Me quedé sin playa en Nha Trang

Llevo más de un mes de viaje y casi no he pisado la playa, con excepción de los fabulosos días que pasé en Gili Trawangan. A estas alturas el cuerpo me pide arena, tumbona, y el suave mecer de las olas. Por eso me encaminé ilusionada hacia Nha Trang, que está considerada la capital playera de Vietnam. Al llegar, me he llevado un buen chasco. No es porque me falten kilómetros de costa, que no, sino porque el tiempo no me acompaña,  y aquí no para de llover. Como diría Forrest Gump, me ha caído “lluvia finita y cortante, lluvia gruesa y pesada, lluvia que cae de costado y hasta lluvia que sube desde abajo”.  En realidad he visto todas menos la última, pero la estoy esperando.

Playa de Nha Trang.

En Nha Trang me he encontrado tipos muy tranquilos y felices.

legados a este punto puedo contar ya la opción que he elegido para moverme por el país. Lo más fácil, cómodo y sencillo es adquirir un billete abierto llamado Open Bus. Por 820.000 dong, unos 25 euros, puedo viajar desde Saigón (al sur) hasta (Hanoi) al norte, pasando por las tres ciudades que he elegido: Nha Trang, Hoi An y Hué. La principal ventaja de este medio de transporte es que no lleva sillones al uso, sino una suerte  de sillones-cama, que aunque son muy estrechos, te permiten ir acostado todo el viaje. Lo que todo el mundo hace es aprovechar las noches para viajar durmiendo. No pierdes tiempo para hacer turismo, no se te hace tan pesado como cuando vas de día despierto y te ahorras una noche de hostal. Como las distancias aquí son enormes entre una ciudad y otra, siempre te garantizas tus 6 o 7 horas de sueño.

Open bus: todos apiñados.

Hora de dormir en el autocar.

Mi llegada a Nha Trang no ha podido ser más desoladora, pero aún así me he atado las botas y he recorrido la ciudad. Lo mejor hubiera sido ponerme el bikini e ir a la playa, pero vista la meteorología, me he centrado en el resto de opciones, que dicho sea de paso, no son muchas.

Hora de dormir en la santa calle.

Nha Trang es como una Marbella vietnamita. No te da la impresión de estar paseando por una ciudad asiática sino por Puerto Banús, a juzgar por la proliferación de hoteles de grandes cadenas y edificios de apartametos. Pero si te falla la opción playa, la visita se queda un poco coja.

Vendedora de marisco en el paseo marítimo. Fresquísimo, oiga…

Aquí hay muchos charcos.

Uno de las pocas atracciones turísticas es la pagoda de Long Son. Fue construída para conmemorar a los monjes y monjas que lucharon contra el gobierno de Diem. Está decorada con unos dragones hechos a base de mosaico de cristal, y en ella residen monjes desde el siglo XIX. Subiendo un poco la colina en la que se encuentra, y que es la que domina la ciudad, llegas al buda sentado, que es una escultura gigantesca de un Buda muy gordito sentado sobre una flor de loto. Y un poco más abajo, otra estatua de Buda, esta vez yacente.

Buda de Long Son. / Wikipedia

Transporte en Nha Trang con abuelo cachondo incluido.

El primer día ha llovido durante toda la tarde, así que no he salido del hostal desde la hora de comer. Hablando de comer, me he encariñado con un restaurante australiano cuyo nombre he olvidado. No es dificil de encontrar porque no creo que haya muchos de este tipo en la ciudad. Me encanta porque tiene comida riquísima, sobre todo hamburguesas, ensaladas y batidos. Además es muy barato y está decorado con todo aquello que pueda recordarte a Australia, incluida una piel de canguro en la pared.

Ensalada de todo. ¡Arf!

Bar mítico australiano, con la mítica piel de canguro.

En mi segundo día de estancia he visitado la galería de Longh Than, un fotógrafo local que ha retratado la naturaleza del pueblo vietnamita de forma única. Trabaja en blanco y negro y sus imágenes son fundamentalmente de tipo costumbrista, resaltando los pequeños detalles, las rutinas, la vida cotidiana, los sombreritos cónicos… He salido completamente inspirada de la exposición. Ahora, no me pregunteis cómo he dado con ella; ha sido de carambola total gracias a un folleto perdido que pillé no sé dónde.

Expo de Long Than, con vespa y todo.

Otra parte de la exposición de Long Than,

na larga caminata por el paseo marítimo ha sido el colofón de mi estancia en Nha Trang, quiza la más desaprovechada desde que inicié mi viaje. Estuve haciendo fotos a la playa, a las olas… pero ni siquiera la luz acompañaba. Durante este corto trayecto conocí a unos niños muy salados que me hicieron compañía un raro y se dejaron fotografiar.

Los Backstreet Boys vietnamitas.

Pillada.

Oleaje chungo, como para darse un bañito. No se ve, pero hacía fresquete.

Nha Trang también me ha hecho reflexionar profundamente acerca de la imparable globalización que vivimos y que ya es una obviedad en los tiempos que corren. El capitalismo también ha llegado a Vietnam. Luego una lee y se entera de que, pese a que todavía es un país pobre dado que la renta per capita es bastante baja –unos 2.700 dólares américanos- el poder adquisitivo ha aumentado notablemente y los precios de los pisos en Hanoi están como en Nueva York o Tokio. Es el país que más ha crecido del sureste asiático, y está englobado dentro de las denominadas economías de “los próximos once”, es decir, los once países que más van a crecer y los mejores para invertir según el banco de inversiones Goldman & Sachs, junto a Egipto, Indonesia o Bangladesh. Para quien le choque: China, India y Brasil lo fueron en la lista elaborada en 2003, esta es de 2005. El caso es que el PIB de Vietnam creció en 2008 un 6,8%, que no está nada mal. Para quien no entienda de crecimientos, compárese con la media de la Unión Europea: su tasa de crecimiento del PIB para 2010 se estimaba en un 0,7%. No he encontrado el dato concreto, pero debe andar cercano.

Felicidad vietnamita.

Negocio callejero. Ya hablé de los cerrajeros en el post de Saigon.

Serán comunistas en teoría, pero en la práctica todo se reduce a mercado libre, a competencia y a especulación. Los hoteles de lujo de cadenas occidentales proliferan como setas, los rascacielos suben como la torre de Babel… Definitivamente, esta ciudad es la prueba irrefutable de que Vietnam se ha subido al carro del siglo XXI.

Después de esta lección de economía barata, me voy al sobre para levantarme mañana descansada y poder viajar tranquilamente a Hoi An, la cuna de la gastronomía vietnamita. ¡Bien!

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