¡Que viva el sueño!

Estas navidades están siendo una buena traca, y eso que no me suelen gustar. El año pasado las odiaba: tenía que trabajar mientras todo el mundo estaba de vacaciones, estaba lejos de casa y mi Nochevieja fue una cena de padres+suegros en mi casa que supuso mucho trabajo, algo de tensión y muy poca fiesta (primera vez en mi vida que no salí a divertirme después de las uvas).

Pero este año estoy viviendo muchas cosas que mi anterior vida de cuasi-casada no me permitía y, dentro de esas cosas destacan mis últimos viajes y encuentros. En este mes de diciembre que acaba de terminar he podido reunirme de nuevo con Anko, mi compi de facultad que se va mudando de país en país cada seis meses. Después de su periplo Congo-El Salvador-Kosovo-Uruguay, he podido verle en Madrid de nuevo. Y con él toda mi horda querida y amada de amigos de clase: Rafa, Juan, Cucho, Isra, Miki, Kike… hacía años que no nos juntábamos todos y ha sido especial.

Por otro lado, me he encontrado con Alex, de Lugo, al que ha sido un placer tener en casa, tanto por su amistad como por lo buen compañero de fiestas y cenas improvisadas que ha resultado ser. Un fin de semana me escapé a Roma con otro buen amigo, Germán. Mis albaceteñas Sonia y la Rubia también han pasado unos días conmigo en Cantabria, días de risas y disparates. Un año hacía que no nos juntábamos… ¡me lo he pasado fenomenal con ellas!

Andrés y yo a los 18 años en Mont Saint Michel (Francia) cuando nos hicimos amigos durante un interraíl.

Lo más especial de todo ha sido, desde luego, mi encuentro con David y Daniel. Estos gemelos fueron mis amigos del cole hasta 2º de EGB, que es cuando mis padres tuvieron la feliz idea de meterme en un colegio de curas. Hicimos la comunión juntos y siempre nos llevamos muy bien (dentro de lo que cabe en críos de 8 años). Perdimos el contacto a partir de ahí y yo en los últimos años me planteé la posibilidad de encontrarles. Y lo logré. Así, el pasado día 30 me reuní con ellos y con otros amiguitos de esa época a los que yo recordaba y que ellos me recordaban. Ha sido divertido verlos a todos, pero lo de D&D ha sido especial, totalmente increíble e ilusionante. Hace 17 años que no nos veíamos y parece que sólo hubiera pasado una semana. Somos más altos, ellos tienen barba, yo tengo curvas, y desde luego ya no tenemos dientes de leche, pero por lo demás no hay mucha diferencia. Creo que ha renacido una amistad, y eso me alegra mucho. Por «culpa» de esto la noche del 30 al 31 dormí 4 horas. La Nochevieja la pasé con ellos y más de lo mismo. Así estoy, muerta perdida.

Hoy, después de haber esperado hasta la 1 de la mañana con Carlos Atsphear para ver la peli de Avatar en 3D, estoy exhausta. Me cojo un tren a las 8 y media de la mañana para otro encuentro especial: Andrés, mi pequeño Andrés, compi del interrail, que vuelve de Austrialia por navidad. Hace cerca de cuatro años que no nos vemos y mañana, por fin, va a ser el día.

Todas estas aventuras vienen provocándome un cansancio acumulado bastante considerable. Pero no me importa, prefiero morirme de sueño, como ahora, y a cambio vivir momentos tan intensos como los que he tenido en las últimas semanas. Esto hace un año no hubiera sido posible. Es otra de las cosas buenas que tiene mi nueva vida de mujer libre. Si el precio de todo esto es tener sueño… ¡que viva el sueño!

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