La vida nómada

Esto era una tía tarada a la que un buen día le tocó un viaje a Canarias. Lo típico que le pasa al amigo de tu vecino o a un conocido de tu abuela, pero esta vez le tocó a ella misma por una carambola del destino. Y se tenía que haber ido una semana pero ya lleva 19 días fuera. Este viaje le cambió la vida, le hizo ver que cuando se mueve es feliz, y que por eso va a dedicar su vida y sus esfuerzos a moverse, a conocer, a experimentar.

Esta mujer ahora está en Albacete porque ha pasado el fin de semana en el Viñarock, de raves y sin pulsera, como debe ser, y no sabe por dónde empezar a contar y no sabe con qué quedarse. O quizá sí. El trío de punkis jipis que conoció en el regional que iba desde Madrid ha podido ser lo mejor del viaje. Y por eso ya voy a dejar de hablar de mi y empezaré a contar sobre la gente que me encuentro por el camino, los más interesantes.

Como decía, eran tres. Deyvid, 29 años, mexicano. Bajito y musculoso, con greñas oscuras y unas gafas de sol estilo aviador con cristal de espejo que nunca se quita por ciertos «problemas de sensibilidad» con el sol. Huele a alcohol, pero no parece ir muy borracho. Sonríe, viste de negro, y lleva consigo una barbaridad de bolsas y maletines. Con ello se gana la vida ya que es artesano. Trabaja con material informático y electrónico que recicla. Coge viejos ordenadores portátiles, ratones y teclados y hace bolsos, monederos, broches para el pelo y cualquier otra cosa que se le ocurra. Así lleva ganándose la vida 14 años, desde que salió de su Colombia natal y empezó una vida nómada que no tiene visos de terminar.

¿Qué es lo que me encanta de este hombre? Su rollo neo hippie pero del de verdad. Me gusta cómo declara su amor por la naturaleza, se refiere a la madre tierra como la Pacha Mama, dejando caer su filosofía de vida y su respeto por el medio ambiente que él lleva a un plano mucho más espiritual. Me cuenta cómo se vive con lo justo y me demuestra que no es feliz el que más tiene sino el que menos necesita.

Con él viaja una pareja de argentinos: Cris, de 20 años, ojos verdes de gata, una belleza aparentemente frágil pero llena de fuerza y determinación. Catalana, se fue de casa con 15 años, trabajó de camarera en varios sitios hasta que hace poco se hartó y decidió echarse a la carretera y ver mundo. Seguro que en esa decisión influyó su pareja, cuyo nombre no recuerdo, un chico más callado, argentino, que se pasa la mayor parte del viaje en tren durmiendo.

Así va esta pareja, haciendo autostop. / Atlas Green (Unsplash)

Quien me llama la atención es Cris. Sus rastas y sus laterales de la cabeza rapados evidencian sus gustos por la moda punky,hippie, alternativa o lo que sea… Defiende sus ideales con la palabra, el pensamiento y con su estética. Pero no resulta nada agresiva en el trato; al contrario, presenta decisión y fuerza pero también serenidad y dulzura. Cris está aprendiendo a hacer bolsos con discos de vinilo. Cogen dos los cosen con un trozo de tela por en medio para hacer la bolsa y luego le ponen un asa. Y se venden a 25 euros.

Hablo con ella durante todo el viaje, ya que los chicos duermen. Me cuenta que han estado su novio y ella siete meses en Argentina y que ahora empiezan de verdad su aventura de vivir a lo nómada. Vienen de Barcelona, bajaron con la hermana de ella, que tiene una furgoneta. Tras una avería, un rato de hacer autoestop  y unos días en Madrid vendiendo bolsos y pidiendo un poquillo de dinero, se han plantado en el tren a Villarobledo. Vivirán 3 días y 3 noches en el festival, acamparán de forma gratuita e intentarán vender lo máximo posible. Y de ahí, a Almería, a una comuna hippie que se ha asentado en la playa. «Para estar todo el día en bolas y tomando el sol tranquilamente», me dice Deivid. Después irán a las lagunas de Ruidera, también en Albacete, a otra concentración hippie. Y después, nadie lo sabe.

Definitivamente, me gusta cómo piensan y viven estos personajes. Le explico a Deivid que yo querría algo así para mi, y me dice que sólo es cuestión de coger la puerta y salir de casa. No lo veo yo tan claro, supongo que aún estoy demasiado atada al pensamiento tradicional, que no he desaprendido lo suficiente. Pero me quedo con su teléfono móvil por si un día decido moverme por sus circuitos. Tendremos difícil encontrarnos ya que este hombre no planea otra cosa más que embarcar este verano en Mallorca o por ahí para que le lleven de balde hasta Hong Kong o más allá. Quién sabe, dicen que todos nos encontramos dos veces en la vida. Me pregunto cómo sería mi segunda vez con Deivid, Cris y el novio silencioso.

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