Paseo low cost por Budapest. Parte II – Buda

El dependiente de una tienda de vinos en el Bastión de los Pescadores me ha regalado un bolígrafo. ¡Qué amable! Le he comprado dos imanes muy chulos para regalar a la familia, me han costado cuatro euros y son los más baratos y bonitos que he encontrado después de haber entrado en tropecientas tiendas, así que, qué menos que regalarme el boli.

Parece una locura, pero no he conseguido dar con una papelería o establecimiento que venda bolis normalitos, solo los encuentro en plan souvenir y cuestan un riñón. Es media tarde, llevo desde las once y media pateando, y no he podido comprar ninguno. En Budapest nadie vende bolis, ni Bic ni nada parecido.

El Bastión de los Pescadores al atardecer.

Estoy muy cansada, no puedo dar ni un paso más. He caminado todo el día y llevo sin dormir desde que salí de España, solo me he sentado el rato en que me paré a comer las peores quesadillas del mundo junto a la Basílica de San Esteban. Y aún son las seis, precisamente las campanas de la Iglesia de San Matías acaban de dar la hora. Ahora me encuentro a los pies de la misma, en el Bastión de los Pescadores, apalancada dentro de uno de los miradores desde donde veo las mejores panorámicas de la otra orilla, Parlamento incluido.

El Parlamento desde Buda.

Torres del Bastión y vistas desde uno de sus arcos.

Desde el Puente de las Cadenas hasta el lugar donde estoy ahora mismo me ha dado tiempo a callejear por las callejuelas de Buda, la parte más antigua de Budapest que contiene los vestigios medievales de la ciudad (si no contamos Óbuda, un asentamiento romano de las afueras al que no me va a dar tiempo a ir).

Rincones que te encuentras cuando subes hacia Buda.

Buda es un laberinto de calles empedradas situado en la cima de una colina, a unos 170 metros sobre el nivel del mar. La subida es complicada, no por dura, sino por larga. Hay tres opciones: ir cuesta arriba caminando, pagar 870 florines (tres euros) para que te suba un funicular muy vintage construido en 1870, o coger el autobús. Yo he optado por esta última opción.

El funicular.

Empecé caminando, pero me perdí. Mi plano de la ciudad no es muy bueno,  no salen la mitad de las calles. Así que me intenté guiar por mi orientación sin demasiado éxito. No conseguía subir de nivel, siempre andaba por calles de la parte baja. Llegué a una plaza donde hay una fuente con la escultura de Baco, el dios romano del vino, y donde también unas chicas estaban haciendo una sesión de fotos a una cría de unos cuatro años, monísima ella con un vestidito de flores un gorrito y un capazo de mimbre, rizosa y rubia, juguetona, y encantada de hacer de top model a tan tierna edad.

Detalles de Fö Utca.

Continué caminando por una cuesta muy empinada  y me dije: ajá! tiene que ser por aquí, esto sube. Y entonces vino dios a verme transfiguado en un autobús urbano de la linea 16. Como llevo un bono de transportes de 24 horas, me subí sin coste adicional. Y el bendito conductor me dejó justamente al pie del Palacio Real, en lo más alto de Buda.

Casitas de Fö Utca, tiendecitas y terrazas en lo alto de Buda.

Una vez aquí, todo han sido pequeños rodeos. Es una zona con demasiados turistas , pero aún así bonita. Los restaurantes siguen teniendo la misma pinta interesante, parecen medievales. También hay terrazas llenas de flores donde apetece sentarse un rato al sol. Hasta hace un rato había dos chicas tocando el violín en la calle a cambio de monedas, y no lo hacían nada mal.

Dos violinistas ganándose unas monedas.

Las tiendas de souvenirs brotan como setas en esta parte de la ciudad, y confirmo que no me gustan nada: sobre todo se ofrece mantelería y otras prendas bordadas, muñequitas con vestidos tradicionales (como la sevillana del televisor, pero en húngaro), y miles de cachivaches típicos en los que pone «Budapest» igualitos a los que encuentras en Madrid, París o Roma. En definitiva, nada interesante. Budapest no es el mejor sitio para ir de compras, la verdad.

Letrero de una tienda de arte religioso, parecía de arte bizantino.

Muñecas como esta me dan mal rollo.

Lo más bonito de aquí es pasear por las calles y ver los edificios, pero eso da poco de sí porque es una zona muy pequeñita. Me sorprende que para ser un área medieval, las calles sean tan anchas y los caserones tan grandes. Leyendo la guía me he enterado que calles como Fö Utca (calle Mayor) eran de comerciantes y artesanos, pero desde la construcción del Puente de las Cadenas se empezaron a levantar palacios y casa notables. Otras como Fortuna Utca (calle de la Fortuna) siempre ha tenido casas solariegas porque era el lugar de residencia habitual para cortesanos franceses y alemanes.

El tipo del fondo vendía unas pinturas muy originales.

Es precioso, muy blanco, tanto que cuando el sol pega directamente en sus muros te ciega un poco. Es una iglesia muy antigua, comenzó siendo un templo románico en el siglo XIII, fue mezquita en la época de la ocupación turca y acabó siendo iglesia barroca. Los fans de Sissí Emperatriz querrán saber que aquí ella y el emperador Francisco José fueron coronados.  También he dado un paseo por los alrededores del Palacio Real. Es un edificio impresionante, gigantesco, con una fachada de 300 metros de largo. Es tan grande que dentro de él han cabido el Museo Histórico de Budapest, la Biblioteca Nacional y la Galería Nacional de Hungría. También he visto por fuera el Matyas Templom o Iglesia de San Matías, la que acaba de dar la hora, que es el más importante junto con la Basílica de San Esteban.

Iglesia de san Matías en diferentes momentos del día.

Muy cerquita está el Bastión de los Pescadores, un lugar muy curioso, porque no sabría explicar qué clase de construcción es. Es como un mirador de lujo, y de hecho en las guías pone que es un «conjunto de torres y pasadizos cuya principal virtud es servir de mirador». Otro uso no le encuentro, pero el que le han dado es inmejorable. Las vistas desde aquí son preciosas, sobre todo a esta hora, al atardecer, cuando el sol va cayendo al fondo de Pest y todos los edificios se tiñen de un tono anaranjado. Según leo, se llama así porque en la Edad Media era la parte de una muralla cuya defensa fue encargada al gremio de los pescadores. Esto ya tiene más sentido. Ahora es impresionante la cantidad de gente que hay.

Atardecer en los alrededores del Danubio.

Es miércoles de un día de septiembre y esto está como la Gran Vía en hora punta. El bastión tiene truco: para acceder a la parte superior hay que pagar entrada, pero sinceramente, las vistas desde el piso inferior, al nivel del suelo, son fantásticas. Y además, hay una cafetería con terraza a la derecha del mirador a la que se puede subir sin pagar nada, y desde ahí se obtienen las mismas vistas que desde la zona de pago.

Un turista española observa el Parlamento desde el Bastión de los Pescadores.

Son las seis y media, y me doy cuenta que me queda lo más gordo del viaje: ver el atardecer, fotografiarlo, y la hora azul también. Quiero hacer fotos del Parlamento, del Bastión, del Puente de las Cadenas y del Palacio Real, y no sé si me van a llegar las fuerzas.

A las 21:30…

He dado con mis huesos en un italiano. No es demasiado caro, y además necesitaba sentrme y comer algo. Me rindo, estoy emperrada con ver el Parlamento de noche, con todas las luces encendidas, pero estoy para que me arrastren, así que he venido a darme una buena cena: una ensalada genovesa enorme, con salsa pesto, pollo, berenjenas y pimientos asados… suculento. Ya era hora de comer algo decente.

En el Parlamento, a última hora, antes de cenar.

Cenaca: ensalada con pollo, pasta, berenjenas, tomate cherry, pimientos… riquísima!

Paseo por el Danubio, casi enfrente del Parlamento.

No me voy totalmente de vacío, de todas maneras. En este rato me ha dado tiempo a darme más vueltas por el Palacio Real, bajar caminando la colina hasta la orilla misma del Danubio y seguirla caminando. Me he quedado unos minutos mirando detenidamente la Iglesia Calvinista, que me llama mucho la atención porque está entera hecha de ladrillo y es llamativa.

La Iglesia Calvinista, a orillas del río, toda hecha de ladrillo y mosaico.

 La he pasado de largo y he seguido andando hasta situarme justo enfrente del Parlamento, donde he hecho varias fotos durante la puesta de sol. Creo que han salido bien.

Y así me quedó la foto del Parlamento.

 

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