LA MISANTROPÍA, O CRECER HACIA ADENTRO

Todos los años escribo un texto en los primeros días de enero. Es cuando cumple años este blog (y ya no sé si son nueve o diez los que acaban de caer) y además es cuando muchas hacemos una recapitulación del ciclo que acaba y pensamos en lo que queremos y no queremos para el siguiente. En este 2019 ya vamos por el 26 de enero y yo aún no me he pronunciado. Pero lo he pensado mucho, eso sí. Ahora ya me puedo dar respuestas.

Y no es porque haya tenido un mal 2018, qué va. Lo comencé muy contenta y no ha ocurrido nada que me haya quitado la alegría. Es más, ha habido momentos únicos que me pongo a repasar y me sacan una sonrisa. Publiqué mi primer libro, El tiempo detenido, y eso fue lo más bonito de todo, y lo más sorprendente e inesperado también. Cuando me comía las uvas la última noche de 2017 no tenía ni la menor idea de que iba a hacerlo. Pero aquí está, mi primera criatura, que me llena de orgullo y satisfacción tanto como lo han hecho las tantísimas palabras y gestos cariñosos que he recibido por él.

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Hoy termina nuestra mini aventura africana y yo me vuelvo a casa requetefeliz, aunque la hubiera alargado un poco más. Lo hemos pasado en grande y nos hemos reído muchísimo, no ha habido incidentes más allá de alguna tarde lluviosa y una tienda de campaña ligeramente inundada. Juan y yo hemos casado a un amigo de toda la vida y lo hemos pasado pipa en su boda, bailando más que en toda nuestra vida. Ya con @anasalva en el equipo, los días siguientes al bodorrio hemos ido de excursión por media Kenia y hemos visto a dos guepardos cazar una cebra, a un león de cerca, a un rinoceronte blanco, a un hipopótamo bostezar, hemos montado en bici entre jirafas y búfalos, hemos recorrido una garganta a lo Indiana Jones, hemos conocido a comunidades masai, navegado en bote, cantado El Rey León todos los días y hasta nos hemos vuelto a tragar la peli… Y nosotros, de chupipandi bien avenida. Era un experimento juntar a Juan, mi amigo de la universidad desde primero, y a Ana, mi ‘partner in crime’ del periodismo. Pero no ha podido ir mejor. Somos equipasso y deberían ficharnos para Pekin Express 😂 ¡Me vuelvo a casa tan contenta! ¡Gracias por tanto! #Kenia #Kenya #travel #travelwithfriends #viajarconamigos #cantarelreyleonesdeguapas #anaylolaapekinexpress

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He viajado y lo he pasado fenomenal: En marzo fui a Kenia para ver cómo Anko, mi amigo de la facultad, se casaba con Mary, una oriunda de las afueras de Nairobi. Después de la boda pasé unos días de expedición por la sabana en compañía de dos queridas amistades, Ana y Juan. También viaje en verano a Tailandia y a Myanmar, este último un país al que tenía muchas ganas y que no me ha decepcionado. Salvo el clima: eso fue un incordio todo el viaje. Fueron tres semanas muy emocionantes. También fui a Rusia con mis padres y buscamos el lugar donde mi abuelo paterno resultó herido en una refriega en plena II Guerra Mundial. ¡Y lo encontramos! En otoño me mudé para iniciar una vida en pecado con mi hombre y el experimento, de momento, no nos ha ido nada mal. Y no me olvido de esa escapada que hice a finales de año a Roma para visitar a otra querida amiga. Comimos mucho chocolate y pasta, e hicimos fiesta de pijamas. Son estos momentos los que te dan la felicidad.

Por trabajo también volví a viajar, aunque a pequeños sorbos y para asuntos nada espinosos: festivales de cine en Canarias, en Tarifa, Tánger y Barcelona, un congresito en Oslo, un congresazo en Nueva York (la asamblea general de las Naciones Unidas, nada menos)… Han sido pequeñas píldoras de buen sabor que han servido para volver a terreno, como se conoce en argot periodístico, después de tantos meses de secano en Madrid.

NO ERA TAN FÁCIL

Pero, si 2017 fue el año en que me rompí entera y comencé a recomponerme, 2018 ha sido el año en que yo creía que estaba recompuesta y me he percatado de que no, de que esto va de trabajar en ello todos los días. Ha sido el año de dar por superados los grandes problemas y quedarse desarmada ante los pequeños estresores, que son los que no ves venir y cuesta capear.

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Lo más maravilloso que me ha dado este libro es la cantidad de reencuentros y cariño de personas muy queridas que ha traído consigo. No sé qué decir ni cómo dar las gracias a todos y todas los que habéis venido a verme este fin de semana y me habéis sonreído y abrazado y me habéis dicho cosas bonitas. Familia a la que veo menos de lo que me gustaría, amigos de la infancia y la primera juventud que me han buscado después de años separados, compañeros de trabajo y de gremio, amigos de mis padres que me conocen desde chiquitilla, los colegas de siempre, mi papá y mi mamá, mi sobrino Seydi, mi súper hombre… Lo único que lamento es no haberme hecho más fotos con todo el mundo, pero esta pequeña muestra me encanta. De verdad, no puedo estar más feliz, y es todo cosa vuestra. Esta sonrisa no me la borra nadie. GRACIAS. (Y @kailaseditorial… súper gracias) 😍 #feriadellibro #muerodeamor #eltiempodetenido #rubiayafortunada #firmadelibros #amistad #friendship

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Todo tiene un lado bueno y un lado malo. El estado de ánimo zen en el que me hallo sumida gracias a la terapia (45%), la medicación (5%, que no es nada fuerte) y el deporte (50%) me ha protegido de algunos reveses que, en otro tiempo, me hubieran desmontado del todo. He mantenido el tipo, sí, pero he aprendido que nada de esto es el ungüento amarillo, que diría mi madre, y que notar que una está mejor o incluso muy bien no significa que ya nada haga daño o afecte de alguna manera.

Dos párrafos antes parece que mi vida es perfecta y envidiable. Que si el libro, que si Nueva York, que si explorar por Rusia… Pues ahora va la cara opuesta de la moneda, la que parece que me gusta enseñar para dejarme en ridículo gratuitamente delante de toda la humanidad de internet. No es eso, tampoco. Pero siento la necesidad de contar este lado menos bueno. Quizá porque escribiendo asmilo mejor mis problemas y fallos. Quizá porque sé que desde que salí del armario con mi depresión el año pasado, hay personas que me piden respuestas, ayuda, consejos, salidas… Y que todo esto que voy a soltar va a sonar más a vida real que la ristra de cosas bonitas de hace un momento. Y porque estoy hasta el moño de la gente perfecta con vidas perfectas de Instagram que te hace pensar que la tuya es una mierda.

LA CARA B DE LA VIDA BELLA

Quizá todo fuera amor y chuchería hasta que se publicó El tiempo detenido. Firmé en la Feria del Libro nada menos que cinco días, vendí muchos más ejemplares de lo esperado, me hicieron algunas entrevistas (la mejor, esta), lo presenté en un sitio precioso, la sede de Ecooo, que es una gente majísima. Una experiencia de ensueño. Y luego, no lo llevé a más ciudades. Planeaba Barcelona, Málaga, Sevilla, Santander e incluso Tánger. De todos estos sitios me habían llegado propuestas súper chulas para reunirme con los lectores y charlar sobre África, los viajes, las mujeres que viajamos, más África… Pues nada, que me entró el agobio. Me cuesta y me duele reconocer esto después de tantas muestras de cariño. Me digo también que soy humana y fallo estrepitosamente todos los días. El caso es que, no sé por qué, empecé a sentirme sin aire y la sola idea de enfrentarme a un público me empezó a dar… No sé. Creo que ansiedad. Me he visto como una desagradecida por sentirme así y sigo trabajando en ello, la verdad, y me gustaría que alguien me escribiera si también ha pasado por algo parecido. Vaya por delante que sigo súper agradecida y ni por asomo me veo merecedora de tantas atenciones y cariños. Muchas gracias.

Pero han pasado otras cosas. Me fui a Rusia con el corazón roto porque solo dos días antes de salir de viaje murió trágicamente nuestro perro, Barry. Lo mató un boxer con el que convivía en un hotel de perros en el que le habíamos dejado durante las vacaciones. Fueron solo dos o tres días de idas y venidas de unos y otros, y la dueña del negocio era de fiar, supuestamente. Pero se fue de juerga una noche y dejó a los animales sueltos y juntos. Cuando regresó, ya de mañana, mi perro se había desangrado después de que el otro le mordiera en la yugular. Esta ha sido una pérdida terrible que me ha costado asimilar mucho, mucho más de lo que esperaba.. Escribiré sobre ello más adelante, cuando me sienta preparada. Ahora solo lo traigo a colación para contar que ese disgusto me afectó hasta el punto de que viajé a Rusia envuelta en un mar de lágrimas y que ni disfruté ni logré hacer disfrutar a mis padres, que también estaban afectados y encima con una hija que se había vuelto una ermitaña. Y no me recrimino haber estado triste, sino no haber admitido que lo estaba y que tenía que lidiar con ello. Si hubiera canalizado todos esos sentimientos de una manera más adecuada, quizá los días rusos hubiera ido mejor. A saber.

Luego vino Nueva York, y allí estaba yo, de vuelta a los ruedos, cubriendo parte de la Asamblea General de la ONU. Hasta tuve ocasión de presenciar la aprobación de la Estrategia por la Juventud en pleno centro de la sala de sesiones. Pues me dio un ataque de pánico tremendo en el hotel. Lola Hierro, genio y figura. Fue un buen día, después de desayunar, cuando subí a cuarto a lavarme los dientes antes de salir a unas reuniones. No había pasado nada malo. No había tenido problemas. Simplemente, comencé a hiperventilar y yo solo quería dejar todo eso e irme a mi casa. Me costó una mañana entera recomponerme, pero al final lo logré y pude cumplir con mis obligaciones profesionales, incluyendo un acto con el mismísimo Bill Gates. Ahora, a cualquiera que le diga que teniendo un viaje a gastos pagados a Manhattan para hacer un trabajo periodístico interesantísimo y yo, sin embargo, me fui a Madrid dando gracias por volver a casa… para matarme, vamos.

Otro revés que me he llevado este año ha sido darme cuenta de que estaba equivocada en una cosa: yo pensaba que lo que pensaran de mí de las personas que me parecen estúpidas ya no me afectaban de ninguna manera. Pero sí. Viví un episodio de acoso brutal en redes sociales por dar una opinión que no gustó a algunas personas y me afectó. Me asusté mucho al principio, y eso que no tengo el gusto de conocer en persona a ninguno de los hooligans que me pusieron verde. Me deberían dar igual, pensaba, pero me ponía de los nervios. Y el verme así por gente que me importa un bledo me cabreaba aún más. Bueno, esto ha sido toda una lección al final, y hasta la agradezco, porque me ha servido para pensar mucho, analizarme, hacer autocrítica, revisarme todo lo que pienso… Y he llegado a una conclusión que me ha hecho crecer, aunque creo que no es en la dirección en la que se esperaban mis nuevos enemigos. Por un lado, me he reafirmado en mis convicciones, las mismas que tenía antes de que fueran a por mí. Por otra, he aprendido, entre otras cosas, que por mucho que quiera nunca voy a gustar a toda la humanidad, que haga lo que haga siempre habrá alguien que querrá atacarme, así es la vida, y que no debo intentar agradar a todo el mundo para evitarme enemigos, sino ser coherente con lo pienso y mandar a paseo a quien no le guste. Sorry not sorry y un beso para mis odiadores de internet.

Existen más puntos oscuros en este año que ha terminado. Preocupaciones que tenemos todos: por la salud propia, la de la familia, por el trabajo, por las facturas y el dinero… Nada del otro jueves. Por lo que sea, el cuerpo me ha estado pidiendo todo el año quedarme quieta y observar. Observarme y aprender. Y desaprender, que es la palabra clave a partir de la que nació este blog. Desaprendiendo fue su primer nombre.

He encontrado que si no me cuido y no respeto unas reglas de oro, me caigo. Así que estoy haciendo un poco lo que el corazón me pide. Y me pide esa introspección que a veces roza la misantropía, porque necesito ahora mucho tiempo y espacio conmigo misma para analizar todas aquellas cosas que me alteran y me desestabilizan. Porque después de haber probado aquello de sentirse súper bien ya no quiero soltarlo más así que, si veo que la estoy liando y me estoy desviando, me paro, doy marcha atrás y averigüo qué pasa.

Por eso priorizo las actividades que realmente me hacen feliz. Quedo con reducidos grupos de amigos en los que me siento en confianza y tranquila. No salgo ni socializo cuando no me apetece hacerlo, ni voy a citas o encuentros por compromiso ni a reuniones con muchos desconocidos a la vez, si puedo evitarlo. He aprendido a decir que no sin más, sin excusas, y a hacer lo que me gusta sin demasiadas explicaciones: desde leer un libro aplaudido por la crítica hasta viciarme a un juego del móvil si me da por ahí. Perder el tiempo está infravalorado y a mí me encanta hacerlo.

Cuido mucho el deporte y la alimentación, aunque más lo primero que lo segundo, he de confesar. Este año me he esforzado y he ganado mucha fuerza y algo de agilidad y de resistencia. Estoy contenta por cómo evoluciona mi práctica. He dejado un poco atrás lo de correr por una lesión y me he centrado más en el yoga y el crossfit. El crossfit me está llevando a interesarme por la halterofilia, que es un deporte muy complicado pero que me gusta un montón. Y no te pones como una culturista, no. Me lo han preguntado a menudo y… Vamos, que no hay más que verme. Estoy muy lejos de ser una musculitos. Pero sé hacer muchas cosas que antes no sabía, como el pino, los saltos dobles a la comba, trepar por una cuerda, arrancadas, pesos muertos con 70 kilos y sentadillas con 50 a la espalda. Y flexiones sin parar hasta 50 o 60. Yo solita. A ver quién hace esto con 35 años y tras un parón deportivo de… 15 años por lo menos.

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¡Soy fuerte! Ayer estuve practicando la cargada o power clean y, bueno, al final me salió un poco. Llevo entrenando -muy irregularmente, todo hay que decirlo- desde septiembre. Aún estoy lejos de la perfección, quienes sepan de crossfit y levantamiento de pesas seguro que habrán encontrado un montón de fallos. Lo importante es trabajar por lo que quieres, mejorar y, por encima de todo, pasártelo bien. Es lo que he aprendido: que el deporte no debe ser una obligación odiosa sino algo que te haga disfrutar. Hace seis meses nunca había hecho nada parecido en toda mi vida y creía que si trabajaba la fuerza me pondría como una culturista. Hoy estoy más fuerte (aunque solo tire 25 kilillos) y me gusta mi cuerpo. Ya me he dado cuenta de que para estar ultra musculosa (cosa que no quiero) tendría que entrenar mil horas más a la semana y comer muy diferente. Y no estoy por la labor, así ya voy que me mato. ¡Y lo que me divierto! Hale, rollo de lunes servido… 🏋🏼‍♀️#crossfit #myf #crossfitnewborn #novata #deporteesvida #cargada #powerclean #weightlifting

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Este 2018 ha sido el año en el que he elegido quedarme en segunda fila de todo, el año de intentar vivir tranquila y de aprender a superar los pequeños estresores antes de que todo estalle. No lo he conseguido del todo, por eso tengo pensado seguir en el banquillo observando en silencio, haciendo lo que me pida el cuerpo, siendo un poco invisible y un poco solitaria. Tengo a mi alrededor todo y a todos los que necesito para seguir feliz durante el camino, así que no necesito hacer mucha vida hacia afuera.

Dejo para el final una de las cosas más bonitas que he vivido en 2018, y que merece un párrafo aparte por su importancia. Tras pensarlo y quererlo desde hace algunos años, por fin me he registrado como donante de médula gracias al asesoramiento y ayuda inestimable de la Fundación Josep Carreras. (¡¡pinchad en el enlace, informaos y donad!!) Ahora mi sangre está en un banco de datos mundial y, auque la posibilidad es remota, puede que algún día me llamen para decirme que una persona con leucemia, linfoma o algún otro tipo de cáncer similar necesita de mis células madre para salvar la vida. Mis soldaditas y yo estaremos listas para la acción.

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Me guardo esta foto para la posteridad. Es del lunes 3 de diciembre de 2018, el día que me registré como donante de médula ósea. Esto es algo que llevaba mucho tiempo queriendo hacer, sobre todo desde que conocí el caso de Pablo Ráez, un chaval de Marbella que murió hace un par de años. A él no se le pudo curar, no funcionó la medicina, pero hay muchísimas otras personas con leucemia y otros tipos de cáncer que sí sobreviven gracias a un transplante de médula. Yo antes pensaba que convertirse en donante era complicado, pero no, solo hay que ir al hospital a que te extraigan un par de tubos de sangre. Si resulta que mis células madre le sirven a algún paciente, entonces sí: me las extraerán con una punción y anestesia o con otro método aún más sencillo, parecido a hacerse un análisis, que no requiere ni anestesiarse. Me he informado mucho y creo que, si todos os paraseis a leer un poco, habría muchos más donantes. Porque es fácil, porque tu médula ósea se regenera por completo, porque solo a 1 de cada 4 pacientes le sirve la de algún familiar directo. Y mientras no llega una compatibilidad, esa persona se muere. A lo mejor nunca me llaman porque nunca encuentran a nadie que necesite de mí, pero yo he dejado ya mis soldaditas en una base de datos mundial porque, quién sabe, este gesto tan pequeño quizá sea la diferencia entre morir o vivir para alguien. Os animo a todos a que os informéis muy bien sobre de qué va esto y espero que después de hacerlo, os convirtáis en donantes. Si lo he hecho yo, que soy una quejica, cualquiera puede. Toda la información está muy bien explicada en la web de la Organización Nacional de Transplantes (ONT) y en la de la Fundación Carreras (@imparablescontralaleucemia) Ambas hacen un trabajo fabuloso. Perdón por el discurso. Es importante. Pablo Ráez impulsó el #retounmillon, aquí va una más. PD: La sonrisita sí que es más falsa que un duro de madera. El pinchazo es igual que el de los análisis de sangre pero es que yo soy muyyyy blandita y quejica 🤗. Hale, ¡todos a donar! #donamedula #donameduladonavida #fuckleucemia #siemprefuerte #donantedemedula #quetepetencáncer #imparablescontralaleucemia

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Y ya está. Siempre fuerte.

2 respuestas a «LA MISANTROPÍA, O CRECER HACIA ADENTRO»

  1. Begoña

    Hola Lola.
    Creo que una de las cosas que más me gusta de tu libro y de lo que escribes es la naturalidad,la falta de adorno con la que nos cuentas tus viajes,algunas de tus experiencias,lo buena comunicadora que eres.
    Esa humanidad que desprenden tus palabras,esa sinceridad.
    No te escondes cuando estas mal,eres muy valiente.
    Hay veces en que es difícil tirar hacia adelante,a todos nos pasa y nos pasará,cada persona tiene su peculiar manera de intentar salir,cada una a su velocidad,cuando sales de esa,vuelve poco a poco la luz,pero ahora brilla más.quién querría perderse esa experiencia!!!l Las crisis están infravaloradas.
    No sigo las redes sociales,solo algunos blog que me interesan,a tus enemigos les digo que tienen la batalla perdida,son un grano de arena en el desierto.
    Un abrazo enorme.

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    • Lola Hierro Autor de la entrada

      Muchas gracias Begoña, yo no creo que sea valiente, igual soy demasiado bocachancla nada más, jeje. Igualmente, sea lo que sea, mil gracias por escribirme y mandarme estos ánimos. Yo te envío un besote!

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