ANDANZAS RUMANAS X: BRAȘOV A PEDAZOS

¡Estoy en Brașov! Y con más hambre que el perro de un ciego. Pero me he venido a comer BIEN a un restaurante recomendado en varios sitios, el Sergiana. Y soy feliz porque me han puesto torreznos de aperitivo. Esta gente sí que sabe. Me he pedido sarmale, que es un plato típico de salchichas de carne especiada, envuelta en col y polenta. El trayecto ha ido bien. En Bucarest he cambiado de tren y me he asustado al entrar en el nuevo porque el aire no funcionaba, como la otra vez en Maramureș, y pensaba que me iba a cocer. Pero ha funcionado al poco rato, y había enchufes, así que he leído y he editado fotos y cargado el móvil. ¡Todo fenomenal!

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En esta ciudad voy a pasar varios días, pero divididos. Durante mi estancia aquí haré excursiones de un día o de dos a otros lugares interesantes de esta región de Rumanía, Transilvania, al pie de los Cárpatos. Sí, es la misma en la que se desarrollaron los acontecimientos narrados en la novela de Bram Stoker, Drácula, que en la vida real era el conde Vlad Tepes, que no tenía nada de vampiro, tal y como ya conté hace unos días en este artículo.

PRIMERA INCURSIÓN

Brașov es la ciudad elegida como centro de operaciones porque es la más grande, variada y mejor conectada de todas. En mi hostal, el Promenade, donde son muy majos, me han recomendado que lo haga así, y creo que es un consejo acertado. Voy a ir conociendo esta ciudad por etapas, a pedacitos. Hoy, de momento, me he dado una vuelta por la famosa iglesia negra, símbolo de esta ciudad, que está en pleno casco viejo. No tengo fotos de ella porque no dejan utilizar cámaras, pero es más bonito retratarla desde la calle, la verdad. Es la iglesia gótica más grande de Rumanía, es luterana, data de 1383 y su nombre se debe a que un incendio en el siglo XVII ennegreció sus muros. Por dentro es muy barroca, llena de tapices, frescos, estatuas y decoraciones recargadas propias de este estilo. Lo más valioso del templo está sobre las cabezas de los fieles: un órgano  de 4.000 tubos que es de los mayores de Europa. Se estrenó en 1839 pero sigue funcionando tan bien que en verano se celebran conciertos y todo. Hay un cartel en la puerta anunciando los de estos días, pero no creo que me anime a ver ninguno.

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Brașov me gusta. Durante mi primera tarde deambulando por ella he asistido a un concierto de música clásica en la plaza Sfatului (la principal), al aire libre que ahora, en verano, tiene un ambientazo, igual que las calles de alrededor. Todo el centro estaba atestado de gente, supongo que turistas todos. He fichado tiendas bonitas, restaurantes de pinta genial, callejones y casonas antiguas… Pero no he ido a ver nada en concreto. Tengo que dar un buen pateo a la ciudad y visitar todos los museos y lugares que me propuse, y ver cómo subo arriba de la montaña, donde hay un cartel que pone BRAȘOV en plan hollywoodiense.

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Este primer día no me he perdido la que dicen que es la calle más estrecha de Brasov, de Rumanía y también de Europa entera, aunque esto ya me lo creo menos. Se llama Strada Sforii, es de la época medieval y está muy cerca de la iglesia negra, resulta fácil de encontrar. No tiene nada de especial, nada más que es muy estrecha y larga. Vas de un extremo a otro y ya está, sin más. Es de 83 metros de largo y 1,32 de ancho. ¿Qué otra cosa podría decir?

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SEGUNDA INCURSIÓN

Mi rato del desayuno ha sido tal y como en los chistes. En la cocina, tres personajes: un estudiante moldavo, un japonés retirado y un sordomudo, creo que francés. Yo, la española malhumorada con dolor de cabeza. El sordomudo intentando decirle al japonés que está haciendo mucho ruido. El asiático, que se le ve muy empanado, solo le pregunta si ha desayunado ya. El sordomudo me usa a mí para que lea lo que ha escrito en su móvil y se lo diga al japonés. Que sí ha desayunado, gracias, y que es un maleducado por hacer ruido en la habitación muy temprano (se ve que comparten). El moldavo se comporta de manera extraña: se ríe solo y me mira fijamente. Luego pregunta al japonés de dónde es y le explica a continuación dónde está Moldavia. Pero ninguno se hace entender porque hablan fatal inglés, es como una conversación de merluzos de lo más cómica. Y yo con mi dolor de cabeza…

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Es cierto que me he levantado con un dolor de cabeza interesante pero, tras una ducha, un buen desayuno y un ibuprofeno, he mejorado ostensiblemente. En el hostal me han dejado usar la taquilla hasta las 12, hora en la que tenía prevista irme, así que me ha venido muy bien para marcharme de paseo. He aprovechado la mañana para caminar hasta el final del casco antiguo, al barrio Schei, que es donde metieron a los rumanos a vivir cuando los sajones mandaban, y hasta el siglo XVII no les dejaron poseer suelo o viviendas dentro de los muros de la ciudad. Porque Brasov es una ciudad fortificada y aún quedan bastiones con sus historias detrás. Ya llegaré a ello. De este barrio puedo contar que es donde yo viviría si me mudase aquí: calles estrellas, casas pequeñas, jardines escondidos en los sitios más insospechados…

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Brasov-71Explorando este barrio he llegado a la principal catedral ortodoxa, la de San Nicolás, donde estaban con la misa cantada. Es muy antigua, muy grande y muy mestiza: mezcla bizantino, gótico y barroco, y creo que esta mezcla es lo que le da calidad. No obstante, apenas he entrado un par de minutos porque a) me da respeto cuando hay misas; b) ya tengo muy vistas las iglesias ortodoxas, y c) tenía prisa. Además, no se podían hacer fotos.

Brasov-89Brasov-3Y ¿quiénes han sido regañados por un sacerdote por hacerse un selfie? Unos españoles. Valencianos para más señas. Formaban un grupo de tres matrimonios de aspecto adinerado que iban hablando muy alto y comentando todas las jugadas. Yo he comprado una vela por un leu y la he encendido. Los ortodoxos tiene un cuartito fuera de las iglesias para depositarlas. A la izquierda pone Vii: los vivos. A la derecha, Dormitii, los fallecidos. Yo no sé si alguna de todas las religiones del mundo será la verdadera, si por si acaso fuera la ortodoxa, mis muertos ya tienen su vela.

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Muy cerca se encuentra el Museo de la primera escuela rumana que durante siglos fue un importante centro de aprendizaje. En sus cuidadas habitaciones se almacenan unos cuatro mil libros únicos por sus peculiaridades, una Biblia de piel de cabra de la que se dice que es la más antigua del país. Y también aquí se instaló en 1556 una imprenta con la que se imprimieron las primeras obras en la que hoy es la lengua oficial de este país.

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Ahí estaba el hijo del dueño, un señor que lo lleva cuidando 50 años. He visto en vivo y en directo tesoros como la plancha de impresión, un aula de dar clase monísima y documentos antiquísimos, unos del siglo XI que están bien seguros en  unas vitrinas. Allí estaban los valencianos otra vez y me han cazado la españolidad porque el hijo del propietario, que hacía la visita guiada, me ha preguntado de dónde soy y no me ha salido decir una mentira. Pero he declinado amablemente su invitación a unirme a ellos y he seguido a mi aire.

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Desde ahí ya me he dirigido a la Plaza de Sfatului y he ido tirando fotos alegremente. Tanto para entrar y salir de este barrio habría que cruzar la puerta del mismo nombre, Schei, pero ya no existe. Esta era la única que los vecinos del distrito podían cruzar. La que sí sigue en pie es la Puerta de Ecaterina, que parece un palacio de un cuento de Disney y que es la que mejor se conserva hoy de toda la antigua muralla de Brasov.

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En la plaza hoy hay un mercadillo de artesanía y allá que he ido, no puedo evitarlo. Los artistas rumanos tienen un gusto genial y unas ideas muy originales, me rechifla todo lo que hacen. He dado con un puesto precioso y he comprado varios regalos por una cantidad que a mí me ha parecido irrisoria, pero aquí debe ser mucho porque la chica me ha regalado unos pendientes preciosísimos con forma de cámara de fotos.

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TERCERA INCURSIÓN

He descubierto un par de sitios bonitos donde no había estado y me he entretenido viéndolos. Primero, la torre blanca y la torre negra, a un lado de la ciudad y con muy buenas vistas para tomar fotos, y con un paseo bonito a través de un bosquecillo para llegar hasta ellas. La negra es más pequeña y la llaman así porque se quemó en un incendio hace mucho, pero lo cierto es que también es blanca. Ambas forman parte de lo que un día fueron las murallas que rodeaban Brasov y de las que apenas quedan pedazos.

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En el otro extremo de la ciudad es donde está la parte mejor conservada de la antigua fortificación, de 40 metros de altura y que se derribó casi entera hace un par de siglos para permitir la expansión de la ciudad. Y a lo largo de ella hay más torres de vigilancia, siete en total, construidas en su día (siglo XV y por ahí). La de los cazadores, la de los sastres… Cada gremio tenía la suya. Y luego, el bastión de los tejedores, otra mole antigua, ahora hecha museo y muy bien conservada, o el de los herreros, donde se guardan más de cien mil documentos antiguos, entre ellos la carta en rumano más antigua (1521), escrita por un comerciante. En sí no tiene nada, pero la zona me ha encantado porque han construido, paralelos a la muralla, caminos para pasear con bancos, zonas verdes, parques infantiles… Está súper bien para los vecinos de Brasov.

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Allí también está el acceso al teleférico, que te sube a lo alto de la montaña a cuyos pies descansa el casco viejo de Brasov. Se llama Tampa y en lo alto de esta se encuentra el cartel al estilo Hollywood con el nombre de la ciudad . No pude llegar hasta él porque ya estaba cerrado cuando fui. He hecho el tonto porque había estado ahí una hora antes, pero decidí esperar para ver la puesta de sol desde lo alto. Podría haber ascendido a pie, existe un sendero, pero un cartel advirtiendo de la presencia de osos y otros animalitos salvajes me ha quitado la idea de la cabeza.

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Así que me he dedicado a pasear un poco más, a ver tiendas, y a eso de las siete me he dado un capricho: bolsa grande de palomitas, novela al canto y apalancamiento en un banco de la Plaza Sfatului, que ya la he nombrado varias veces pero es que siempre acabo en ella, me encanta su ambiente. Siempre tiene gente en modo dominguero.

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Me he quedado con las ganas de ver más, de caminar más, pero se me acaban los días y no podía estirarlos. Adiós, Brasov, adiós. Me has caído muy bien.

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Relatos sobre Polonia, Eslovaquia y Rumanía

POLONIA

  1. Andanzas polacas I: Wroclaw en tres actos
  2. Andanzas polacas II: Las tres tentaciones de Cracovia
  3. Andanzas polacas III: Auschwitz, lección no aprendida
  4. Andanzas polacas IV: Varsovia renace, pero no olvida
  5. Andanzas polacas V: Praga, aquel peligroso barrio de hipsters

ESLOVAQUIA

  1. Andanzas eslovacas: Bratislava en alegre soledad

RUMANÍA

  1. Andanzas rumanas I: Cluj Napoca es imbatible
  2. Andanzas rumanas II: Maramureș, la última tierra campesina
  3. Andanzas rumanas III: Prisiones tristes, cementerios alegres
  4. Andanzas rumanas IV: No vayas sola a Dej Calatori
  5. Andanzas rumanas V: La chica del autobús
  6. Andanzas rumanas VI: ¡Por fin Bucarest!
  7. Andanzas rumanas VII: Bomba de humo en Bucarest
  8. Andanzas rumanas VIII: Bucarest alternativo
  9. Andanzas rumanas IX: Vama Veche y los sentimientos encontrados
  10. Andanzas rumanas X: Brașov a pedazos
  11. Andanzas rumanas XI: En Sighișoara se me fue Paco Salvador
  12. Andanzas rumanas XII: Lluvia y pandilleros en Sibiu
  13. Andanzas rumanas XIII: Teleférico y realeza en Sinaia
  14. Andanzas rumanas XIV: Sospechosa de explosivos

EXTRA

 

2 respuestas a «ANDANZAS RUMANAS X: BRAȘOV A PEDAZOS»

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