La plaza Djemaa El Fna y el caos de Marrakech

Nuestra llegada a Marrakech no ha podido ser más accidentada. Después de cuatro horas de viaje atravesando el Alto Atlas, hemos llegado bien avanzada la tarde. Nos han advertido en varios momentos y varias personas que no paseemos por la medina ni por los alrededores de la Plaza Djemaa El Fna por la noche, ya que no es un lugar muy seguro y abundan los atracadores, sobre todo de turistas. De ahí nuestros nervios, nuestra tensión y nuestras ganas de llegar a un hostal. Al que fuera. Y casualmente, todos los alojamientos baratos están en los alrededores de esta plaza que, lo cuento ya, es el punto neurálgico de la ciudad, el más famoso, el espacio abierto más grande y el que más actividad alberga. Tan importante es, que la Unesco la declaró en 2001 Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, es decir, que no por su arquitectura o su belleza, sino por su ambiente, su actividad y sus gentes. Pero de esta plaza hablaré más adelante.

Bajo estas condiciones hemos llegado a Marrakech, nuestro último destino antes de volver a España. Nada más poner un pie sobre el asfalto hemos vivido nuestro primer desencuentro de los muchos que nos esperaban. Nos agobiamos nada más bajar del taxi con lo que encontramos: tráfico, ruido, demasiada gente y demasiado caos. Nos apresuramos a buscar un transporte barato hasta el centro, porque no sabíamos ni dónde estábamos, y aquí apareció otro marroquí de esos dispuestos a ayudarte a cambio de una buena propina. Resumiré en que nos costó bastante librarnos de él y que se tomó a muy mal que no requiriéramos de sus servicios. Acabó llamándome hija de puta incluso.

Un caballito.

El transporte elegido ha sido, después de mucho regatear, un rickshaw como los del sureste asiático, es decir, un señor en moto que tira de un carro. Ahí nos hemos subido los seis cargados viajeros con nuestros macutos para llegar hasta el centro mismo de la ciudad, a solos unos pasos de la dichosa plaza. Y el agobio ha continuado porque nos hemos encontrado todavía más gente, más aglomeraciones, más árabes queriendo llamar nuestra atención con mil excusas… En serio, Marrakech es una ciudad extenuante, ni en dos meses atravesando el sureste asiático me sentí así de harta.

Los puestos de Djemaa el Fna

Encontrar alojamiento ha sido, sin embargo, bastante fácil. Los alrededores de Djemaa el Fna están llenos de riads y pensiones de menor categoría. Nosotros teníamos la idea de buscar una que salía en la Lonely Planet, pero por el camino hemos dado con otra llamada Central Palace donde nos han hecho muy buen precio a los seis. Está bien ubicada y dispone de un precioso patio interior donde estar fresquito, aunque la limpieza no es su fuerte.

Puesto de todo por 10 DH.

Y una vez cómodos y aseados, nos hemos ido a explorar esta plaza tan famosa y a buscar algo de cena. Esto ha sido la mayor locura de todas: no ha hecho falta ni abrir la boca, solamente hemos asomado la nariz por la zona central de la plaza, que está llenita de chiringuitos para comer, y  nos han asaltado docenas de chavales con sus respectivos menús intentando convencernos para que eligiéramos su oferta.  Djemaa El Fna se ilumina al caer la tarde con cientos de lucecitas y se instalan en ella  más de 50 puestos de comida cuyas parrilladas impregnan de humo y olores deliciosos  el ambiente. En todos sirven prácticamente lo mismo:  berenjenas fritas, que son típicas, cabeza de cordero, que es un supuesto manjar (puaj!), pinchos morunos, fritanga variada, aceitunas, cous cous, tajines… Bueno, pues todos tenían razones para decirnos que nos fuésemos con ellos. Todos te cuentan lo mismo: primero  preguntan de dónde eres y cuándo averiguan el país, en este caso, España,  sueltan: «Mejor que El Corte Inglés, mejor que Mercadona, mejor que…» y así con todas las empresas que se les ocurren. Están zumbados. Al final nos hemos quedado con uno que nos ha caído simpático, no sé por qué, y que nos ha ofrecido la bebida gratis. La cena, después de todo, no ha sido la mejor que he probado, es muy grasiento todo para mi gusto pero  he de reconocer que es barata y sabrosa.

Vendedor de espejos.

Antes de dormir nos hemos dedicado a explorar un poco más esta plaza que ciertamente, sí que tiene vidilla. No le pega nada el nombre, que en árabe significa asamblea de los muertos porque hace siglos se ajusticiaban aquí los delincuentes de la ciudad. Este lugar es todo lo contrario: está lleno de vida. Singular, diversa y abarrotada por locales y por turistas, que pasamos casi desapercibidos entre tanto autóctono que va y viene, aquí nunca hay descanso. Toda ella está rodeada de edificios sin ningún interés o atractivo especial que alojan cafés en sus plantas inferiores donde uno se puede refugiar de tanto bullicio. A lo lejos se distingue el minarete de la mezquita Kutubia, uno de los más representativos de la ciudad que sirvió de modelo para levantar la Giralda de Sevilla. Está abierta al tráfico, por lo que se debe tener cuidado esquivando coches, motos y hasta diligencias.

Un ‘dentista’.

Por el día encuentras personajes tan insólitos como un sacador de muelas que luce sus alicates en la mano por si te animas, pitonisas que adivinan el futuro, tatuadoras de henna, sanadores que dicen curar hasta la impotencia gracias a pócimas misteriosas, raíces y huevos de animales rarunos o versículos del Corán… También abundan los puestos de zumo natural, de menta, especias, té y caracoles, así como un puñado de chicos que se pasean con carritos llenos de dulces árabes. Y aquí, la advertencia de turno: cuidad con sacar fotos. Los marrakechíes no son muy partidarios de ser inmortalizados si no van unos dirham por delante.

Lamparitas. Al final nos llevamos dos.

Danzas nocturnas.

En un rápido vistazo antes de irnos a dormir, hemos encontrado muchos vendedores de lámparas y de otros cachivaches, cuentacuentos y músicos callejeros con mucha gente bailando a su alrededor, aguadores con el traje típico, encantadores de serpientes, domadores de monos… Pero sobre todo, gente, gente y más gente, olores, sabores, música y una actividad febril pasadas las diez de la noche, que es cuando nos hemos vuelto al hotel porque no podemos con las botas.  Veremos qué nos espera mañana. Marrakech es una ciudad a la que hay que enfrentarse con muchas fuerzas y ahora no las tenemos.

Pincha aquí para ver más fotos.

GASTOS

Habitación doble Hotel Royal Palace: 100 DH

Cena en los puestos de Djemaa El Fna: 32 DH cada uno

Transporte en rickshaw desde la entrada a Marrakech hasta Djemaa El Fna: 40 DH en total, siendo 6 personas

*El cambio es de 1 EURO = 11 DH

**Todos los precios que pongo son por persona, si es algo conjunto lo indico y lo divido para que salga el total de lo que yo pagué.

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