.  No te aguantas ni a ti misma y al final te vas a dar un paseo. Un paseo por un pueblo que apenas conoces pero sientes tuyo, donde a esas horas no hay ni un alma. Los amigos que me han acogido aquí trabajan en el campo de ocho de la mañana a tres de la tarde. Y en todo ese tiempo yo me quedo sola, completamente entregada a la enriquecedora tarea de ver la vida pasar. Pero hoy decido aparcar la pereza que te entra cuando hace tanto calor y me digo que voy a hacer algo más con mi vida, que llevo una semana tumbada a la bartola y que al final me voy a marchar de aquí habiéndome perdido muchas cosas interesantes. Además recuerdo que tengo que visitar a Papa, el sastre de Beleko, para que me tome las medidas y pueda coser el vestido que le he encargado.

Salgo a la calle con mi cámara, de camino a la tienda de Papa. No hay ni un alma en Beleko, deben estar todos metidos en sus casas, o en sus trabajos, en el campo. Este pueblo, como ya he contado en otros relatos en este blog y en El País, es muy rural, muy sencillo, en él apenas han llegado la tecnología y las infraestructuras. No hay mucho que hacer aquí, ni muchos sitios a los que ir más allá de los cultivos, el mercado, el bar de Damien y… casi que ya.

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Lo puedes encontrar completo en mi primer libro: El tiempo detenido y otras historias de África, con la editorial Kailas.

A partir del 16 de mayo de 2018 estará a la venta en librerías tradicionales y online.

4 respuestas a «UN DÍA EN LA CLASE DE DOUSSOU FANÉ»

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