ANDANZAS RUMANAS XI: EN SIGHIȘOARA SE ME FUE PACO SALVADOR

*Nota de la autora: Debido al devenir de los acontecimientos durante este viaje por Rumanía, esta entrada de blog no es un artículo al uso sobre las bondades de Sighișoara, sino un escrito muy personal, lo que pedía el corazón en ese momento. Las fotos que acompañan son para aportar un poco de información visual a lo precioso que es esta ciudad medieval, de las mejor conservadas de Europa e incluida desde 1999 en las listas de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Además, aquí  nació Vlad Tepes, gobernante de Valaquia entre 1456 y 1462, conocido por su violencia, por su gusto por empalar enemigos y considerado aún así héroe nacional. En esta figura se basó Bram Stoker para escribir Drácula. De verdad,  merece mucho la pena visitar Sighișoara. Ya que no lo cuento en el texto, lo señalo en este prefacio. Siento las molestias para quienes hayan llegado aquí buscando información práctica. Lo bueno es que Internet está lleno de ella.

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Se me ha ido Paco Salvador…

Almuerzo sin ganas, la ensalada caprese es de mis favoritas , pero no me sabe a nada. Me he enterado de que te has muerto mientras iba en un autobús entre Brașov y Sighișoara. Vamos, en la Transilvania profunda. Me ha llegado la noticia a través de un Whatsapp de Quique, mi novio del cole. Me he quedado, y sigo, helada. En shock. He llorado un par de veces, al hablar por teléfono con mi madre y con mi pareja, que me han consolado como han podido, teniendo en cuenta que están a miles de kilómetros. Ahora no lloro, pero tengo un nudo en el estómago imposible de aflojar, y la lágrima asomando. Veremos si no vuelvo a empezar.

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Sighisoara-58Te has ido esta noche, cree Quique, o ayer. No sé. Tu Whatsapp refleja que tu última conexión fue hoy a las 11.25, pero imagino que habrá sido alguien de tu familia. Te has ido tú también y no te he visto. Nos íbamos a tomar pronto ese café que siempre me aplazabas. Yo ahora creo que lo hacías porque, a pesar de que contabas que estabas mejor y que los médicos lo corroboraban, no te sentías bien y no querías que yo viese tu deterioro, lo que te hizo el cáncer. Ni viniste a la entrega de mi último premio, con algo que ahora me suena a excusa. Qué dolor no haberte visto una vez más, Paco, qué rabia que no haya podido despedirme. ¿Dormir? Me he acordado de la elegía a la muerte de su padre de Jorge Manrique.

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Puto cáncer, Paco, que se roba a mis personas queridas. Que te ha llevado por delante antes de tiempo, en solo seis meses. Quiero pensar que luchaste, seguro que sí. Qué injusto que hayas perdido esta batalla. Ahora mismo huelo las hojas de mis exámenes y trabajos corregidos por ti, ese olor a tabaco de pipa. Siempre me subías la nota: nueves, dieces y onces. Al acabar selectividad (9 en Literatura y 9,8 en comentario de texto) le dijiste a mi madre que era la alumna más brillante que habías tenido. Y eso que yo no era del grupito de alumnos sobresalientes y populares. Era una niña tímida y medio marginada, pero tú me dabas siempre un valor especial, veías en mí algo que yo no veía, y esa confianza firme que para ti era más que evidente, me dio el impulso que me faltaba tantas veces, cuando no era capaz de creer en mis capacidades.

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Fuiste la primera persona adulta de fuera de la familia que me hizo sentir valorada. Pensaba que si tú me tenías en tanta estima sería por algo. Para mí, tu opinión era sagrada, tú eras el más sabio de todos. Me enseñaste a ser rigurosamente exigente con la lengua castellana, a amar la belleza de sus complicaciones sintácticas y morfológicas, la riqueza de nuestro vocabulario y de nuestra literatura, desde el mester de clerecía a la generación del 27. Y más. A no tolerar ni una falta de ortografía, a querer saber la etimología de todas las palabras que utilizo.

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Pero, sobre todo, esa fe en mí, en mi trabajo, mis ideas y mis letras… Eso es lo que te agradeceré siempre. Me he quedado sin editor de mi libro, ese que pensaba dedicarte en vida, y hoy aún más en tu muerte. Todos mis logros profesionales tiene su origen en la manera en que modelaste mi mente adolescente. Todo lo bueno que haga desde ahora seguirá siendo por ti y para ti, todo te lo debo a ti. Hasta la costumbre de exclamara ¡caray! de vez en cuando.

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Ojalá puedas ver desde alguna ventanita en el cielo lo que hacemos aquí abajo. Espero no defraudarte, aunque al saber que ya no estás he perdido un aliciente para seguir luchando y mejorando. Pero lo haré. Seguiré en la brecha para que nadie pueda decir que tus enseñanzas cayeron en saco roto. Para hacerte honor como educador, para que todos vean tu legado.

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Quiero hacer cosas buenas, aportar algo a las Letras y hacerlo en tu nombre, enarbolar tu bandera, dar a conocer a quienes no te conocieron tu inmensa labor como profesor, maestro de escuela y de vida.

Y manda narices que hasta con tu muerte me hayas enseñado algo. Porque aquí estoy, llorando otra vez, cuando yo pensaba que la medicación que tomo para la depresión me había dejado el corazón de mimbre. Que se dobla antes de partirse, como dice uno de mis poetas favoritos. Pero qué va. Duele. Siento. Siento fuerte. Lloro. Estoy viva, después de todo. Con mi vida celebraré la tuya, profe. Y el olor a pipa siempre me recordará a ti.

Sighișoara, 12 de agosto de 2017

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SIGHIȘOARA, 12 DE AGOSTO, 20.10 HORAS

Después de enterarme de la muerte de mi maestro de Lengua y Literatura, Paco Salvador, ya no he podido levantar cabeza, aunque supongo que es normal porque lo he sabido hace solo seis horas. Me cuesta escribir eso de “muerte de Paco”. No me hago a la idea de que ya no voy a verle ni a hablar más con él,  cada vez que me acuerdo me da un pellizco en la tripa. Me he pasado el día deambulando por Sighișoara, esta ciudad con un casco viejo de cuento de hadas. Pero sin mucho interés, la verdad. El entorno es precioso, la verdad es que sí que es un pueblo (o ciudad) encantador. Lo he disfrutado mientras caminaba, sumida en mis pensamientos, y hacía fotos por aquí y por allá. He tratado de concentrarme en dar con rincones bonitos para fotografiar, pero ya digo que he estado (y sigo) muy ensimismada.

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No he pagado por entrar a ningún sitio, ni museo, ni torres, ni la casa del conde Drácula. Voy harta de soltar pasta.  Me he tomado, eso sí, una chocolatina y un helado de chocolate y frutos del bosque; supongo que estas penas, como las amorosas, se pasan mejor con dulce. Así que no me he cortado.

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Después de ver desde fuera (tampoco se podía entrar) varias torres y callejear entre casas de colores, me he venido a la estación de autobuses, a ver si pillo el último a Brașov. Solo quiero llegar al hostal y meterme a leer en la cama, y luego dormirme y que mañana sea otro día. Paco, ¿cómo te has ido así?

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Relatos sobre Polonia, Eslovaquia y Rumanía

POLONIA

  1. Andanzas polacas I: Wroclaw en tres actos
  2. Andanzas polacas II: Las tres tentaciones de Cracovia
  3. Andanzas polacas III: Auschwitz, lección no aprendida
  4. Andanzas polacas IV: Varsovia renace, pero no olvida
  5. Andanzas polacas V: Praga, aquel peligroso barrio de hipsters

ESLOVAQUIA

  1. Andanzas eslovacas: Bratislava en alegre soledad

RUMANÍA

  1. Andanzas rumanas I: Cluj Napoca es imbatible
  2. Andanzas rumanas II: Maramureș, la última tierra campesina
  3. Andanzas rumanas III: Prisiones tristes, cementerios alegres
  4. Andanzas rumanas IV: No vayas sola a Dej Calatori
  5. Andanzas rumanas V: La chica del autobús
  6. Andanzas rumanas VI: ¡Por fin Bucarest!
  7. Andanzas rumanas VII: Bomba de humo en Bucarest
  8. Andanzas rumanas VIII: Bucarest alternativo
  9. Andanzas rumanas IX: Vama Veche y los sentimientos encontrados
  10. Andanzas rumanas X: Brașov a pedazos
  11. Andanzas rumanas XI: En Sighișoara se me fue Paco Salvador
  12. Andanzas rumanas XII: Lluvia y pandilleros en Sibiu
  13. Andanzas rumanas XIII: Teleférico y realeza en Sinaia
  14. Andanzas rumanas XIV: Sospechosa de explosivos

EXTRA

 

3 respuestas a «ANDANZAS RUMANAS XI: EN SIGHIȘOARA SE ME FUE PACO SALVADOR»

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