Albania, cuánto me dueles

Fui, vi y no vencí. No había nada que conquistar, aunque sí mucho que recordar. Fueron 36 horas intensas en Tirana, la capital de Albania, la ciudad que durante un frenético mes fue un hogar para mí y para mis compañeros de rodaje de aquel documental sobre venganzas de sangre que con tanta ilusión intentamos hacer y que, por desgracia, nunca salió. Decisiones de la dirección.

Después de más de tres años diciendo que iba, fui, y me resulta muy lamentable que la razón para que por fin moviera el culo se tratara del asesinato de mi amigo Miri. Mi presencia no servía para nada; algunos cercanos me preguntaron que si aprovecharía para hacer un reportaje de lo que había pasado o que por qué demonios me iba a meter semejante paliza de avión en tan poco tiempo. El trayecto fue Madrid-Estambul-Tirana-Estambul-Madrid… Es lo que tiene ser pobre y que no haya vuelos directos de España a Albania. No lo tenía muy claro, pero nada de reportajes. Iba a darle un abrazo a su familia, iba a ver su tumba. No me podía creer del todo que él ya no estuviera en el mundo.

La Tirana tradicional. / (C) Lola Hierro.

Muy temprano llegué al aeropuerto Nene Tereza, es decir, Madre Teresa porque, aunque nació en Macedonia, la misionera era de sangre y origen albanés y la tienen idolatrada hasta el punto de que todo lugar importante lleva su nombre.  Allí, en la terminal de salidas, ya estaba Berti esperándome. Berti es un chico del que he hablado algunas veces en este blog. Nos conocimos cuando rodábamos el documental en el año 2010 y, además de en traductor, se convirtió en nuestro amigo. Llevaba sin verle desde 2011 y abrazarlo de nuevo ha sido uno de mis mejores momentos de este año. Se queda para mi top five.

Ventilamos rápido lo de llegar a la ciudad y dejar mis trastos en el hostal, uno que, dicho sea de paso, voy a recomendar porque es cómodo, céntrico, limpio y con personal amabilísimo. Es el Trip’n Hostel y en él me sentí muy cómoda en general salvo porque las duchas no son gran cosa. Y como no quiero ponerme a hacer un relato cronológico de mi absurda vida, me iré a lo importante, a lo que quería contar: ¡qué cambiada está Tirana, redios!

Pequeños gestos que embellecen la ciudad. / (C) Lola Hierro.

Ya lo había percibido cuando volábamos en un taxi desde el aeropuerto a la ciudad. Sí, conducir, se conduce con la misma temeridad, eso no cambia. Pero ya observé en los laterales de la carretera muchos edificios de reciente construcción e imposible diseño. Sobre todo me llamó la atención uno que se asemeja a un palacio neoclásico con columnas, escalinatas y relieves varios. Como una enorme tarta de nata plantada en medio de la campiña.

En la ciudad, las cosas han cambiado mucho, muchísimo. De hecho, creo que pronto será imposible reconocer esa Tirana extravagante que me cautivó hace cuatro años. Para entender a qué me refiero, debo contar antes que Albania fue un país que desde 1941 y durante cinco décadas estuvo casi completamente aislado de Occidente y casi del resto del mundo por obra y gracia de su amado líder Ember Hoxha, un dictador que quiso rizar el rizo de los regímenes comunistas. Simpatizó primero con la URSS pero rompió relaciones en la época de Nikita Jruschov porque los veía blanditos; hizo entonces buenas migas con el maoísmo, pero también se enfurruñó con ellos. Al final diseñó su propio modelo de Estado por el que Albania se convirtió en uno de los países más herméticos, sin ningún contacto con el exterior. Todos esos años han provocado que este sea un país distinto al resto. Aquí, por ejemplo, no han entrado las grandes marcas hasta hace dos días. Aún hoy no hay Mc Donalds, ni Inditex, por ejemplo.

Abuelitos, los de siempre. / (C) Lola Hierro.

Pero todo esto pertenece al pasado. Tirana hoy crece de manera vertiginosa. Con más de 600.000 habitantes de los dos millones que tiene el país, es el centro económico y la capital de un Estado constituido como una democracia parlamentaria. Albania es miembro de la OTAN, el primer país que ha destruido todo su armamento químico (en 2007) y el pasado junio los Veintiocho le concedieron el estatus de país candidato a ingresar en la UE, siguiendo la recomendación del Consejo de Europa. No se puede obviar, no obstante, que sigue siendo uno de los países mas pobres de Europa (su renta per capita es de 4.000 dólares) y que aún tiene serios problemas para controlar la corrupción y el crimen organizado.

Una de las cafeterías más vacías de Tirana. / (C) Lola Hierro.

En la práctica, este renacer se palpa.  La monumental plaza de Skanderberg, el Cid albanés, ya no es una zona de obras con todo levantado y montañas de tierra a los lados; ahora la estatua ecuestre del héroe nacional está rodeada por una amplia superficie de hierba que invita a hacer picnic, aunque no está permitido. Los edificios que la rodean, como el Palacio de Exposiciones, la Ópera o la mezquita, lucen limpios y aseados. Han colgado jardineras con flores de todas las farolas del centro de la ciudad y por todas partes abren cafeterías con terrazas llenas hasta los topes de tiraneses que se reúnen a cualquier hora del día para charlar, tomar café… para consumir, en resumen. Creo que este es el signo más evidente del crecimiento económico de Albania: la gente sale a la calle a gastar.

Berti y servidora, en el flamante césped que le han puesto a Mister Skanderberg. / (C) Lola Hierro.

Me he encontrado más edificios absurdos que la vez anterior. Tirana posee una arquitectura tradicional soviética, de edificios de no más de tres plantas sobrios, simétricos y grises. Durante la época postcomunista fueron creciendo como setas aparatosos rascacielos de cristal, acero y cemento que no tenían nada que ver con el estilo del resto, fuera de ordenación y construidos de forma ilegal en espacios públicos. No pegan, los han metido con calzador. El máximo exponente de este terror arquitectónico es la nueva iglesia catedral, un espanto blanco y azul brillante con forma de huevo plantado a unas pocas calles de la plaza Skanderberg, en pleno centro. No sé qué me dio más miedo, si el exterior o el interior, tan nuevo e inmaculado que da la sensación de que la acaban de desembalar.

La catedral por fuera. / (C) Lola Hierro

La catedral. / (C) Lola Hierro.

Este renacer del que hablo se debe a que el Gobierno de Tirana intenta desde el año 2000 devolver a la ciudad su aspecto previo a esta época mediante un proyecto llamado Regreso a la identidad. De aquí nace la idea de pintar de colores algunas fachadas en un intento hortera de dar un poco de gracia a una ciudad tan sosa. También se está renovando el centro dando más importancia a las zonas verdes, arreglando la ribera del Río Lana y dotando a los barrios periféricos de una infraestructura que permita su crecimiento sostenible.

El Río Lana, muy verde. / (C) Lola Hierro.

La vida en las calles de Tirana, las pequeñitas  y menos turísticas, sigue siendo igual de encantadora. Creo que es uno de los puntos fuertes de la ciudad y que, si sigue creciendo y modernizándose, acabará por perderse. Es delicioso encontrar los mismos puestos de burek med djeze (hojaldres de queso) donde te los sirven grasientos, recién hechos y riquísimos en una bolsa de plástico que hace las veces de servilleta. O el restaurante con un árbol dentro donde cocinan el que quizá sea el mejor kofte del mundo. Aunque es cierto que el dueño ha cambiado y los chicos jóvenes que lo llevan ahora le han dado un buen lavado de cara.

El mejor kofte del mundo. / (C) Lola Hierro.

El mejor sitio para comer burek / (C) Lola Hierro.

Un burek! / (C) Lola Hierro.

Es entrañable comprobar que siguen asando mazorcas de maíz los mismos señores y señoras que veía a diario hace cuatro años en el puente sobre el río Lana, sentados sobre pequeñas banquetas y con nada más que unas brasas y una parrilla herrumbrosa. También los niños que venden pequeñas cajas de tiritas (no he visto ningún otro lugar de este planeta donde vendan tiritas por la calle). Siguen sentadas en los bancos de los parques señoras con mantilla blanca sobre la cabeza, pero también se ven cada vez más bicis, hasta el punto de que ya existe un servicio público para alquilarlas por horas y hasta contenedores de reciclaje. ¡Impensable hace unos años!

¡Reciclan! / (C) Lola Hierro.

Yo en Tirana

¡Bicilismo público!

Y, por supuesto, continúan existiendo los mercadillos de objetos de cuarta, quinta y sexta mano: zapatos sucios y desgastados, antigüedades de toda clase, cacharrería variada, herramientas, piezas de coches y de otras máquinas, carritos de niños llenos de polvo,muebles a los que les faltan cajones o baldas… no entiendo quién puede comprar esas cosas, pero si las venden será porque hay una demanda.

Mercadillos callejeros. / (C) Lola Hierro.

Zapatos a la venta. / (C) Lola Hierro.

Tampoco ha entrado Inditex; todas las tiendas siguen siendo a lo Modas Puri, y tampoco hay Mac Donalds ni Kentuky Fried Chicken, sino sus plagios: Kolonat y Albanian Fried Chicken. Estas son las cosas únicas que tiene Tirana y que te hacen sonreír constantemente. Uno de los cambios que más me han  llamado la atención es que he encontrado un Carrefour donde antes estaba mi súper Nisu (ni su madre lo conoce…)

Duele

Volver a pasear por Tirana, mi querida Tirana de contrastes imposibles, me lleno de alegría. Casi lloro de emoción en algunos momentos, sentida que es una. Pero no podía olvidar el motivo real de mi viaje: visitar la tumba de mi querido Miri y enterarme de una vez de que esto no era un sueño.

Berti me llevó de buena mañana al cementerio. Este me gustó; Miri descansa en un buen lugar. Está en lo alto de una colina sobre la ciudad, al pie de una cadena montañosa verde y escarpada. El camposanto es enorme, grandísimo, tanto que las tumbas ya han superado el perímetro original y los nuevos muertos son enterrados en las afueras. Mi amigo está en un extremo, junto a un campo de maíz. Es un sitio muy bonito, la verdad.

Sin parar de fabricar lápidas. / (C) Lola Hierro.

No voy a dar muchos detalles de esta visita, me los guardo. Quedé muy impresionada porque, de momento, no tiene ni siquiera un sepulcro de piedra, solamente le cubre un montón de tierra con docenas de ramos de flores artificiales y una sencilla tableta de piedra que dice: Saymir Ziza, 2014.

Esta visita fue jodida, la verdad, muy jodida. De lo más jodido que he tenido que vivir en los últimos años. Y ya. De aquí nos marchamos a casa de Melita y Rabje, madre y hermana de Miri. Yo estaba nerviosa, tenía una montaña rusa de sentimientos dentro: alegría por volver a verlas a ellas y a mi ahijada Belena, nervios por si no era bien recibida después de tanto tiempo, tristeza infinita por las circunstancias… De este encuentro tampoco voy a contar muchos detalles pero sí diré que fue muy emotivo, que se alegraron de verme y yo a ellas, que las encontré delgadísimas y deshechas, pero llevan su dolor con tremenda dignidad. Y que están cuidando fenomenal de Belena, ese bebé que vi nacer y que hoy es una niña de cuatro años llena de energía, sin un pelo de vergüenza, de ojos brillantes y traviesos y pelo negro y lacio. Ella no sabía quién era yo pero a los cinco minutos se hizo mi amiga. No hablamos la misma lengua pero eso no fue impedimento para comunicarnos. Los abrazos son iguales en todas partes.

El barrio de Melita sigue igual que hace cuatro años. / (C) Lola Hierro.

Un cementerio en Tirana. Es muy bonito, lleno de flores de colores. / (C) Lola Hierro

Me quedé tocada tras este viaje, y prefiero guardar para mí los momentos con Berti en el cementerio y con la familia Ziza en su casa. Estoy tranquila porque están bien, saldrán adelante, pero me da tremenda pena y rabia la situación a la que hemos llegado. No entiendo cómo en un país con gente tan maravillosa ocurren estas tragedias. Albania, cuánto me desconciertas, cuánto te quiero y cuánto me dueles.

Textos sobre el primer viaje a Albania:

  1. Filming in Albania: Un cumpleaños balcánico
  2. Filming in Albania: La difícil tarea de establecerse
  3. Filming in Albania: ¡Habemus bebé!
  4. Filming in Albania: ya estamos de entrevistas
  5. Filming in Albania: Muchas emociones
  6. Filming in Albania: Entrevista con un ¿asesino?
  7. Filming in Albania: Aprenda albanés en cuatro días
  8. Filming in Albania: Persiguiendo la noticia
  9. Filming in Albania: Live fast, die hard…
  10. Filming in Albania: Tengo un dèja vu
  11. Filming in Albania: Vuelta a casa. Faleminderit, Shqiperia

 Más relatos sobre el segundo viaje a Albania:

  1. ¿Volverá ‘Filming in Albania’?
  2. Filming in Albania: Del barco a la cama
  3. Se acabó lo que se daba
  4. San Valentín a la albanesa
  5. Albanian sagas: De mercadeo
  6. Las madres de Tirana

Textos sobre mi tercer viaje a Albania:

  1. He soñado a la muerte, y ha venido
  2. Albania, cuánto me dueles

BONUS: Las fotografías del viaje

6 respuestas a «Albania, cuánto me dueles»

  1. Pingback: Se acabó lo que se daba | Reportera nómada

  2. Pingback: Filming in Albania: Live fast, die hard… | Reportera nómada

    • Lola Hierro Autor de la entrada

      Hola Mario, gracias por pasarte. Ahora veo más bonito el blog, no crees? En cuanto al ferry, supongo que sigue habiendo barcos de Bari a Durres, pero tardan muchas horas en llegar y yo, en esta ocasión, iba justa de tiempo. Por eso elegí volar. Un saludo!

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      • leandro

        Saludos desde argentina, me sorprendio ver que despues del paso de la otan , algo quede en pie.
        Veo libia, irak o afganistan y es el territorio libre que tanto desearon las potencias.
        Muy linda la nota.

        Responder

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