Apuntes de Zanzíbar (VI): Viajar de rico, viajar de pobre

Como casi todo en esta vida, viajar se puede hacer de dos maneras: como un millonario o como un mendigo. Y, siendo menos exagerados, como una persona acomodada o como una humilde. Mi opción suele ser la segunda; la mayoría de las veces es porque estoy sin un euro, pero también porque sigo fielmente la máxima de que cuanto menos gastas, más se estira el dinero para seguir en ruta. Vamos, que prefiero ahorrar todo lo posible si con ello gano días por ahí. Viajar sin mirar la pasta ha sido una experiencia nueva para mí, pues Zanzíbar ha sido el primer lugar donde he ido como una señora. Han sido unas vacaciones con mayúsculas y decidí no preocuparme demasiado por los gastos. Por suerte, esta vez me lo podía permitir.

¿Y cómo ha ido la cosa? Pues bien y mal. No por ir a sitios más caros te lo pasas mejor. Me he tirado una semana probando de todo: restaurantes caros y humildes puestecillos en medio de la carretera; hoteles de lujo para extranjeros occidentales y hostales tanzanos mucho más sencillos; servicios orientados al turista y planes por libre. Y, así, también he descubierto que es muy difícil gastar poco dinero en Zanzíbar, ni siquiera aunque lo intentes. En comparación, los precios son mucho más altos que en la Tanzania continental. Un simple tomate te costará cuatro veces más en la isla, eso es así. Imagino que la elevada afluencia de blancos con dinero que van a pasar unas vacaciones a todo tren tiene mucho que ver.

DORMIR

El alojamiento, por ejemplo, es caro siempre; hay una oferta muy pequeñita de establecimientos para mochileros; nada que ver, desde luego, con los famosos hostales del sureste asiático donde por tres dólares duermes en una cabaña cuqui a pie de playa. Aquí también las hay, claro; oferta no falta, pero los precios son altos siempre, salvo contadas excepciones. En general, por menos de 20 dólares no encuentras nada en toda la isla. En esta ocasión no voy a dar ideas de lugares económicos como he hecho otras veces; nosotros queríamos alojamientos paradisíacos y maravillosos, así que nos cortamos poco a la hora de elegir. Lo que aprendimos después de comparar nuestras vacaciones lujosas con otras más modestas de ocasiones anteriores es que no por pagar más estás más a gusto. En fin, estos son los que nos acogieron:

Mamamapambo Boutique Hotel:

Mi dormitorio

Mi habitación en Mamamapambo Boutique Hotel / L. H.

En las playas de Jambiani. Lo lleva una pareja hippie pija de italianos que ha hecho una auténtica maravilla con la decoración. Son solamente seis habitaciones en una casa de dos plantas de madera y techos de caña. Las fotos no le hacen justicia: por dentro es mucho más bonito. Sus puntos fuertes son el personal local, que es muy amable, la tranquilidad, pues estuvimos casi solos y sin sobresaltos y la limpieza: la habitación era una preciosidad y todos los días la limpiaban de arriba a abajo. Ahora, también tuvo inconvenientes: la comida es mala y cara; la fruta siempre estaba verde, la carta era la típica de platos con nombre interminable que luego se traduce en una porquería pretenciosa. Una noche probamos a cenar allí y nos dieron un pescado realmente malo. ¡Y manda narices que en una isla como Unguja te den un pescado mal hecho! Por otra parte, la norma del hotel era encargar la cena que ibas a tomar durante el desayuno, y esto es un inconveniente tremendo porque cuando estás de vacaciones no sabes qué demonios estarás haciendo por la noche, si cenarás allí o en otra parte…  En definitiva, nos sentimos un poco agobiados. Nos costó 105 dólares la noche; no es barato, como veis.

Hotel Santa María Coral Park

Bungalow del Santa María. / Santa Maria Coral Park

Por exigencias del guión tuvimos que pasar una noche extra en la isla, algo que no estaba previsto, y buscamos un hotel a toda prisa en un lugar con playa pero lo más cercano posible al aeropuerto de Stonetown, la capital. Este hotel playero de Pongwe venía recomendado por un amigo de Médicos del Mundo, así que reservamos pensando que, al ser solo para una noche, daba igual que no fuera perfecto. Bueno, pues nos gustó más que el de Jambiani. Las habitaciones son cabañas individuales, mucho más simples que las del Mamapambo, pero tienen baño completo con agua caliente también (importante). El wifi es una porquería, como en el anterior, pero el entorno es mucho más agradecido: más espacio, abierto a la playa y con una piscina. Nos costó algo menos también: 60 dólares por una noche en una cabaña. Eso sí: la playa de Pongwe no es muy bonita porque tiene muchas más algas en la orilla. Quien quiera arena blanca y agua turquesa debe ir a Jambiani.

Zenji Hotel:

Habitación del hotel Zenji / Zenji Zanzibar

Más que correcto para mi gusto, pero un poco caro para lo que se puede encontrar en Stonetown, la capital de Zanzíbar. Fueron 70 dólares la noche por una habitación doble con baño privado y agua caliente. El dormitorio era muy pequeñito pero tenía balconada, una cama tradicional zanzibareña, toda de madera tallada y con dosel, al igual que el resto de muebles, y todo estaba muy limpio. El desayuno se sirve en una terraza que hay en el tejado y es bastante completo en comparación con otros hoteles: tienen fruta buena, mermeladas raras (de plátano con canela, por ejemplo) y, en definitiva, estuvimos una noche pero muy a gusto.

Mazson Hotel:

Habitación del Mazson’s Hotel / Mazsons

Llegamos de noche a StoneTown como los bandidos: sin tener donde caernos muertos. Nos pusimos a buscar hotel con ayuda de nuestro conductor y visitamos varias opciones que eran un horror: precios de más de 50 dólares por habitaciones minúsculas y cochambrosas en establecimientos con nombres pretenciosos y aspecto de cueva de ladrones. Luego están las cadenas Hilton y Serena, pero no hay bolsillo que pueda con ese gasto. Al final dimos con una opción satisfactoria, aunque un poco particular: el hotel Mazson. Es un cinco estrellas tanzano: la atención es exquisita y las instalaciones están muy cuidadas. Destaca la recepción, con arcos de madera tallada y como muy lujosa. Luego te das cuenta de que el estilo tanzano es, en este caso, una copia del estilo occidental pero de la época de Falcon Crest. Habitaciones muy espaciosas e impecables, un baño donde se podía jugar un partido de fútbol, con ducha y bañera separadas y todo… Ahora, la decoración es un poco de risa, porque es ochentera total: telas sintéticas y brillosas, muebles de madera oscura de tamaño descomunal, una alfombra misteriosa… No sé describirlo, solo sé que parecía que nos habíamos trasladado en el tiempo a unos 30 años atrás. Este hotel es caro, creo que cuesta unos 110 dólares por noche, pero a nosotros nos hicieron precio de residentes y pagamos menos de la mitad, unos 55 euros al cambio por habitación cada día, así que nos salía mucho más barato que un hostal modesto. Importante es decir que el desayuno no merece la pena; han querido hacer un bufet libre al estilo europeo pero se han quedado en el intento porque los productos no son buenos. Los bollos son incomibles, todo está mantequilloso, los vegetales hervidos y especiados no despiertan el apetito matutino y la jarra de leche fría tenía unos churretes de crema amarilla muy chungos y olía mal. Nosotros la tomamos hervida por si las moscas.

COMER

En este capítulo, más de lo mismo: no por pagar más comes mejor. Hubo ocasiones en las que nos dejamos una pasta y mereció la pena, otras que no. Hubo otras en las que comimos por dos duros y disfrutamos como enanos. Doy ideas:

Mamapambo Boutique Restaurant:

Restaurante del Mamamapambo. Mejor no pongo fotos de la comida… / Mamamapambo B. H.

En Jambiani. Como he dicho antes, un horror de menú. Elegimos unos entrantes que eran como unos rollitos vietnamitas, luego un pescado que venía envuelto en una hoja de plátano y cocinado de no sé qué manera y fue un timo, lo más triste e insulso que he probado en mi vida. Probamos también una pasta con tomate sin ninguna gracia porque el tomate era como el de los bricks de frito Apis que le echas a los niños en los espaguetis. Por esto nos cobraron 55 dólares. Yo soy muy nazi con esto: a un inglés o a un sueco quizá les puedan colar que su comida peripuesta es lo más pero a un español no nos la cuelan ni en broma. Somos expertos en la buena mesa.

Spice Island:

jambiani-83

Camino al paraíso. / L. H.

Comida!

Comida deliciosa. / L. H.

Fue un capricho que mereció la pena. Lo encontramos caminando por la playa. De lejos, parecía un muelle idílico sobre el mar turquesa; cuando nos acercamos, vimos que había dos pequeñas cabañas al final del todo, que la pasarela estaba muy cuidada y que iba y venía un camarero con chaqueta blanca. Nos acomodamos en unos sillones de cara al mar y pedimos un calamar a la plancha y unos rollos de pollo con aguacate o curry, o todo, no recuerdo. Me remito a las fotos acerca del resultado. De lo más rico que hemos probado durante todo el viaje. Fue un capricho caro porque pagamos 35 dólares, pero qué bueno estaba todo y qué maravilla fue eso de almorzar sobre un sofá en una plataforma sobre el mar, con tu sombrita, con tu brisa marina enredándose en el pelo y en la ropa, con el silencio por único compañero… Muy recomendable.

The Rock Restaurant:

Los masai ayudan

Unos empleados masai llevan cerveza a The Rock restaurant.

Mariscada

Mariscada. / L. H.

Debe ser el sitio más famoso de Zanzíbar, tiene hasta cuenta de Instagram. Es caro, hay que reservar porque suele estar lleno, tienes que llegar hasta él,  y eso es un tema porque está retirado, allá en las playas de Michamvi, al este de la isla. Pero merece la pena. Mola mucho y, seamos sinceros, la comida está muy buena. O, especifico: el marisco está muy bueno. Celebrábamos mi cumpleaños y decidimos meternos una mariscada entre pecho y espalda. Eso y agua, dos helados de vainilla y dos cafés con leche. Fueron 85 dólares muy bien gastados teniendo en cuenta que era una ocasión especial. El plato de pescados, cigalas, langostas, calamares y otros bichos era inmenso y todos los bichos muy sabrosos. El ambiente, una pasada: no todos los días come uno en una casita sostenida sobre una roca en medio del mar. Que es una pijada, vale, pero que ya puestos a pasar las vacaciones en plan bien, esta es una muy buena idea. Además el dueño es muy amable y nos dejó su despacho para dejar nuestra ropa y salir a darnos un baño alrededor de la roca. Yo no me metí en el agua porque me daba un poco de miedo lo fuerte que pegaban las olas contra la piedra, pero esa es otra historia.

Pishi Restaurant:

El Pishi de día; yo solo lo vi de noche. / Tripadvisor

El mejor restaurante de toda Zanzíbar. Es de un señor tanzano y lo lleva su sobrino, su hermano y otros chavales jovencitos. Es muy humilde; apenas una cocinita, una terraza cubierta con mesas de plástico y decorada con hileras de caracolas de mar y suelo de arena. Ahora: dan las mejores y más gordas gambas que he visto en mi vida. Y las berenjenas fritas también les salen espectaculares. Y por dos duros, si comparamos con los precios de la isla. Fuimos a cenar dos o tres noches para comer el pescado del día, que es sorpresa, montañas de gambas a la brasa y de rodajas de berenjenas. Los chicos son buenísimos, sobre todo nuestro camarero, que me pasó música tanzana molona y todo. Y se partía de risa al ver mi obsesión por sus gambas y berenjenas. Está en Jambiani y pagamos de media unos 17 dólares los dos por cada noche que cenamos allí.

Abyssinian Maritim Ethiopian Traditional Restaurant:  

Injera y tibs

Comida etíope. / L. H.

Está en Stonetown y tenía ganas de probarlo porque me habían contado que la comida era etíope de verdad. Pedimos unos tibs, que son unos trozos de cordero en salsa que se echan sobre la injera (el crepe de harina de teff que es típico de Etiopía). Efectivamente no me decepcionó, aunque el precio es como en un restaurante en España: unos 20 dólares. Pero lo recomiendo para quien quiera probar la comida etíope y no tenga pensado viajar a Etiopía de momento.   Mercury’s Restaurant:

El menú del Mercury's

El menú del Mercury’s. / L. H.

A pie de playa en Stonetown, se llama así en honor a Freddy Mercury, difunto  cantante de Queen, que nació en esta ciudad zanzibareña. Dan pizzas, carnes, sandwiches, ensaladas… Nosotros pedimos un par de helados de chocolate y la camarera, que era poco despierta, nos trajo de fresa, de café, de vainilla… Fue incapaz de darnos lo que queríamos. Es caro también, pero las vistas de la puesta de sol sobre el Índico merecen la pena. 

Puestos en la carretera y restaurantes locales:

Muchos cocos

Puesto de cocos en la carretera. / L. H.

Los sitios para tanzanos son los lugares más asequibles para comer; lo único es que tienes que adaptarte a lo que hay. Pero si puedes almorzar un coco gigantesco y quedarte tan ancho, por ejemplo, estos sitios son para ti. Un coco en un puesto de carretera nos costó 400 chelines tanzanos (20 céntimos de euro); las mini bolsas de migas de patatas fritas salían al cambio como a cinco céntimos de euro. Los restaurantes locales también son muy baratos. Venden samosas, buñuelos de patata y huevo, té con leche parecido al hindú… y nada pasa de unos pocos chelines.

La cafetería

Restaurante local en StoneTown. / L. H.

Supermercados: En ellos encuentras verdaderos lujos como aceite de oliva, que no compramos porque solo había botellas grandes. Las manzanas son caras, unos 1.000 chelines, porque las importan. Pero las latas de atún son más asequibles, igual que el pan, por ejemplo. No recuerdo los precios exactos pero puedes buscarte la vida para comer un bocata de pan con tomate natural y atún claro, por ejemplo, un coco y un plátano, y que te salga por menos de un euro.

TRANSPORTE

Avión: Los vuelos desde Europa a Zanzíbar no los tengo controlados, pero no suelen bajar de 500 euros y haciendo una o dos escalas. El que nosotros cogimos fue Kilimanjaro – Zanzibar con Precision Air. No sé cuánto costó porque fue un regalo, pero generalmente el trayecto nunca baja de 100 euros y lo normal es encontrarlo por unos 120, así que una ida y vuelta que salga por 240 euros es un buen precio. En cuanto a la aerolínea, no me parece en absoluto recomendable: nos perdieron el equipaje o, más bien, lo dejaron a propósito en Dar es Salaam durante una escala que tuvimos que hacer a la vuelta porque, según ellos, el avión llevaba demasiado peso. Nos lo pusieron muy difícil para recuperarlo. El problema es que no hay mucha más opción para volar a Zanzíbar así que hay que acabar volando con ellos sí o sí. En ese caso, recomiendo no facturar equipaje si es posible.

En el bus

Bus público hasta las patas. / L. H.

Transporte por carretera: Una vez más, vemos la diferencia entre viajar como un guiri forrado o un zanzibareño de toda la vida. Así, un viaje en coche privado de Stonetown, la capital de la isla, a Jambiani, en la costa este y a unos 65 kilómetros, cuesta 30 dólares. Ese mismo trayecto en dalla-dalla (mini bus público) cuesta un euro. Si tienes tiempo, esta opción merece la pena.Alquilar una moto: Es carísimo. Nos cobraron en el Mamamapambo 35 dólares por día por una enduro bastante vieja pero muy resistente, aunque costaba la virgen arrancarla. Me dio mucha rabia pagar este pastón, sobr todo porque esos mismos días mi hermano estaba en Tailandia y me dijo por whatsapp que él había alquilado una por 2,5 euros el día entero. Un timo lo de Zanzíbar, pero no te quedan muchas opciones para recorrer la isla por tu cuenta.

Llegamos al mar

La moto que alquilamos. / L. H.

Taxi: Es otro medio de transporte que utilicé en Stonetown. Esta es una ciudad para ser caminada y explorada a pie, pero nos vimos en un brete cuando queríamos ir a visitar una casa donde había vivido el doctor Livingstone y empezó a caer agua como si aquello fuera el diluvio universal. No cuesta mucho dinero, el problema es que hay taxistas muy pájaros que te marean y luego te cobran más. Gastamos unos cinco dólares por ir y venir, pero lo que iba a ser un trayecto de cuatro kilómetros se convirtió en un paseo mucho mayor y claro, nos subió el precio.

EXCURSIONES

Reclamos

Agencia de turismo en Stonetown. / L. H.

Desembarco

Gente que vuelve de Prison Island en los barcos de los pescadores. / L. H.

No cogimos ninguna excursión organizada porque los precios dan vergüenza ajena, así de claro lo digo. Están infladísimos y quizá lo pagaría si tuviera la seguridad de que los beneficios recaen sobre la población local. El problema es que la mayoría de agencias y de empresas de ocio son propiedad de guiris europeos, norteamericanos, etc, que hacen el agosto a costa de hinchar los precios a los turistas. Y a mí no me apetecía ese plan. Y tampoco tengo tanto dinero. No recuerdo cantidades pero no hay más que buscar en Google un poco para encontrar la de opciones de ocio que hay en toda la isla. Estas ofertas turísticas apañarán las vacaciones a mucha gente y no me parece mal que se contraten, lo único que sí advierto es que es mejor no realizar excursiones para avistar delfines porque están estresados por tanta afluencia de turistas.Un ejemplo de la diferencia de precio entre hacer un plan por tu cuenta o con una agencia es la excursión a Prison Island. Pagamos unos nueve euros cada uno a un pescador para que nos llevara a la isla y luego nos devolviera a Stonetown. Abonamos otros seis para ver a las tortugas. Y comimos bocatas hechos por nosotros mismos. Nos gastamos cada uno 23 euros frente a los 50 que te piden las agencias. Lo único es que ellas incluyen un rato para hacer buceo con tubo y gafas; nosotros lo podíamos haber pactado pagando un poquito más a los pescadores, pero en ningún caso hubiera subido tanto la cosa. Un poco timo, vaya.

Más información sobre Zanzíbar:

5 respuestas a «Apuntes de Zanzíbar (VI): Viajar de rico, viajar de pobre»

  1. Laura Martinez

    Wuao de verdad que el conocer lo que se quiere conocer va mas de la mano de las ganas que se tenga, pienso que todo se trata de buscar las herramientas y saber buscar con paciencia las opciones que mas se adaptan a nuestros bolsillos, en uno de mis viajes a Vietnam pude experimentar el conocer muchos lugares fantástico con un presupuesto bastante bajo, mientas que dos años después fui a las islas Maldivas, otro destino fabuloso con un poco mas de holgura

    Responder
  2. Pingback: Apuntes desde Zanzíbar (VII): La isla prostituida | Reportera nómada

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