Crónicas de periolistas, cap II: In the middle of nowhere

Esta es la continuación de la crónica de ayer, que escribí muerta de sueño, muy de mañana, en el caserón del periodista de Ronse. Salimos del allí  a las ocho menos cuarto de la mañana y seguía siendo de noche, así que al final no hemos visto cómo era el sitio donde hemos dormido. Hacía tanto frío que ha helado y no se podía abrir el maletero del coche. Hemos ido a toda prisa, con agobios, porque el buen señor Marc, que nos ha acogido tan bien, llegaba un pelín tarde a la escuela por culpa de nuestra pachorra española. Total, que a eso de las ocho nos ha soltado en la estación de trenes de Ronse, y allí estábamos Wonen & Bouwen, con más sueño que vergüenza, la calle desierta, un frio del carajo, una niebla que no dejaba ver nada, y casi casi de noche aún.

Ronse a las 08:00 am y 0 grados: ni frío ni calor.

Sin perder el tiempo nos hemos ido a investigar cuándo salía el autobús a Nukerke, ese pueblo a pocos kilómetros donde la gente presuntamente no sabe/quiere hablar francés, pese a estar a pocos kilómetros de la frontera. Un pueblo cerrao, vamos. En tanto esperábamos al autobús, nos hemos metido en la cafetería de la estación, que es lo más kitsch que he visto en la vida: los muros están llenos de fotos y pósteres del Anderlecht, el equipo de fútbol de la región. El resto está lleno de muñecos de plástico, flores artificiales, revistas y papeles amontonados y cosas raras, cosas que cualquier humano consideraría tratos y tiraría a la basura. Pero era entrañable. Había cuatro gatos, todos viejos, la camarera también era mayor. Parroquianos de toda la vida.

Cafetería kitsch.

Paisanos en la cafetería del Anderlecht.

A las 9, por fin hemos salido hacia Nukerke, por un camino que nos ha hecho sentir que Tomelleuse era una ciudad de lujo. Todo campo, vacas y niebla, nada de civilización. En una media hora estábamos en la Aldea del Arce en cuestión. Vacía. Una iglesia y casas. Ya. Según hemos llegado hemos encontrado a una señora que llevaba a otra en silla de ruedas y le hemos preguntado por un bar/cafetería/tienda… lo primero que ha sido muy gracioso es que la señora, que prefería expresarse en inglés, nos ha dicho textualmente: “You are in the middle of  nowhere”. Bien: punto 1 confirmado: hay sitios a escasos kilómetros de Valonia donde la gente no habla francés. Ante tal evidencia, hemos decidido seguir investigando y nos hemos puesto a caminar bordeando la iglesia. Hemos dado con una tienda de impresión de documentos. Entro, pregunto lo mismo que antes, y otra vez inglés, y otra vez que allí no hay ningún espacio público o comercio donde meterse. Increíble. Nukerke es una población de unos 800 habitantes y no tienen ni un triste bar. En España esto es imposible, inconcebible, es pecado.

Soledad en los alrededores de Nukerke.

Todo en la zona es así.

Nos volvemos a ver en la calle, pero esta vez notamos cierto trasiego: dos personas pasan por delante de nuestras narices, luego otras dos, y luego otras tres más. ¡Muchedumbre! Les seguimos, y llegamos a una parroquia, o algo así, porque el nombre está en neerlandés y lo tenemos que imaginar. Escudriñamos por la ventana y ¡voilá! Todo el pueblo está ahí metido desayunando café y bollos en unas mesas muy largas. ¡Tenemos que saber qué pasa ahí! Y entonces abordamos a otra chiquilla que va a entrar. Preguntamos: ¿Hablas francés o ingles? «Inglés mejor», dice ella. Toma ya, otra que no pilota, y esta tendrá 16 años, seguro que va al instituto. Nos cuenta que hoy -por el 6 de diciembre- es fiesta en toda Bélgica, es el día de San Nicolás. ¿No sabe nadie qué fiesta es esta? Pues muy mal, porque San Nicolás resulta que es español. (Nuestras caras en este punto de la conversación eran algo como esto : O________________o )

Entrada al local parroquial.

Abuelas despachándose a gusto.

San Nicolás es como un Papá Noel que viene por estas tierras el 6 de diciembre. Viene de España, en barco (nada menos) y acompañado de dos negros. Y trae regalos a los niños buenos. En este momento,  un presunto San Nicolás estaba a punto de llegar con los dos pajes para entregar regalos a los niños de Nukerke, que estaban en la sala, sentaditos y obedientes, pero nerviosos perdidos. En seguida localizamos a la directora del colegio, que se llama Christelle y ¡sorpresa!, prefería hablar en inglés también. Este día me ha tocado trabajar a mi la hostia: Pilar controla francés y yo inglés, así que nos vamos turnando en lo de compadrear según las preferencias del interlocutor de turno. Bueno, pues la directora del colegio nos permite quedarnos, nos cuenta que son unos 71 niños los que hay, que son de infantil y primaria, y que es un espectáculo para los padres, quiere decirse: lo mismo que en España hacemos los críos el último día de colegio antes de navidad, pero a estos les da regalos un señor vestido como Santa Claus pero con gorro de obispo.

Los niños esperan a San Nicolás nerviosos perdidos.

Y nos quedamos a ver la función. Primero la directora da un discurso en flamenco y no entendemos ni papa. Luego anuncia que San Nicolás está ya en la puerta, y los críos se vuelven locos. Entra el susodicho, con los dos pajes negros, que van tirando caramelos, pegando saltos y liándola parda por ahí. El santo habla, da un discurso interminable, y para que los niños no se desmanden, los dos negritos hacen tonterías, como los payasos: uno es el bueno, otro es el malo, y este último quema la traca con el público mientras el otro le persigue.

Los payasos, haciendo el ídem.

Luego llega el baile de los niños, encantadores, tan rubitos, tan bailongos. Van saliendo por edades y cantando y bailando canciones en flamenco. Y luego los mas mayores bailan el Gangnam Style pero traducido al flamenco también. Muy curioso. Y ya al final vienen los regalos y las bolsas de dulces, compuestas por chocolate en todas sus variedades. Me sé de unos cuantos padres que esa noche no pudieron acostar a los críos después del subidón de azúcar que les tuvo que pegar.

Los más chiquitines, bailoteando.

Emulando el tour de Flandes.

Y en estas que la directora se sube al escenario y empieza a decir algo con el micro en flamenco, ni idea de qué, pero de repente todo el mundo empieza a mirarnos y a saludar con la mano. Glups, está hablando de nosotras. Nos dice el profe de gimnasia que está diciendo que somos periodistas y que vamos a hacer un reportaje para El País. Momento «tierra trágame».  Una no se ve todos los días en pueblos remotos de países lejanos asistiendo a fiestas locales… no hay nada como viajar fuera de los circuitos turísticos.

Felicidad absoluta con sus chocolates.

San Nicolás da regalos a los niños.

La otra traca fue nuestro afortunado encuentro con una de las tres rollizas jubiladas, ya que nos sirvió para volver gratis a Ronse. Y de ahí, en otro autobús, nos plantamos en Lessines, una población fronteriza pero de la parte de Valonia, es decir, que todos hablan francés. Y allí teníamos unan entrevista con tres amables señores, dos de ellos ya viejitos, que nos ofrecieron su punto de vista sobre la cuestión de la convivencia flamenco valona que estamos investigando.  La pena es que no hablaban bien inglés, así que no me he enterado demasiado bien, me quedaba a veces con todo, y a veces con muy poco. No parece mucho pero me siento muy orgullosa de mi misma porque pensaba que no iba a saber nada, ni decir nada ni entender nada, y resulta que la cosa no es tan grave , y que si estudio un pelín igual me puedo presentar al A2 en unos meses.

Mis chuletas. ¡Ya era hora de comer!

El no sé qué a la flammande de Wonen. ¡Estaba buenísimo!

Eugene y Philip son los dos señores que hablaron más. El otro solo estuvo de cuerpo presente, su espíritu debía habitar en otra parte porque no abrió la boca en dos horas, de ahí que ni recuerde su nombre. Un señor mueble. Los otros nos dieron un punto de vista diferente sobre el conflicto, que nos ha ayudado a aclarar ideas. Fueron entrañables, me cayeron muy bien, la verdad, y con ellos se nos pasó el tiempo volando.

Los señorucos de Lessines nos explicaron muchas cosas sobre el conflicto flamenco-valón.

Tres horas después, a las cinco de la tarde, acabamos de hablar, y como ya era de noche cerrada y no podíamos hacer mucho más, nos cogimos un tren a Bruselas. Ha salido mal el plan, queríamos habernos movido por Lessines, hablar con gente, ver la vida del pueblo.. pero es que en este país no existe vida a partir de la caída del sol: nadie por la calle, ni una farola encendida… Lessines estaba todo oscuro y mortecino, y aunque los bares y restaurantes sí están abiertos, tienes que adivinarlo,  ya que solo están iluminados en el interior. Total, que nos fuimos a Bruselas haciendo una combinación loca de trenes.

Cogimos el tren por los pelos ¡Jodidas pero contentas!

Ahora ya estamos plantadas en nuestro hostal, donde compartimos cuarto con seis personas más, de las cuales una al menos ronca y una al menos es china. Hemos ido a cenar unas pizzas más grandes que nosotras y ahora estamos en la cocina del lugar, donde hay guiris silenciosos y españoles ruidosos, según Pilar. Hay un tipo muy coñazo que va de jevi duro de la vida y que está hablando a voces con dos amigas por Skype. No le importa a nadie su vida, pero la tenemos que oír. Qué cruz… ¡Mañana más!

**Actualización agosto 2014: He encontrado un vídeo de la actuación que hicieron los niños del colegio de Nukerke este día. Mirad qué lindos:

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