Chaouen: La medina azul donde no paraba de llover

«No me puedo creer la mala suerte que tenemos: hemos llegado a Chaouen con el cielo totalmente encapotado, y según hemos encontrado el hostal se ha puesto a llover torrencialmente. Nunca pensé que las palabras ‘frío’ y ‘Marruecos’ pudieran ir en la misma frase. Hemos pasado la tarde  arrebujados bajo dos mantas y una colcha y dispuestos a dorminos pronto porque no podemos hacer otra cosa. Estoy en la pensión La Castellana, he conseguido una habitación a cómoda a buen precio, y creo que voy a hacer uso intensivo de ella puesto que Chaouen ahora mismo es una ciudad acuática».

Esto es lo que escribía en mi cuaderno de viajes según llegamos a Chaouen. Este es una de los lugares que más ganas tengo de visitar. Chefchaouen significa mira a los picos, y no es de extrañar que la hayan bautizado con un nombre tan bucólico: la villa está enclavada en la falda de una cadena montañosa. Vamos, que estoy en Marruecos pero parecen los Pirineos. Chaouen es un pueblo grande: tiene unos 35.000 habitantes, pero la medina, que es la parte más interesante, tiene muchos menos. Es uno de esos sitios que te llaman la atención en las fotos y que investigas hasta saber dónde están y cómo se llaman. Chaouen es el pueblo de la medina azul índigo tan famosa. Fue bereber en su origen, en 1.471, luego acogió a muchos exiliados judíos y musulmanes de Al Ándalus, y por eso su apariencia es tan similar a la de muchos pueblitos andaluces, con sus estrechas e irregulares callejuelas, sus casitas encaladas y su empedrado desigual.

Al llegar todo estaba desierto…

Durante nuestra primera tarde aquí, hemos paseado mínimamente por ella para encontrar el hotel, que se llama Pensión La Castellana, y a mi la ciudad no me ha defraudado, al contrario, se me han disparado la ganas de salir a explorar todas esas callecitas azulonas y misteriosas. Por desgracia, el mal tiempo solo nos ha permitido ir hasta la plaza Uta El Hammam, en la medina, para buscar un sitio donde cenar. Allí he probado mi primer tajine, que ha sido de ternera, ciruelas y almendras, y mi primera sopa de verduras. Tirso dice que sabía a salmuera pero a mi me ha gustado. También nos hemos bebido el primero de los muchísimos tes a la menta que nos esperan durante estos días.

… pero bien desierto, vamos.

Un pedacito de la plaza Uta El Hammam

Como no podía ser de otra manera, nos han vuelto a timar. Esta vez ha sido el consabido guía que se te pega y no te suelta. Estábamos advertidos de la presencia de estos personajes, que te ofrecen muy solícitamente hostal/restaurante/transporte/banco/tienda/comida/mapas/porros/su propia madre o lo que sea, y luego te piden pasta. Ha dado igual que nosotros le dijéramos amablemente al señor de turno que no queríamos sus servicios: el tío nos ha llevado/seguido hasta la puerta del hostal y luego ha reclamado su propina. Hemos pecado de tontos  y le hemos dado casi un euro, que es muchísimo. El tipo no quería irse sin que le compráramos quif, es decir, hachís, pero al final se ha dado por vencido. Chaouen ha sido hasta hace poco la capital nacional de los porros, casi todo el turismo llegaba hasta aquí para ponerse hasta las patillas, pero el endurecimiento de la leyes estatales y el aumento de la vigilancia policial ha provocado la desaparición de esta práctica en gran medida. Aún así, aquí te ofrecen petas a cada paso, y cada dos por tres te encuentras a alguien liándose uno. Con mucho más disimulo, pero se sigue fumando como si no hubiera un mañana.

Trastos que se venden, desde una ventana bereber hasta el abuelo, seguro.

¡Amigo, cualquiera de estas chilabas podría ser tuya! ¡Solo mirar!

¡Y otro vendedor de alfombras y chilabas!

Nuestro primer amanecer en Marruecos ha traído un sol que nos ha permitido ver lo mojadas que han quedado todas las calles de Chaouen tras la lluvia incesante que ha caído durante la noche. Unos tímidos rayitos han sido la excusa para salir corriendo a desayunar a la plaza de Uta el Hammam, que está muy cercana a nuestro hostal. Hemos escogido un sitio que no tenía ni siquiera nombre y donde no había ni un solo turista y sí unos cuantos marroquíes. Nos han ofrecido un desayuno sencillo pero muy sabroso: zumo de naranja enorme y muy rico, sin mezclar con agua, tostada o crepe, mantequilla, mermelada de albaricoque y té a la menta. En teoría también estaba incluido el queso, pero no había, así que el camarero nos ha hecho una rebajilla en el precio, aunque de primeras se ha hecho el loco.

Una tienda fantástica de especias y jabones naturales.

Al final ha escampado un poquillo y hemos podido visitar la medina azul, aunque ha habido un rato en el que nos hemos tenido que meter corriendo en la habitación del hostal porque diluviaba, más otro rato que nos lo hemos pasado bajo un toldo robando wifi del restaurante donde cenamos el día anterior en tanto esperábamos a que amainara el temporal.

Todo es TAN azul…

Casita primorosa, hasta la camisa va a juego

La verdad es que hace un frío de narices y se te quitan las ganas de sacar fotos porque las manos se te hielan, pero aún así nos está cundiendo. Hemos dado mil vueltas a la medina desde bien temprano, por lo que hemos sido testigos de su despertar: desde el amanecer, con las calles desiertas y silenciosas, los niños yendo al colegio, hasta el ajetreo del mercado de alimentos al que hemos llegado al mediodía. Y todo un catálogo de olores de guisos recién hechos saliendo de los tejados de las viviendas.

Reunión de vecinos.

Camino del colegio.

Vida cotidiana en la medina azul.

Hemos callejeado, nos hemos perdido y nos hemos encontrado. A veces pasábamos por sitios en los que ya habíamos estado,  y entonces intentábamos encontrar una ruta diferente y desconocida. Chaouen no defrauda y no desmerece su fama, es tan azul como en las fotos, tan enigmatica y tan bonita y tranquila como cuentan. Hay muchísimas escaleras y miles de gatos, y hay puertas de toda clase y de todas las gamas de azul.

Hay escaleras por todas partes.

Amigos gatetes.

Los marroquíes, en general, no quiere ser fotografiados, y es una pena porque he visto muchas postales que no he podido inmortalizar. Las mujeres son muy esquivas y tienen mirada desconfiada, y los hombres son más pesados y lanzados: nos han ofrecido muchas veces droga, alfombras…

Las mujeres son muy esquivas.

En un momento de nuestra excursión nos hemos dejado guiar por un señor que nos ha llevado a lo que él decía que era una cooperativa bereber: un sitio donde hacen alfombras y mantas. Han sido muy simpáticos y no se han molestado al saber que no íbamos a comprar nada ni a darles propina. Allí dentro nos han explicado cómo se fabrican alfombras y mantas de forma artesanal. Las alfombras son cosa de mujeres,  las hacen con seda de cactus que tejen con una aguja de cedro. Parece ser que la seda de cactus es antialérgica, no la prende el fuego y encima pesa poco. Todo ventajas, oiga. Una alfombra puede llevar todo un año de trabajo.  Los hombres, por su parte, hacen mantas de lana y chilabas. Su labor es más sencilla que la de sus compañeras, aunque a mi me ha parecido que el viejecillo que estaba ante mi tejiendo una mega manta era un héroe. No sé cómo no se liaba con tanto hilo y tanta vuelta. Ellos tardan unos 18 días en terminar una.

Nuestro amigo el vendedor de alfombras.

Un señor tejiendo una manta

Es una labor complicadísima la de tejer

En este ir y venir también hemos conocido al jovencísimo dueño de una tiendita llamada El rincón de Said. Tiene 31 años y pinta figuritas y muebles de madera, escayola y cristal desde los 11. Su local es como la cueva de Alí Babá: tiene todo tipo de cacharros, pero lo más bonito es lo que él decora. Recomiendo muy mucho una visita. Es un chico súper amable y no te intenta vender nada. Después de esta visita hemos llegado a un mercado diurno, que es un jaleo. Está lleno de puestos de frutas y verduras, y hay muchísimas mujeres vendiendo menta en cantidades industriales.

Aquí, Said pintando la puertecita de un espejo.

Me pregunto qué habrá en las botellas…

En la frutería.

Vendedoras de menta y otras hierbas.

Nos hemos acabado marchando de Chaouen después de haber subido a lo más alto de la medina y haber bajado hasta la misma salida, ya que nuestro autobús a Fez salía al mediodía. Hemos ido caminando a la estación porque la distancia es muy asequible para recorrer incluso con las mochilas: no más de 20 mintutos a pie y cuesta abajo.

Una calle comercial

Por el camino hemos parado a comprar unos bocatas buenísimos y muy baratos en un sitio llamado Chez Aziz con precios  marroquíes que está en la misma puerta de acceso a la medina. Con eso y unos bollitos deliciosos de canela, azucar glas y no sé qué más que nos han costado céntimos nos vamos bien provistos a Fez, nuestro siguiente destino.

Pincha aquí para ver más fotos.

 

GASTOS 

Habitación doble en hostal La Castellana: 60 DH

Cena: Tajine de carne y sopa vegetal para compartir + 2 tés a la menta = 70 DH

Propina al tipo plasta: 8 DH

Desayuno completo (té, barra de pan con mantequilla, jalea y zumo de naranja):  25 DH

Sandwich de pollo: 15 DH

Botella de agua grande: 7 DH

Bolsa de patatas: 12 DH

Tableta de chocolate Nestlé: 8 DH

1 bollo de canela: 2 DH

Propina del baño de la estación de Chaouen: 1 DH

*El cambio es de 1 EURO = 11 DH

**Todos los precios que pongo son por persona, si es algo conjunto lo indico y lo divido para que salga el total de lo que yo pagué.

3 respuestas a «Chaouen: La medina azul donde no paraba de llover»

  1. Paqui

    Precioso tu relato de Chaouen, y las fotografias….
    Dentro de unos días voy con un amigo a conocer Marruecos, y nuestro primer destino es Chaouen, me podrías decir, si desde Chaouen hay buena combinación de transporte para asilah?
    Un saludo y mil gracias por contarnos tu experiencia!

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    • Lola Hierro Autor de la entrada

      Hola Paqui! Según tengo entendido no hay autobuses directos, debes ir vía Tanger. De todas maneras, si el presupuesto os lo permite podéis coger un grand taxi. Tienen un precio que habréis de regatear, como manda la tradición, y luego podéis ir solos o buscar a otros cuatro viajeros más que quieran hacer el mismo trayecto y pagarlo entre todos. Esa sería la fórmula más barata. Suerte y pasadlo fenomenal !:)

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      • patera1

        ¡ Hola ! buenos días, maravilloso y completo documental, Yo estuve en el dos mil tres y me paso lo que a ti, me cojió una nube que estuvo lloviendo cuatro horas sin parar con una intensidad inmensa.
        La ciudad es preciosa, para mi una de las mas bonitas del protectorado, comimos en el restaurante aladi un cuccus que quitaba todos los sentidos y además como indicas barato, barato.
        A ver si os mejora el tiempo, y os lo pasais guay del paraguay.
        Un fraternal saludo
        Joaquín.

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