Crónicas etíopes (V): Tropezar y levantarse

De momento, lo único que no había fallado en este difícil viaje que tengo por delante era la colaboración del personal. Hasta hoy. Mis últimos tres días han transcurrido en Zway, a unas dos horas al sur de Addis Abeba. Hoy me he pasado toda la mañana en un lugar muy importante para el trabajo que he venido a hacer aquí. He hecho fotos, he realizado entrevistas a una serie de personas que me han dejado libertad total y me han contestado muy gustosas. Han salido unas imágenes preciosas y los testimonios, sin ser gran cosa, sí que me valían de alguna manera para completar todos esos datos e informes que mencionamos en los reportajes y que suelen ser tan aburridos de leer si no les ponemos un poco de color. Nadie me ha puesto ninguna pega y así, después de comer, me he ido tan contenta de vuelta a la capital, Addis Abeba. Poco después, he recibido una llamada de una de las voluntarias que me comunicaba, muy apurada, que esas personas ya no quieren que utilice en el reportaje nada de lo que he hecho: ni texto ni fotos. Que, aunque me habían dado permiso, se han echado atrás sin razón aparente.

Hemos quedado en que hablarán con ellas a ver si cambian de idea, pero yo tengo un cabreo y un disgusto tremendo. No me molesta que haya quien no quiera aparecer en un reportaje; eso es comprensible y cada uno es libre de decidir. Lo que me indigna es que me hayan hecho perder el tiempo de esta manera. Si no querían, ¿por qué no me lo dijeron cuando estaba con las manos en la masa? ¿Por qué me siguieron la corriente? Estas personas no deben saber lo que le cuesta a un freelance perder un día entero de trabajo, sobre todo cuando es en un país extranjero y en vías de desarrollo como este, en el que hay que hacer auténticos malabarismos para llegar a los sitios y ganarse la confianza de la gente. Me siento muy despreciada ahora.

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Choque de carromatos. Esto es la vida rural.

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Yo quiero uno de estos para cuando voy cargada con el macuto. En Zway, este es el transporte más habitual.

Al menos puedo decir que este incidente es algo aislado y que contrasta con la actitud con la que me han recibido los misioneros y los voluntarios que también he visitado en esta localidad: Abba Dino, Abba Samuel… Ellos me han tratado mejor que bien, me han abierto sus casas, me han invitado a su mesa, me han tratado como a una más y me han facilitado el curro todo lo que han podido. A ellos sí que les estoy agradecida. Me demuestran que sigue habiendo buenas personas en el mundo y que por cada uno que falla, hay tres que son geniales.

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Giuseppe con el bebé de una de las mujeres beneficiarias del proyecto Women in Development.

Durante dos días, he conocido el trabajo que hacen con las mujeres más pobres de la región y con sus hijos, y he alucinado con la cantidad y calidad de sus proyectos, sobre todo uno, Women In Development, desarrollado por una oscense llamada Teresa que lleva ocho años en Etiopía y apoyado por otros dos voluntarios italianos llamados Maria y Giuseppe. En este proyecto trabajan en varios frentes, pero lo fundamental es dotar a las mujeres de herramientas para que se apañen en la vida y ganen su propio dinero. Por una parte tienen un taller de costura y bordado en el que hacen verdaderas maravillas: ropa de niño, bolsos, pañuelos, bisutería con tela, monederos, marca libros… Todo es precioso y todo lo quieres comprar. Las chicas que hacen este trabajo son muy jóvenes y perciben un sueldo para que con él puedan pagarse estudios en el horario de tarde. Está muy bien pensado.

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Mujeres de la cooperativa de microcréditos en una reunión para decidir en qué negocio invertirán esa semana. Concentración total.

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Un rato de voley en el patio donde se desarrolla el proyecto de Teresa.

El proyecto tiene otra vertiente: una cooperativa de madres que trabajan artículos de caña y tela que luego venden. Con lo que ganan, destinan semanalmente una cantidad para apoyar negocios, es decir, funcionan con microcréditos. Se reúnen y votan qué negocio apoyar y con cuánto dinero. Y luego se reparten beneficios, generalmente en especias, y particularmente en forma de sacos de teff, el cereal que más se consume en Etiopía.

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Algunas mamás del proyecto. Les chifla que les haga fotos 🙂

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Hora de trabajar. Concentración total.

Mientras ellas trabajan, pueden dejar a sus hijos (todas tienen) en una guardería-colegio de la que se hacen cargo tanto profesoras etíopes como voluntarios extranjeros. Allí juegan, aprenden el abecedario y también comen, algo muy importante y aquí a veces se descuida más de la cuenta…

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Miradlas qué buenecitas, como si no hubieran roto un plato en su vida.

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El patio, lleno de críos.

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Como diría mi abuela, son más malos que el bicho que picó al tren O_o

La verdad, me gustaría escribir más cosas de lo bien que he estado estos días en casa de los voluntarios; he conocido a Alex y Ulrich, dos chicos austriacos que están haciendo lo que allí llaman servicio civil para escapar del militar. Tienen solo 18 años y pasarán uno entero en este lugar. Dan clase a los niños del colegio del proyecto, porque esta orden religiosa también tiene un colegio, claro. Aquí están haciendo muchísimo trabajo para mejorar la educación de los niños etíopes. También he conocido a María y Giuseppe, italianos ambos y totalmente volcados en el proyecto de Teresa.

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Ulrich en clase de inglés.

Otro episodio digno de recordar en este peculiar viaje es que he visitado por primera vez un mercado africano, y he de decir que me ha agotado la experiencia. Allá donde mirara veía algo interesante, pero hacía tanto sol y calor que no podía ni pensar. El de esta ciudad es enorme y está lleno de color. Aquí y allá hay señoras vendiendo enormes sacos de cereales varios; más adelante está la zona de las verduras y todo el suelo está cubierto de lechugas y otras hortalizas verdes, de tomates, de cebollas, ajos, zanahorias, pimientos… En otro sitio están las gallinas, los pollos y los huevos, y las mujeres y niños no se asustan de coger un bicho de estos por las patas y llevárselo en la mano como si fuera un bolso. A mí me dan un miedo tremendo.

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El mercado de Zway es un festival de luz y color… y caos.

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Otro mercado más pequeño donde sobre todo se vende leña quemada ¿?¿?¿?

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Una de las beneficiarias de Women In Development, con su puesto de verduras en el mercado.

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Compras en el mercado.

En fin, ha sido toda una experiencia, aunque he de reconocer que a mí las aglomeraciones me agobian bastante, por lo que después de todo agradecí acabar el paseo. Pensaba yo que no me iba a cansar tanto en este viaje porque tengo tiempo para hacer todo, pero me estoy dando cuenta de que ya no me encuentro como el primer día. Llevo dos semanas aquí y solo me he tomado medio día libre (en Awassa, cuando fui a ver hipopótamos) y noto que mi cabeza no piensa con la misma rapidez. El imprevisto, encima, me ha añadido otro problema al calendario, la verdad…

En vista de mi estado de agotamiento y de que hoy en mi barrio de Addis Abeba se ha ido la luz y no podía trabajar, he decidido tirar la casa por la ventana y me he venido al hotel Hilton. Pero no a dormir, no, que no soy rica. Escribo estas líneas desde la cafetería, que tiene wifi de pago y precios europeos pero me merece la pena. Necesitaba estar un rato tranquila sin que me diera problemas el internet cada dos por tres y además tenía que comprar un producto un tanto específico y en la embajada me han recomendado venir aquí. Tampoco es que haya ido a ver al embajador para preguntarle dónde ir de compras, no. Tenía que acercarme por narices para registrarme, que aún no sabían de mi existencia, y he aprovechado para saludarle. Se llama Luis y es un hombre muy agradable, me ha transmitido muy buen rollo, la verdad.

Y estas son las aventuras por hoy. Qué cómodos son los sillones del Hilton, caramba…

5 respuestas a «Crónicas etíopes (V): Tropezar y levantarse»

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  3. Jesús Alfonso Gallego Moreno

    Querida Lola. Sigo tus aventuras del año pasado en Etiopía. Lo que cuentas del principio de la entrada es, por desgracia, demasiado normal, pero no sólo en Etiopía, o en el extranjero, o en tu labor. Normalmente la gente no solemos apreciar la labor de nuestros congéneres, y creemos que el responder unas simples preguntas o el hacerlas no tiene mayor trascendencia. Y el que puedas realizar una labor «intelectual» es algo menos «laborioso» que la física. Y estoy hablando de compatriotas nuestros, no de los países subdesarrollados.
    Sin embargo, me alegro encontrases gente que te diera la vuelta a la situación. En todas partes hay buena gente. Simplemente es abrir un poco los ojos, mirar alrededor, y dejarte llevar por aquellas personas que sí que te quieren aportar algo, sea a tu trabajo o a tu vida.
    La experiencia del mercado la entiendo perfectamente. Uno acaba agotado entre tantas sensaciones y estímulos distintos, pero es algo tan maravilloso.
    Bueno un fuerte abrazo, y buena suerte por Kenia, que también te iré siguiendo cuando acabe las entradas de Etiopía.

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    • Lola Hierro Autor de la entrada

      Gracias Jesús! Ahí voy, poco a poco, paso a paso, levantándome cada vez que caigo… En fin, que agradezco mucho comentarios como estos, mola ver que hay alguien al otro lado de la pantalla. Abrazo!

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